El 'seacabó' de las taxistas: «Queremos cámaras en los coches»
El sector del taxi en España destaca sobre otros países con un 4% de conductoras. Sin brecha salarial pero con mayor inseguridad, rehúyen del turno nocturno por ciertos comportamientos indecorosos. Este 8-M alzan la voz
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Puntos fuertes. Horario menos rígido, autonomía y nula brecha salarial. Puntos débiles. Inseguridad, pervivencia de estereotipos de género y cierto trato vejatorio. Las taxistas alzan su voz este 8-M, Día de la Mujer, y dan a conocer que a pesar de representar solo ... un 4% de los conductores de estos vehículos en España –según datos del Observatorio de Igualdad y Empleo, en 2019– sus reivindicaciones han llegado para quedarse.
Para ellas, también se acabó (o debería acabarse) que un cliente se vaya sin pagar y tengan miedo a encararlo; se masturbe en el asiento trasero y les entre el miedo en el cuerpo; o incluso, se propase con ellas, las invite a desayunar o a algo más, porque lo devuelven ebrio (y a salvo) a altas horas de la madrugada a su casa.
Ha llovido mucho desde aquellas primeras mujeres que en la década de los 20 se pusieron al frente de un coche amarillo en las ciudades de Nueva York y Chicago. En la ciudad de los rascacielos, no obstante, el índice de representación femenina sigue siendo mínimo, solo un 1% de los taxistas son mujeres; mientras en Londres, lo son un 2%.
En nuestro país, salvo casos contados en ciudades como León (la maestra Piedad Álvarez, en 1935), no fue hasta la década de 1990 cuando despegó ese porcentaje. Siguen sin ser muchas, pero están rompieron la barrera estereotipada del 'mujer tenías que ser' y quieren tener condiciones de trabajo cada vez más seguras, por eso reclaman algunos dispositivos que resultan fiables.
En las últimas semanas las taxistas han sido el sector más combativo y han organizado diversas acciones para este 8-M. Como en Madrid, donde lucirán una pegatina desde hoy en sus vehículos. La acción se llama –no podía ser de otro modo– 'Mujer tenías que ser'. Presumirán, pues, de serlo al volante.
Pero la espita de la indignación saltó recientemente en Barcelona, con una grabación que se hizo viral. La dueña de un taxi 'cazó' con su cámara instalada en el vehículo (no está permitido en la ciudad condal) a un cliente masturbándose; lo denunció presentando la cinta como prueba en la comisaría de la Guardia Urbana más cercana a la calle Sepúlveda, donde expulsó al onanista del coche, y ahora se encuentra litigando con su abogado y enfrentando ella la sanción.
Porque en la capital catalana lo que se permite desde 2008 es la colocación de un botón del pánico conectado por circuito interno directamente con el 112, explica a ABC Miriam Martínez, de 58 años con más de 20 de taxi a sus espaldas. «Tener ese botón nos supuso pagar 1.200 euros a cada taxi. No sirve para nada, lo activas si te pasa alguna cosa, pero tardan mucho en geolocalizarte», explica Miriam, a quien entre otras cosas le amenazaron «con una jeringuilla en el costado».
Ese botón SOS es el que reclaman precisamente Martha o Mari Luz en otras urbes como Madrid. Piden que vaya adherido a una luz roja que se active en la capilla del coche y permita a la Policía detectar que ese coche se encuentra en apuros con facilidad.
El episodio desagradable de Barcelona hizo saltar al presidente de Élite Taxi, Tito Álvarez, que se quejó de que de los comportamientos indecorosos, también agresiones, atracos y 'sinpas' son cada vez más frecuentes en lugares como Barcelona, y sitúan a los taxistas todavía –a hombres y mujeres por igual– en una situación de «total desprotección» frente a los usuarios.
