
Fundada en 1787: la taberna más antigua de Madrid

El bar más antiguo de Madrid fue fundado en 1787 y en sus meses se han celebrado conocidas tertulias de Pío Baroja, Sorolla, Cossío o Díaz Cañabate. «Después de que se levantara el cierre por parte del Gobierno abrimos con mucha ilusión, pero a los diez días comenzaron de nuevo las noticias alarmantes y decidí cerrar de nuevo», reconoce el actual dueño, que aún tiene la esperanza de no dejar su nombre anclado a la clausura definitiva
Cuenta Óscar Priego que, desde 1787, la taberna de Antonio Sánchez no ha tenido que cerrar nunca. Casi 240 años ininterrumpidos en los que no ha acabado con ella ni la Guerra de Independencia contra Napoleón, cuando 25.000 soldados franceses entraron en Madrid y la ocuparon con numerosa artillería. Tampoco las Guerras Carlistas, ni la epidemia de fiebre española de 1918 con sus millones de muertos, ni la revolución de 1934 ni la Guerra Civil. «Puede que cerrara algún día puntual de bombardeos y ya, siempre ha estado abierta», comenta el actual propietario. Siempre… salvo por el Covid-19.
«Recuerdo que cerré el jueves por vacaciones y el viernes llegó el estado de alarma de marzo. Como todo el mundo, pensé que sería cuestión de dos o tres semanas y que la cosa se solucionaría. Al principio, el decreto fue un alivio, porque creí que podría mantener la taberna cerrada unos días sin unos costes terribles, pero luego se vio que no. Desde aquel cierre justo el mes más fuerte para mí, he perdido unos 70.000 euros, una cifra considerable», cuenta Priego a ABC.
Desde 1787, la taberna de Antonio Sánchez no ha tenido que cerrar nunca. Casi 240 años ininterrumpidos en los que no ha acabado con ella ni la Guerra de Independencia contra Napoleón
Fue su padre quien compró este establecimiento de la calle Mesón de Paredes, en Lavapiés, en 1982. Un bar conocido por su vinculación al mundo taurino, pero en cuyas mesas se han celebrado también conocidas tertulias con personalidades como Pío Baroja, Sorolla, Cossío o Antonio Díaz Cañabate. Este último, incluso se inspiró en él para su libro «Historia de una taberna». Gloria Fuertes, vecina del barrio, también pasaba largas horas allí escribiendo, sentada en una mesa de mármol, con su hogaza de pan que mojaba en su copa de vino. Al igual que el Premio Nobel de Literatura Camilo José Cela.
«Después de que se levantara el cierre —relata el dueño—, nosotros decidimos volver a abrir en septiembre, ya que no tenemos terraza y el verano es un mes de pocos ingresos. Sin embargo, lo hicimos con mucha ilusión y los primeros diez días no fue mal la cosa, hasta que el 16 o 17 comenzaron de nuevo las noticias alarmantes en televisión y el público dejó de venir. Dábamos cuatro vermús, un menú y tres vinos, imposible para sobrevivir. Y como la pandemia iba a peor con las nuevas restricciones, decidí cerrar de nuevo».
Desde 1787
El encargado de repescar la historia de este lugar fue el historiador Antonio Pasies, que la plasmó en el libro «Historia de la taberna más antigua de Madrid (Siglo XVIII) y otras viejas tabernas de Lavapiés» (Ediciones La Librería, 2017). En él desvela que la fecha de origen de la taberna que figura en el registro municipal es el año 1830, pero hay documentación que confirma que es anterior. Según el autor, en 1787 se anunciaba ya en un periódico «su traspaso como taberna».
«Hace tres años, por lo tanto, Pasies descubrió que era anterior a la fecha que siempre habíamos pensado. Eso la convirtió en el lugar de restauración madrileño que lleva abierto más tiempo en el mismo lugar. Es cierto que el restaurante Botín se inauguró unos años antes que nosotros, también en el siglo XVIII, pero con la diferencia de que ellos sí han cambiado de ubicación en un par de ocasiones», subraya el dueño de la taberna, cuyo primer propietario documentado es el torero Colita, quien adquirió el local en 1870.
