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UNIDAD DE LOS CRISTIANOS

Después de lanzar un llamamiento a la unidad de los cristianos con la encíclica «Un Unum Sint» de 1995, Juan Pablo II inició en Rumanía en 1999, la primera visita papal a un país ortodoxo desde el cisma de 1054. Poco a poco, logró completar la lista de patriarcados con la excepción del más importante: Moscú. Entre los grandes preparativos del Año Santo del 2000 se incluyó la convocatoria de sínodos de obispos para cada uno de los continentes. Aquel Año Jubilar fue el mayor de la historia, y el primero verdaderamente mundial.

Muchos miembros de la Curia temían que el Papa no sobreviviese al ritmo agotador de viajes, encuentros y ceremonias. Pero el anciano Pontífice consiguió no faltar a ninguna cita y continuó sus peregrinaciones en 2001, realizando en Atenas la primera visita de un Papa a Grecia y, en Damasco, la primera a una mezquita. A veces, cuando alguien le suplicaba que aminorase el ritmo de sus viajes, Juan Pablo II respondía: «Tengo que seguir. Soy el sucesor de Pedro, pero también el de Pablo». Fue un Apóstol viajero. Los que Jesús llamó tampoco se paraban a descansar.

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