El remedio que piden los taxistas en esa ciudad es, pues, la instalación legal de cámaras dentro de los vehículos tal y como ya aprobaron las ordenanzas municipales de Bilbao o Zaragoza. A pesar de que el alcalde Jaume Collboni prometió al gremio de conductores que en 2024 sería factible colocar esos dispositivos, sufragados por cada taxi, esta posibilidad ha sido descartada por el momento. «No lo quieren, no están por la labor», despeja Miriam. La razón esgrimida, que no comparten taxistas como ella, Laura, Vicky o Carmen, es que serían «invasivas» en la intimidad de los clientes, pero según las encuestas de las plataformas de taxis se acredita que no solo estarían de acuerdo los conductores (ellos y ellas), sino que los usuarios también se sentirían más cómodos.
«Además –objeta la veterana Miriam–, esas imágenes van por circuito cerrado a la empresa proveedora del servicio al Ayuntamiento. No accedemos a ellas. No son para nuestro consumo, sino para nuestra seguridad». En la capital catalana –donde hay 400 mujeres entre 11.000– las taxistas organizadas en torno al sindicato Fem Taxi ponen la voz en grito: no pueden continuar así, con un nivel de delincuencia creciente. «Queremos ya cámaras en los coches», repiten incisivas.
Por el hecho de ser mujer sí confrontan más comentarios y conductas machistas. La peruana Erika Rosa Aguilar, de 49 años, se revolvió ante «un chaval joven que dio veinte euros y comenzó a masturbarse en la misma calle de una comisaría». «No sentí miedo, solo rabia, asco, impotencia... Ahora me río, pero lo eché del taxi. Ni siquiera chillé, porque suelo ser calmada. Lo solté en la puerta de la comisaría y le dije: ya has llegado a tu casa».
La mayoría de las taxistas preguntadas –más de seis de cada diez, según el IV Observatorio de la Mujer Taxista, de la plataforma Free Now– rehúyen del turno nocturno por las continuas invitaciones a seguir de fiesta con el cliente, o intentos invasivos de flirteo. «El alcohol, las sustancias... unos hasta te piden disculpas por la forma en que van, o te obligan a parar para vomitar; mientras otros quieren que los lleves a la discoteca y te quedes con ellos en la fiesta. Yo les sigo el rollo y, sin llegar a ser cortante por lo que pudiera pasar, les agradezco y sigo», dice Angélica Cadena, de 38 años y solo uno al volante de su propia licencia en Madrid. En la capital, de unas 20.000 licencias, no llegan a mil las que poseen mujeres.
La forma de esquivar ciertas formas de acoso por parte del cliente también varían. «Si te vomitan, cuando coges a alguien bebido, puedes estar durante horas sin trabajar por el olor», dice María L., en Málaga. Eso, para un autónomo, es un castigo «y el cliente se va de rositas, eso cuando paga». También hay «quien tiene una mala bebida y se olvidan de abonar el servicio», cuentan. «Y qué haces: ¿enfrentarlos, salir corriendo tras ellos y exponerte a un navajazo o una agresión como le ha sucedido a algún compañero?», se queja Miriam. «Yo pienso: lárgate y quédate la pasta, que mi vida vale más que una recaudación», comenta a su vez Erika.
Prejuicios
Todas las taxistas con las que ha hablado ABC coinciden en que mientras las mujeres se hacen cada vez más presentes en un sector masculinizado se avanza mucho en otro campo: el combate de los estereotipos. Comentarios jocosos respecto a la «suerte y la sorpresa» de que la carrera se la haga una mujer o que les digan 'qué trabajo tan poco femenino han elegido' se siguen produciendo, al decir de estas mujeres, pero ya no son comunes.
En pleno siglo XXI, la conducta que sí resulta chocante es la que cuentan algunas 'sufridoras'. «Me he encontrado en las Ramblas yendo a recoger a un pasajero con la mano levantada, y al ver que se acercaba una mujer, bajarla, dejar pasar de largo el taxi, y subirla al siguiente compañero», relatan por igual Miriam y Erika.
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La segunda también ha vivido el choque con algunas culturas que se niegan a que les traslade una mujer. En esos momentos, cuanto te bajan la mano y esperan al hombre, compara María, «te sientes como en una reunión, tú sentada con tu traje sastre, donde les ceden la palabra solo a ellos». «Estamos todas callejeando la ciudad, buscándonos la vida. No hagan eso por favor, que quedan como auténticos cromañones», se despiden con cierta sorna en un chat que comparten más de 200 taxistas en el país.
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