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| Salud en el plato. Los alimentos funcionales son los que contienen ingredientes que tienen un efecto sobre el organismo. |
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| "En los supermercados españoles se venden actualmente unos 200 productos funcionales, que suponen un tercio del mercado" |
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Todavía en Europa y en España no existe una definición oficial sobre los alimentos funcionales, término que se ha acuñado para los alimentos y bebidas que aportan un beneficio, demostrado científicamente, más allá del olor, sabor, o valor nutricional. Estos productos tienen un efecto positivo sobre una o varias funciones del organismo, ya que ayudan a un mejor estado de salud y bienestar o a la prevención de los factores de riesgo que provocan la aparición de determinadas enfermedades.
En conclusión, los alimentos funcionales contienen uno o más ingredientes que inciden sobre una o más funciones del organismo. En función de sus propiedades se pueden diferenciar macronutrientes, como el ácido oleico; micronutrientes, como las vitaminas; o compuestos sin valor nutritivo, como los flavonoides, que entre otros pueden tener efectos antioxidantes.
Aunque en España empezamos ahora a familiarizarnos con ellos, éstos nacieron a mediados de la década de los 80 en Japón por iniciativa del Gobierno que, ante el aumento de la esperanza de vida y el alza de los costes sanitarios, pensó en los alimentos como una vía para mejorar la salud de sus ciudadanos.
Según la Guía de Alimentos Funcionales, publicada por la Sociedad Española de Nutrición Comunitaria (SENC), la Confederación de Española de Consumidores y Usuarios (CECU) y el Instituto Omega 3 de la Fundación Puleva, en España existen más de 200 alimentos funcionales a la venta y se calcula que este tipo de productos, que en 2003 apenas representaban un 5% del mercado español, hoy suponen alrededor de un tercio del mismo y son en gran parte responsables del crecimiento de categorías consideradas maduras.
La aceptación de estos nuevos alimentos por parte de unos consumidores cada vez más preocupados por la salud no ha sido obviada por la industria que, a través de sus departamentos de Investigación y Desarrollo ( I+D), se esfuerza por lanzar nuevos productos que ayuden a prevenir y/o paliar las enfermedades cardiovasculares, la obesidad, la diabetes o el envejecimiento, entre otros.
La lucha contra el colesterol malo (LDL), convertido en uno de los mayores enemigos del sistema de salud, constituye un punto y parte. Así, a los productos tradicionales para controlarlo, como las almendras, las nueces, el aguacate, el salvado de avena o los berros, se han unido hoy los productos con omega-3 (huevos, leches, yogures), la soja en todas sus posibles aplicaciones, o un ejército de derivados lácteos con en el sufijo col: Benecol, Naturcol, Danacol.
Investigación
Pero el interés de los alimentos funcionales ha ido más allá de los productos terminados, de modo que sus ingredientes funcionales, los componentes que aportan el valor añadido al producto final, han saltado del laboratorio al mercado bursátil, coincidiendo con la entrada del nuevo milenio, marcado por la revolución de las tecnologías.
El origen de estas compañías está en los departamentos de I+D de las empresas de alimentación, áreas que poco a poco van ganando peso en el capítulo de gastos y que generalmente tienen ya un presupuesto anual asignado, pues el objetivo es que los nuevos lanzamientos e innovaciones, que generan mayor rentabilidad, ganen cada vez más peso en sus ventas.
En España, dos muestras representativas de empresas biotecnológicas relacionadas con el sector agroalimentario que cotizan en bolsa son Puleva Biotech y Natraceutical. La primera controlada por el líder del sector, Ebro Puleva, y la segunda por Natra, un grupo valenciano especializado en la producción del cacao desde el origen hasta el producto final y en principios activos naturales y nutracéuticos, parte que precisamente se agrupa en la filial Natraceutical.
Ingredientes mágicos
¿Qué son los ingredientes funcionales o nutraceúticos? Aunque tienen nombres más propios de componentes de laboratorio, como CV-33 o SCF, en realidad se trata de compuestos naturales con efectos beneficiosos sobre la salud. Tras una primera fase de investigación y desarrollo en los laboratorios hasta lograr su patente, éstos están listos para incorporarse en los alimentos.
No obstante, el desarrollo de un producto con un ingrediente funcional conlleva un largo proceso, que puede prolongarse más de un año, pues éste debe ensayarse clínicamente para poder destacar en el etiquetado y en su publicidad sus efectos sobre la salud.
Como ejemplos, Puleva Biotech espera comercializar en breve una composición basada en elementos que se encuentran en la leche materna que irán a productos destinados a la alimentación infantil y productos para la prevención de infecciones y otras enfermedades intestinales. La empresa, que ha incluido en sus investigaciones la lucha contra la diabetes y la obesidad, ha patentado, entre otros, dos compuestos para la prevención y tratamiento de enfermedades cardiovasculares y neurodegenerativas.
Por su parte, Natraceutical acaba de patentar un producto derivado del polvo de cacao con un contenido muy bajo en almidones y azúcares simples, que la compañía quiere orientar al mercado estadounidense, muy preocupado por los productos bajos en carbohidratos e influenciado por las dietas Zone, Atkins y South Beach. Entre otros, la firma ha patentado un compuesto obtenido a partir de la oliva, rico en polifenoles, compuestos antioxidantes naturales de probada actividad beneficiosa para la salud.
Este panorama está descrito sólo parcialmente, ya que en todos los departamentos de I+D de las industrias agroalimentarias y de bebidas no se olvida el potencial de los alimentos funcionales. Aun así, puede llegar a confundir al consumidor. ¿Saben los usuarios realmente lo que están comprado o se sienten perdidos ante los continuos lanzamientos y una publicidad que los bombardea con sus beneficios?
Según la Confederación Española de Consumidores y Usuarios (CECU), el comprador puede llegar a sentirse ciertamente desprotegido ante la avalancha de nuevos productos que cada día encuentra en las estanterías de las tiendas. Esta organización advierte de que en algunos casos puede ser inducido a error con etiquetados confusos o incompletos, que intentan explicar el efecto de los ingredientes funcionales o la cantidad diaria a consumir, o bien debido al uso incorrecto de dibujos en las etiquetas, tales como un corazón, que en la mente de los consumidores se asocia a la prevención de enfermedades cardiovasculares.
Alimentos con y sin
Junto con la cultura de los alimentos sin (sin grasas, sin conservantes, sin alcohol, sin colesterol, etc.) conviven hoy estos alimentos con (con bífidus, enriquecidos con vitaminas o con fibras), es decir, los alimentos funcionales, categoría donde también se engloban aquellos con compuestos cuyos efectos no pueden deducirse tan fácilmente. Estos requieren un mayor conocimiento por parte del consumidor para distinguir sus propiedades, como por ejemplo TonalínR (nombre comercial de un ácido linoleico derivado del aceite de cártamo que inhibe la formación de tejido graso y transforma las grasas en energía) o Benecol (éster de estanol vegetal que ayuda a reducir el nivel de colesterol).
La recomendación principal es incorporar los alimentos funcionales como parte de una dieta equilibrada y un estilo de vida saludable. Dado que una gran parte de los consumidores está cada vez más formada y concienciada con la salud, sería deseable un marco regulador a escala comunitaria desde el punto de vista sanitario, que permitiera establecer unos mismos estándares y una mejor competencia, algo en lo que se está trabajando pero que todavía no ha tenido un resultado final. En este sentido, la Unión Europea, a través de FUFOSE (Functional Food Science in Europe), tiene previsto regular la información orientada al consumidor sobre los efectos de estos alimentos y exigir que las alegaciones sanitarias estén científicamente probadas.
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