Fue El Tato quien convirtió la taberna en un punto de encuentro para los aficionados taurinos y para los hombres de letras con sus intensas tertulias
El nombre actual lo recibió de Antonio Sánchez, un molinero de familia bodeguera de La Mancha que tenía la intención de vender en Madrid su vino y compró la taberna en 1870. «Posteriormente pasó la gestión a su hijo, también llamado Antonio Sánchez, que se hizo famoso como pintor y torero, aunque no fuera ni mucho menos de los mejores. Sin embargo, fue un hombre con mucho carisma y lo puso de moda. Le llamaban “El tato”, que es de donde salió el dicho “Estaba hasta el Tato”, porque siempre estaba lleno con las reuniones y saraos de la época. He visto fotos de su entierro en las que se puede ver la plaza de Tirso de Molina y la calle Mesón de Paredes tan llena de gente que parecía que había muerto el Rey o un ministro», recuerda Priego.
Taberna taurina
Fue El Tato quien convirtió la taberna en un punto de encuentro para los aficionados taurinos y para los hombres de letras con sus intensas tertulias. De hecho, aún hoy varias cabezas de toro vigilan a los clientes, una de ellas con la que este tomó la alternativa. También hay colgada una fotografía de Gloria Fuertes en el rincón donde solía escribir. Y se pueden ver los ojos de toreros realizados por el pintor Ignacio Zuloaga, que hizo, además, varios retratos de su gran amigo tabernero. Dicen que allí celebró su última exposición el artista, en la misma barra y mobiliario que llevan en el establecimiento desde hace 150 años.
Se dice que en una de las tinajas de la cueva se guardó el cuerpo de un francés, y que allí continúa, tras morir en la plaza de Tirso de Molina durante la sublevación de Madrid en la Guerra de Independencia
Antonio Sánchez no se casó y murió sin descendencia. En 1980, Lola Sánchez, su inseparable hermana, acabó por vender el negocio a Tilo Ullman, quien quiso convertir el local en un restaurante de lujo. La idea, sin embargo, solo duró un año. «Recuerdo que mi padre siempre decía que lo compró para que no se destruyera, porque en aquella época se estaba perdiendo mucha de la historia de Madrid y cualquiera podía poner el dinero y montar un McDonalds o un supermercado allí. Por eso se apresuró a salvarla y a conservarla tal y como estaba entonces y está ahora. Él era muy aficionado a los toros y, además, sabía que era un sitio emblemático para los aficionados», asegura.
Y continúa: «También conocía la historia de la taberna por el libro de Díaz-Cañabate (1944), aunque no sabía que era tan antigua. Hoy, incluso, tenemos la primera planimetría que se hizo de Madrid y aparece ya el edificio en 1750 tal y como existe hoy. Y a la vuelta de la esquina también puede verse inscrito encima de la carnicería la fecha de construcción del edificio: 1650. Así que estamos adosados a un edificio que tiene 370 años de historia».
Sobrevivirá
El establecimiento es tan antiguo que no le faltan las historias, las anécdotas y las leyendas. Una de ellas dice que en una de las tinajas de la cueva se guardó el cuerpo de un francés, y que allí continúa, tras morir en la plaza de Tirso de Molina durante la sublevación de Madrid en la Guerra de Independencia. Igualmente famosas han sido sus torrijas, que siguen siendo el postre más reclamado de la casa. Cuentan que se las suministraban a Alfonso XIII y hasta dicen que la expresión «Vaya torrija llevas» nació allí, porque los que venían a comerlas bebían mucho y llegaban a casa con una buena borrachera.
¿Crees que tendrás que cerrarla para siempre como consecuencia del coronavirus, después de llevar abierta desde 1787? «No, por la sencilla razón de que no me gustaría dejar mi nombre anclado a la historia del cierre o su fracaso. Son más de 200 años abierta y yo quiero creer que vamos a salir de esta. Con dificultades y tocados, vale, pero en mi cabeza no está cerrarla», concluye Priego.