José Manuel Albares, el ministro de Exteriores que restableció las relaciones con Marruecos
Sánchez premia al diplomático por la gestión de crisis con Rabat. Mantiene la cartera después de 28 meses marcados por una gestión personalísima del ministerio
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ha premiado la inquebrantable lealtad de José Manuel Albares como ministro de Asuntos Exteriores, UE y Cooperación. De ahí que esta mañana, en la sede del ministerio en la plaza del Marqués de Salamanca todo transcurriera con normalidad, mientras ... desde la Moncloa se iban anunciando los cambios en el nuevo Gobierno.
Desde que fue nombrado ministro en el verano de 2021, Albares ha manejado los hilos de la diplomacia española de una forma muy particular. Ha asumido en primera persona el giro de España respecto a la soberanía marroquí en el Sahara; y también el desgaste a la hora de defender la incorporación del catalán en las instituciones de la Unión Europea para conseguir el voto de Junts y ERC de cara a la investidura de Sánchez. Albares ha sido el muro de contención del presidente en asuntos controvertidos, y esto Sánchez lo premia.
Fue el 12 de julio de 2021 cuando se produjo el traspaso de carteras entre la ministra saliente, Arancha González Laya, y José Manuel Albares, quien tenía por delante un importante reto para España: restablecer las relaciones diplomáticas con Marruecos, que atravesaban entonces una profunda crisis tras la entrada ilegal del líder del Frente Polisario en España, Brahim Gali. Con las relaciones con Rabat como objetivo prioritario, Albares se marcaba otros objetivos importantes, como promover España como un país seguro para el turismo tras la pandemia y estrechar los lazos con Estados Unidos.
Curtido en política como asesor de Sánchez en asuntos internacionales, durante estos 28 meses el mando de Albares al frente de Exteriores ha estado marcado por el controvertido restablecimiento de las relaciones con Marruecos, que se consiguieron tras una declaración en la que España reconocía la soberanía marroquí sobre el Sahara. Este cambio unilateral del Estado sobre la postura histórica respecto a estos territorios nunca fue explicado del todo por parte de Pedro Sánchez, ni siquiera en la Reunión de Alto Nivel (RAN) España-Rabat que tuvo lugar en febrero de este año, donde Sánchez no fue recibido por Mohamed VI. Sin presencia del Rey de Marruecos, ambos países se comprometieron al «respeto mutuo» y evitar lo que pueda ofender a sus «esferas de soberanía».
La vuelta a las relaciones con Marruecos, provocó que Argelia rompiera las relaciones con España. Hace una semana, el Consejo de Ministros aprobó el plácet para el nuevo embajador de Argelia en España, Abdelfetá Daghmun, lo que permitirá comenzar a recomponer esa relación de amistad entre Madrid y Argel, congelada desde hace 19 meses.
La crisis de refugiados de Afganistán, la guerra de Ucrania con sus sucesivas derivadas sobre la importancia de alcanzar nuevos acuerdos en materia de energía para no depender de Rusia, o el reciente ataque de Hamás a Israel, han sido algunos de los otros frentes a los que Albares ha plantado cara desde Exteriores.
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No hay que olvidar tampoco que en Bruselas Albares ha asumido en los últimos meses la defensa del catalán en las instituciones europeas. El último intento fue el pasado 23 octubre, cuando el ministro planteó de nuevo esta cuestión en un Consejo de asuntos Generales. En plena negociación con Carles Puigdemont para conseguir los apoyos de Junts y ERC para la investidura de Sánchez, el jefe de la diplomacia española realizó de nuevo esta reivindicación, a sabiendas de que los países miembros de la UE habían acordado esperar a los resultados de los estudios de impacto y coste sobre este asunto.
Las sensaciones en el ministerio cuando Albares cogió el timón en el verano de 2021 eran de tranquilidad y esperanza. Después de la gestión de González Laya, centrada en lo que pasaba con España de fronteras hacia afuera y en la intención de captar recursos económicos en el exterior, la llegada de un diplomático de carrera suponía el desbloqueo de muchas cuestiones de intendencia y gestión interna que se debían abordan en Exteriores. Urgía cubrir los destinos de nuevos embajadores, cubrir puestos en jefaturas de misión por todo el mundo y reforzar las secretarías de Estado. En este sentido, nada más llegar realizó cambios en el organigrama y suprimió el alto comisionado de Marca España -que en los últimos años se había llamado España Global-, creado por José Manuel García Margallo en 2012, que tenía rango de secretario de Estado y que trabajaba en «las medidas para la mejora de la imagen exterior de España».
Albares recuperó, además, la desaparecida Secretaría de Estado para Iberoamérica y el Caribe, que se sumó a las de la Secretaría de Estado de Asuntos Exteriores y Globales; Secretaría de Estado para la Unión Europea y a la de Cooperación Internacional. Solo en sus primeros seis meses como ministro, realizó 29 cambios en el organigrama de Exteriores.
Las formas de Albares y su gestión personalísima del ministerio siguen generando descontento entre sus colegas de la carrera diplomática, que continúan quejándose de lo difícil que resulta trabajar cuando «todo, hasta el trámite más sencillo» tiene que pasar por él. No hay nada que ocurra en el ministerio que él no sepa. Como muestra de ello, nada más llegar a la antigua sede de Santa Cruz, realizó cambios para que la Dirección General de Comunicación, Diplomacia Pública y Redes -donde se encuentra la Oficina de Información Diplomática (OID)-, y la Dirección General de Diplomacia Económica, pasaran también a depender, según en nuevo organigrama que publicó el BOE el 22 de septiembre de 2021, «directamente de la persona titular del ministerio».