XV años del crimen de Marta del castillo
Un duelo patológico y una herida que no se cierra mientras no haya un cuerpo que enterrar
Los padres de Marta han sufrido un dolor inmenso, psíquico y emocional difícil de superar. Un «infierno» que se repite con cada nueva pista que despierta falsas esperanzas y les hace revivir la tragedia
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La familia de Marta del Castillo no ha recibido su cuerpo. Y, por tanto, no ha podido enterrarlo ni contar con una tumba a la que llevarle flores. ¿Cómo se vive eso? «Se vive con un dolor inmenso, un dolor psíquico y un dolor emocional ... muy difícil de asumir». Porque todo ser humano para poder enterrar el recuerdo de una persona necesita haber enterrado el cuerpo. Si no has enterrado el cuerpo, difícilmente puedes enterrar la emoción. Por tanto se requiere esa certeza.
ABC ha hablado con profesionales del departamento de Psiquiatría del Instituto de Medicina Legal de Sevilla que explican el duro proceso que ha vivido la familia y recuerdan que si no hay cuerpo, en muchas ocasiones existe una vaga esperanza de que esté con vida. «No tener cuerpo no te permite elaborar el fallecimiento». Por eso la herida permanece abierta. Esa herida emocional necesita un proceso de adaptación que requiere la certeza de ese entierro o tener la certeza absoluta de que esa persona está fallecida. Es una situación que provoca un «duelo patológico» que no se termina porque los familiares se siguen agarrando «a un clavo ardiendo» para mantener las esperanzas de un posible desenlace y no pasar página.
Hay casos similares. Como el de los cantantes Albano y Romina Power, que también perdieron a su hija Ylenia en Nueva Orleans sin que el cuerpo apareciera, lo que les provocó un malestar que requirió la ayuda de profesionales para afrontar esta situación.
La madre, Eva Casanueva, incluso requirió ansiolíticos y antidepresivos, según recogía la propia sentencia de la Audiencia de Sevilla que calificaba su estado como el de un «duelo no resuelto». Porque, según decían los peritos que la habían tratado, «las constantes manifestaciones acerca de la posibilidad de encontrar el cadáver de la hija la hace encontrarse en una incertidumbre continua que provoca intensa ansiedad. Este hecho da lugar a que el duelo se haya prolongado, encontrándonos ante una situación de episodio depresivo». Además, el crimen de su hija le provocó a la madre sentimientos de culpa, lo cual hizo que volviera a sufrir recaídas. Sus hermanas, Lorena y Mónica, también requirieron tratamiento.
El padre, Antonio del Castillo, sufrió un «duelo patológico» que no pudo llevarse a cabo por varias razones: incredulidad acerca de la muerte de su hija, expectativas de que pueda estar viva, importante sentimiento de ira. «No es descartable que, de estar a su alcance, llevase a cabo algún acto de hostilidad hacia quien considera culpables de su sufrimiento», decían los jueces.
Sin embargo, quince años después, ese acto de hostilidad no se ha producido aunque la herida siga abierta. Los psiquiatras recuerdan que cualquier fallecimiento produce un duelo pero dependiendo de los recursos personales se afronta de una manera o de otra. Es una frustración que en la fase temprana de intensa desesperación que se caracteriza por el aturdimiento y la queja. En la segunda, por un período de intensa añoranza y búsqueda de la persona fallecida, por la inquietud física y los pensamientos permanentes sobre el fallecido. La tercera es la fase de desorganización y desesperación en la que la realidad de la pérdida comienza a establecerse. Y en la cuarta llega la reorganización. Este duelo, tanto en Eva como en Antonio, ha sido imposible llevarlo a cabo de forma normal, lo que ha dado lugar a sintomatología psíquica.
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Por ello la sentencia condenaba a Carcaño a indemnizar a los padres y hermanas por el daño moral. Sin embargo uno de los problemas es que, como dicen los profesionales, el daño psicológico está infravalorado en relación con el daño físico. Y a ello hay que unir «No es lo mismo perder a un padre que a un hijo», admiten los especialistas, que insisten en que también influye la personalidad a la hora de afrontar esa frustración. Y son entendibles las reacciones de estas personas, como es el caso del padre de Marta, que durante estos años no ha parado de seguir buscándola y de emprender todo tipo de acciones e incluso cuestionar a la justicia.
¿Cuánto puede tardar la familia en recuperarse? Depende de muchos factores pero, sobre todo, de la personalidad y del apoyo que se tenga. Y el problema es que en cada aniversario y en cada nueva iniciativa, la herida vuelve a reabrirse. Y llega otra caída emocional que no deja mitigar ese dolor. Y a ello hay que unir otra posible situación: cada vez que ven a otras chicas recuerdan a su hija que podría tener esa edad y estar haciendo tal o cual cosa.
Hoy, si Carcaño no se hubiera cruzado en su camino, Marta del Castillo tendría 32 años y podría, como una de sus hermanas, haber sido ya madre.
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