Calviño se queda como vicepresidenta económica interina a la espera de encontrar una colocación en Europa
Un eventual respaldo mayoritario a su candidatura para presidir el Banco Europeo de Inversiones (BEI) precipitaría su salida del Gobierno de España en cuestión de unas semanas
Sánchez ha preparado el terreno en previsión de esa circunstancia y ha encomendado las competencias en materia de Transición Digital al José Luis Escrivá, que se perfila como potencial sucesor
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![La vicepresidenta de Asuntos Económicos, Nadia Calviño, felicita a Pedro Sánchez](https://s3.abcstatics.com/abc/www/multimedia/economia/2023/11/20/NadiaCalvio-Rzk3rXlt5XjGHCRNGgzBpZN-1200x840@abc.jpg)
Incógnita despejada. Una de las principales preguntas que flotaban en el ambiente tras confirmarse la mayoría parlamentaria que aupó a Pedro Sánchez a la Presidencia del Gobierno era si mantendría o no a Nadia Calviño como principal referente de la política económica del Gobierno ... en vistas de que en las próximas semanas se resolverá si accede o no como pretende a la Presidencia del Banco Europeo de Inversiones (BEI), lo que le obligaría a dejar el Ejecutivo. Sánchez ha optado por mantener la encomienda a la que ha sido la principal avalista de sus políticas ante la Comisión Europea y preparar, eso sí, su potencial relevo trasladando una parte de las competencias que tenía hasta la fecha a un nuevo Ministerio de Transformación Digital a cuyo frente estará José Luis Escrivá, que se perfila como el relevo de Calviño en caso de que fuera elegida presidenta del BEI.
La solución ya se verá si transitoria que Sánchez ha encontrado a esta situación de provisionalidad es mantener a Nadia Calviño como vicepresidenta económica y titular del nuevo Ministerio de Economía, Comercio y Empresa, con las atribuciones más tradicionales de los ministerios de Economía, relacionadas con el seguimiento de la actividad económica, la política del Tesoro Público y la elaboración de previsiones, un elemento que se antoja fundamental para la configuración de los inminentes Presupuestos Generales del Estado, y con el área de Comercio, antes en el Ministerio de Industria, y transferir a Escrivá dos de las tres secretarías de estado que hasta la fecha gestionaba Calviño: la Secretaría de Estado de Digitalización e Inteligencia Artificial y la de Telecomunicaciones e Infraestructuras Digitales, así como la estructura de al menos uno de los comisionados especiales existentes, el del Proyecto de Microelectrónica y Semiconductores, en el que el Gobierno tiene puestas muchas esperanzas para modernizar el modelo económico del país.
Todo apunta a que los últimos servicios de Calviño a la causa de Sánchez serán sustanciar la cuarta entrega de los fondos europeos, particularmente peliaguda por el retraso en los hitos previstos y por la evaluación pendiente sobre la segunda fase de la reforma de las pensiones, y perfilar unos Presupuestos que la Comisión Europea pueda digerir, en un momento crítico en el que la reinstauración de las reglas fiscales amenaza con dejar una vez más a España fuera de juego, sometida a la vigilancia reforzada de los funcionarios de Bruselas, si el Gobierno no es capaz de poner las cuentas en orden al menos sobre el papel.
La accidentada carrera internacional de la vicepresidenta
Parece que esta vez Nadia Calviño está más cerca que nunca de volver a una posición internacional de relevancia, algo que parece estar persiguiendo casi desde el mismo momento en que Sánchez la reclutó para llevar la política económica de su gobierno. Sea por interés personal o por interés estratégico del Gobierno de España, un debate que nunca ha terminado de estar claro, Calviño ha estado mirando más allá de España con asiduidad. No llevaba ni un año en el cargo cuando su nombre se planteó como la opción europea para relevar a Christine Lagarde, en el momento en que esta fue nominada para ocupar la Presidencia del Banco Central Europeo (BCE), como directora gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI). La escasez de apoyos para lograrlo aconsejó al Gobierno retirar su candidatura y despejar el paso para la búlgara Kristalina Gueorguieva.
