Hoy es 8-M, ¿qué me vas a vender?

Por si fuera yo la que ha perdido la cabeza inventando un asalto irreal de 'femvertising', ese marketing que vampiriza al feminismo, acudo a internet. Comparto los resultados porque muestran los píxeles de la foto en la que vivimos. Tecleo en mi buscador 'ofertas día de la mujer' y la pantalla vomita un zoco feminista –uy, sintagma imposible–, un mercadillo inabarcable con la mujer cómo gancho. Qué innovación, qué avance, cuánto progreso, qué ingentes dosis de igualdad. Las ofertas van de joyerías a electrodomésticos. Sigo brujuleando y doy con el origen de tanta rebaja y promoción: 'Cinco estrategias de marketing para el Día de la Mujer', 'Cómo reforzar tu marca el 8-M'.

Imaginen cómo tenemos el buzón los periodistas de este país esta semana: atestado de asuntos pro-feminismo. Las notas de prensa, las presentaciones y los encuentros con y de mujeres. De empresas, instituciones y organizaciones políticas. Hoy es el día del postureo rosa o morado, o los dos; la jornada en la que revientan las cuotas, el gran día del fingimiento feminista, el mayor festival de mujerismo del mundo. ¿Tú cuántas tienes? Que se vean. Que hablen. Que se muestren. Sácalas en las fotos, en los vídeos. Sobredosis de mujeres, que se harten de verlas. Que no puedan decirnos nunca que no somos feministas. Si tiene usted una directiva, exhíbala. Si tiene un Tesla, también. Con una mujer con puestazo y un coche eléctrico tu empresa ya es ética, responsable y comprometida.

Me contó una mujer muy triunfadora en un sector de hombres que estaba harta, hartita, hartísima, de que la convocaran siempre para los congresos y foros porque sólo estaba ella. Si se negaba, le insistían. Se sentía como glutamato feminista, una mujer escaparate. Busco ofertas del día de la Democracia –es el 15 de septiembre– y, oigan, ni una. Por afinar geográficamente, consulto las promociones del día de la Constitución y todo son viajes para el puente. El año que viene me hago una escapada en el 8-M. Me ahorro el indigesto atracón de eslóganes, y, de paso, la dieta a la que luego se pondrán los vendedores oportunistas de feminismo.