TÚ ERES PEDRO
A. GARRIGUES DÍAZ-CAÑABATE
Luego, echa agua en un lebrillo y se puso a lavar los pies de los discípulos. Llega a Simón Pedro; éste le dice: «Señor, ¿lavarme tú a mí los pies?». Jesús le respondió: «Lo que yo hago tú no lo entiendes ahora; lo comprenderás más tarde». Le dice Pedro: «Jamás me lavarás los pies».
Jesús le respondió: «Si no te lavo, no tienes parte conmigo». Le dice Simón Pedro: «Señor, no sólo los pies, sino hasta las manos y la cabeza». «Todos dice Jesús os escandalizaréis de mí esta noche». Pedro: «aunque todos se escandalicen de ti, yo no me escandalizaré». Jesús: «Simón, Simón, mira que Satanás ha logrado cribaros como el trigo y yo he pedido por ti, para que tú no desfallezcas». Pedro: «Señor, estoy dispuesto a ir contigo a la cárcel y aún a la muerte». Jesús: «En verdad, en verdad te digo Pedro, que antes de que hoy cante el gallo, tú me habrás negado tres veces».
En el huerto, Pedro secciona una oreja a Malco, sirviente del Sumo Sacerdote. Jesús le dice: «Basta de violencia, vuelve la espada a su vaina porque el que use espada a espada morirá». Las negaciones: Marco: «¿No te vi yo en el huerto con él?».
Todos: «Claro, es de ellos, su acento galileo lo delata». Pedro comienza a imprecar y a jurar que no conocía a ese hombre. «Por ventura, ¿tú no eres uno de los discípulos de ese hombre?», le dicen otros. Pedro contesta: «No lo soy». Las mujeres insisten: «Tú también vives con el Nazareno, con ese Jesús». «No sé lo que decís» contesta Pedro. En ese momento canta el gallo. El Señor se vuelve y miró a Pedro, que nunca ya olvidará esa mirada.
Los doce se han reunido en torno a Pedro, siguiendo la consigna dada por el Maestro; han venido a vivir a su casa, considerándolo su jefe natural.
Han consumido largas horas en conversación y recuerdo, meditando y rezado juntos y es hora de acordarse del trabajo. Pedro no conoce más que el de pescador y les dice: «me voy a pescar». «Vamos también nosotros contigo», le contestan. En una de las largadas, casi al amanecer, divisan en la orilla una figura humana: «Muchachos, ¿teneis algo de comer? Echad la red a la derecha y lo hallaréis». «¡Es el Señor!», dice Pedro. Se calzó la túnica y corrió hacia El.
En la última cena, cuando hubieron comido, dijo Jesús a Simón Pedro: «Simón, ¿me quieres más que estos?». El dijo: «Si, señor, tú sabes que te amo». Dijole: «apacienta mis corderos». Por segunda vez le dijo: «Simon, ¿me quieres?» Pedro le respondió: «Sí, Señor, tú sabes que te amo». Jesús le dijo: «apacienta mis ovejas». Por tercera vez le dijo: «Simón, ¿me amas?». Pedro se entristeció de que por tercera vez le preguntase ¿me amas?. Y le dijo: «Señor, tú lo sabes todo, tú sabes que te amo». Díjole Jesús: «Apacienta mis ovejas».
A Jesús le gustaba presentarse como el Buen Pastor, por eso pasará a Pedro su cayado, para que lo lleve hasta su muerte y lo legue a sus sucesores. Con las palabras «Apacienta mis corderos», Jesús está confiando a Pedro su Iglesia para siempre. Llegado Jesús a la región de Cesarea de Filipo, hizo esta pregunta a sus discípulos: «¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre?».
Ellos le dijeron: «Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías; otros, que Jeremías o uno de los profetas». Diceles: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?» Simón Pedro le contestó: «Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo». Tomando entonces la palabra Jesús le respondió: «Bienaventurado eres Simón, hijo de Jonás, porque no te ha revelado esto la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella. A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos, y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos».
Entonces mandó a sus discípulos que no dijesen a nadie que él era el Cristo.Jesús une definitivamente consigo a Pedro. Anteriormente le había prometido hacer de él la roca inquebrantable de la Iglesia, hoy le consagra como pastor del gran rebaño. Después de haberle investido de la perpetuidad, le confiere la universalidad.
La consigna, pues, que Cristo le da, tiene que tener un significado distinto, más largo que la vida personal de Pedro, que es sólo un momento, pero «qué momento», de la vida temporal de la Iglesia.
Si Cristo habla de un rebaño permanente que va a prolongarse por los siglos, es claro que también habla de un pastoreo permanente, que durará después de la muerte de este pastor concreto. Jesús está realmente introduciendo en la historia religiosa de la humanidad una institución llamada a durar tanto como la fe en Jesús. Aquí empezó una historia que sigue en pie veinte siglos después. En aquella orilla del mar de Galilea nació el papado. Otros podrán hablar con más autoridad de la vida de Pedro, pero cada uno hace lo que puede.
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