Virginia Cabrera, maltratada con discapacidad: «Permiten que mi agresor haga su vida y a mí me dicen que me tiña el pelo para que no me reconozca»
Las llamadas 'dobles víctimas' no suelen hablar. Antes su condición las empujaba al silencio y estigma. Ella se atreve a dar voz
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![Virginia Cabrera, en Toledo, la misma ciudad donde se permite entrar a su agresor](https://s3.abcstatics.com/abc/www/multimedia/sociedad/2023/09/18/virginia-cabrera12-RoUIwNK7n7hd0WuE15nH09I-1200x840@abc.jpg)
Virginia Cabrera lucía melena rubia, y ahora es morena. También tenía siete dioptrías con 3 años, y ahora con 50 años tiene 27. Pero esta mujer con un 71% de discapacidad visual lo ve más claro que nunca, tras cruzar dos infiernos de maltratos: ... «Siempre me he sentido insegura por el tema de la vista. Desde pequeña. Los agresores se aprovechan de nuestra vulnerabilidad, les llama la atención«.
La delegada del Gobierno contra la Violencia de Género Victoria Rosell mentaba ayer mismo las «victimizaciones especiales» que hay que analizar; una de ellas es la de las mujeres con discapacidad que muy pocas veces se atreven a hablar de que, aparte del dolor que arrojan sus patologías, viven una agonía al lado de sus parejas. Virginia lo verbaliza alto y claro, pero ha tardado casi treinta años en hacerlo. Ella es, junto a Esther, Antonia, Lorey..., una de las 14 mujeres que relatan su resurrección en el libro 'La voz del coraje', que publica Inserta, la entidad de Fundación ONCE. Son mujeres con distintas discapacidades, agredidas por sus «monstruos» particulares, y lanzan al unísono el mensaje de que la violencia de género sacude a todo el espectro socioeconómico y cultural. Según la 'Macroencuesta de Violencia contra la Mujer 2019', el 40,4% de las mujeres con discapacidad acreditada han sufrido algún tipo de violencia en la pareja, frente al 31,9% de las mujeres sin discapacidad.
han sufrido algún tipo de violencia en la pareja, frente al 31,9% de las mujeres sin discapacidad.
«Cuando escucho afirmaciones, en mi trabajo por ejemplo [en una residencia de mayores], acerca de que todas somos unas aprovechadas, que vivimos de las ayudas, solo pienso en que mejor que a ti no te pase», zanja Virginia.
Su primer marido la maltrató física, psicológica y verbalmente. También a sus hijos. Tuvieron tres. Él era militar, fue expulsado por el Ejército, pero junto a él se mudó a Sevilla, San Fernando y Ceuta, donde la falta de independencia económica y la mala convivencia acabaron por hundirla. ¿Ayudas? La de Cáritas, afirma. «Estuve en una casa de acogida durante semanas. Él se declaró insolvente y yo saqué adelante a mis hijos, aunque al segundo de ellos, que vivió un tiempo junto a su padre, no se le olvida el dolor que él le causó».
Atravesado el primer círculo en llamas, Virginia pensó que había encontrado el amor junto a otro hombre. Y se trasladó a Toledo. La bebida se cruzó en ese camino, y en la Navidad de 2018 ella sintió que él acababa con todo. Le rompió la nariz, le desfiguró la cara, la volteó «como un guiñapo», la estampó contra las paredes y los puñetazos volaban. Cada 25 de diciembre somatiza la escena. Su hijo dice que la olvide ya, que ese hombre acabó ocho meses en la prisión de Ocaña por aquello, pero Virginia incide: «¿Has sido víctima? Lo seguirás siendo siempre. Cada vez que llega Navidad es horrible«. Lo que más le dolió es ver cómo »él sabía dónde golpearla«, iba a darle en la frontal entre los dos ojos para intentar dejarla sin poder ver el resto de sus días. »Si no llegan a alertar los vecinos, ese día hubiera sido el último. Estoy segura de ello«, dice a ABC.
Qué falla
«¿Y aún se preguntan qué falla?», acuchilla con cierto recochineo a las autoridades. Ella desgrana uno tras otro los errores del sistema: «La Justicia no hace los deberes. A él le impusieron una condena, rebajada en tiempos del Covid porque se había portado bien. Tiene una orden de alejamiento, me han quitado la vigilancia policial, tiene prohibido acercarse a mí pero a ciertos metros porque puede entrar en la ciudad donde resido. Él sí sabe dónde estoy. Le han dejado suelto, le permiten que haga su vida, y amí me aconsejó la Policía que me tiñese el pelo para que no me reconozca. No culpo a la Policía, no hay un agente para cada maltratada, pero yo estoy amenazada de muerte. Las víctimas nos sentimos aisladas y hay muchos elementos del sistema que están fallando. Lo están haciendo mal«.
![Imagen - «Temo por mi vida. Estoy amenazada de muerte. Pienso que este tío quiere acabar con mi vida»](https://s1.abcstatics.com/abc/www/multimedia/sociedad/2023/09/18/virginia-cabrera3-U28475315278tav-170x170@abc.jpg)
«Temo por mi vida. Estoy amenazada de muerte. Pienso que este tío quiere acabar con mi vida»
¿Por qué denuncia a voz en grito si teme por su vida? Antes la doble condición de víctima con discapacidad solía recluir a estas mujeres al silencio y el estigma. Virginia contesta: «Me he vuelto respondona. Pienso que este tío quiere acabar con mi vida, y el único servicio que me ayuda es Atenpro de Cruz Roja, que sí están llamándome cada cierto tiempo para ver dónde y cómo estoy«. ¿Otra laguna? »Lo que necesitamos las víctimas es mucha ayuda psicológica. Vas una vez y te atienden a los cuatro meses. Estás destrozada, no hay terapia que se mantenga así y solo se puede salir con terapia. Pero quiero decirle a todas que se sale, aunque lo vean negro, cuesta muchísimo, pero se sale«.
Con gran coraje, Virginia acabó por mirarse al espejo. Con su discapacidad, «hasta entonces» nunca lo hacía. Se sentía el 'patito feo' del cuento. Lastrada por la paliza recibida, era lo único que no quería hacer. Pero se forzó para empezar a dibujar desde el reflejo a una Virginia nueva. Ha tardado mucho. «Durante meses estuve sin nada más que comer que lo que nos daban en los comedores sociales, porque pese a la condena, el segundo maltratador nunca me ha indemnizado tampoco».
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Agradece a Inserta Empleo la ayuda para encontrar un trabajo y a Fomento la intermediación para tener un piso de alquiler. «Ahora sé que no hay por qué aguantar que un hombre te humille, te haga sentir inferior -relata en el libro, que se presenta en Toledo el próximo jueves-. Hay que pedir ayuda y un día ves la luz, aunque te hayas roto en mil pedazos. Yo ya no soporto un grito más».
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