La candidatura de la vicepresidenta española tampoco prosperó cuando de lo que se trataba era de alcanzar la Presidencia del Eurogrupo, un cargo compatible con la vicepresidencia económica del Gobierno de España pero que ofrece una visibilidad crítica para ganar puntos en el escenario europeo. El fiasco se vio compensando en cierta medida por su designación como presidenta Comité Monetario y Financiero Internacional del FMI, un espaldarazo a su carrera internacional, pero un foco de suspicacia sobre su compromiso con la política doméstica.
Calviño se ha esforzado en limar esas desconfianzas, sacudiéndose su imagen inicial de tecnócrata europea, coqueteando con ir en la listas del PSOE (algo que nunca se llegó a concretar) e implicándose como la que más en diferentes refriegas políticas para satisfacción de la bancada socialista y preocupación del mundo de la empresa, que no esconde que ha visto defraudadas sus expectativas respecto a ella.
La vicepresidenta económica ha pasado de actuar como guardiana de la ortodoxia y muro de contención del intervencionismo económico promovido por Podemos durante los años de los escudos sociales de la pandemia, en los que frenó más de lo que se le reconoce y se granjeó la enemiga poco disimulada de Pablo Iglesias y compañía, a reconvenir de forma primero privada y finalmente pública a las grandes empresas, por las remuneraciones de los banqueros, la acumulación de beneficios o, finalmente, por la adopción de decisiones estratégicas como el traslado de la sede de Ferrovial a Países Bajos.
Pese a la denominación de su ministerio como de Asuntos Económicos y Apoyo a la Empresa fuentes de los principales empleadores del país admiten que Calviño nunca ha demostrado especial interés por tener una interlocución directa y fluida con ellos y que ese papel se ha jugado más desde el Palacio de la Moncloa. Cuando se le pregunta sobre el asunto, la vicepresidenta siempre recuerda los beneficios de las empresas en los últimos dos años y repite una frase que se ha convertido en mantra: "A juzgar por sus beneficios milmillonarios, nunca las empresas han vivido mejor que con el Gobierno de Pedro Sánchez". A las empresas, sin embargo, les sigue preocupando la inestabilidad regulatoria.
El papel internacional del Gobierno de España
En el haber de la vicepresidenta figura el haber aprovechado la salida del Reino Unido de la Unión Europea para incrementar de forma significativa la relevancia de España en los grandes debates europeos, en los que rara vez ha tenido el protagonismo que tiene en la actualidad, y el haber trazado una hoja de ruta de política económica casi desde el mismo momento de llegar al cargo y que facilitó la tarea de ser el primer país europeo en presentar su plan para los fondos europeos del Mecanismo de Recuperación y Resiliencia. El despliegue de estos, sin embargo, aparece como uno de sus borrones, no solo respecto al planteamiento estratégico sino también en el pleno personal, donde ha tenido que lidiar con controversias por el papel desempeñado por su marido en algunos proyectos.
Calviño también se ha deslizado por las pendientes del intervencionismo. Cuestionó abiertamente la fiabilidad de los datos del INE sobre crecimiento e inflación en lo peor de la pandemia y su disconformidad con el trabajo del instituto estadístico acabó con la dimisión de su presidente y su relevo por un perfil bajo el cual las estadísticas públicas han ofrecido una imagen bastante más amable de la situación económica de España. Las revisiones al alza de la actividad económica inicialmente estimada por el INE han maquillado el desempeño de la economía española durante la pandemia pero no la han sacado del vagón de cola del crecimiento generado tras la irrupción de la pandemia. España recuperó el PIB previo a la pandemia antes de lo inicialmente estimado, sí, pero sigue siendo el tercer país de los 27 que menos ha crecido desde entonces.
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