AL SERVICIO DE LA VERDAD
Elías YANES
Cuando Juan Pablo II fue elegido sucesor de Pedro, en la
sede de Roma, tenía en su haber una experiencia profunda y amplia de los grandes
problemas del mundo contemporáneo. Había padecido con su propio pueblo el poder
destructivo de la Segunda Guerra Mundial, conoció directamente la invasión nazi de su
país, vivió durante muchos años bajo la estricta dictadura del comunismo soviético,
fue obrero manual en una fábrica de automóviles, apóstol de los jóvenes, profesor
universitario, estudioso de la filosofía contemporánea, protagonista del Vaticano II
desde la primera a la última sesión, viajero en todos los continentes.
Según su propio testimonio, el día en que fue
elegido, el 16 de octubre de 1978, cuando le fue hecha la pregunta: «¿Aceptas?»
respondió: «En obediencia de fe a Cristo, mi Señor, confiando en la Madre de Cristo y
de la Iglesia, no obstante las graves dificultades, acepto». Siguiendo el ejemplo de su
predecesor Juan Pablo I, eligió el nombre de «Juan-Pablo». Él lo explicó así:
«Deseo al igual que él expresar mi amor por la singular herencia dejada a la Iglesia por
los Pontífices Juan XXIII y Pablo VI y al mismo tiempo mi personal disponibilidad a
desarrollarla con la ayuda de Dios».A lo largo de su pontificado, Juan Pablo II, con su
original estilo personal, ha dado pruebas frecuentes de su estima por Juan XXIII y Pablo
VI.
El Magisterio de Juan Pablo II es un desarrollo
coherente de la enseñanza de los dos Pontífices Juan y Pablo, y del Concilio Vaticano
II. No es difícil comprobarlo con un análisis detenido de sus documentos. En su primera
encíclica «Redemptor hominis», de carácter programático, publicada el 4 de marzo de
1979, aparecen ya casi todos los temas a los que ha prestado especial atención en sus
encíclicas y exhortaciones apostólicas. La lista de estos documentos es elevada.
Algunos recogen las reflexiones de las Asambleas
del Sínodo Universal de los Obispos. Ha sido un Magisterio extenso, profundo, atento a
los grandes problemas de la Iglesia y del mundo contemporáneo. El estilo literario es
denso, en ocasiones difícil, en contraste con el lenguaje familiar de Juan XXIII o la
expresión más cuidada y bella de Pablo VI.Cristo-Redentor es, según Juan Pablo II, la
clave y el fundamento teológico de la vida espiritual y la acción pastoral de la Iglesia
y de las distintas categorías de personas dentro de la Iglesia: vocación y misión de
los esposos cristianos, de los seglares, de la mujer, de los sacerdotes, de los
religiosos, de la acción social de la Iglesia, de la dignidad de la persona humana.
Ningún Pontífice ha dedicado tantas páginas como
Juan Pablo II a exponer los misterios centrales de nuestra fe: la Encarnación del Hijo de
Dios, la misericordia de Dios Padre, la acción del Espíritu Santo. Su reflexión
teológico-pastoral es cristocéntrica y trinitaria. El misterio de la Iglesia aparece
como misterio de comunión con Cristo y con el Padre, en el Espíritu Santo. Misión de la
Iglesia es dar testimonio de la misericordia de Dios.
En los documentos de Juan Pablo II y en sus
numerosos discursos ante los más diversos auditorios en sus viajes por todo el mundo,
ocupa un lugar preeminente el mensaje cristiano sobre la dignidad del hombre, su vocación
y misión. En estas materias, el Papa Juan Pablo ha sido plenamente fiel al Evangelio y a
la tradición viva de la iglesia, frente al erotismo dominante y frente a las injusticias
y crueldades de nuestro tiempo.Ante la profunda crisis de valores morales, que ha afectado
incluso a la comunidad cristiana, Juan Pablo II ha propuesto una reflexión lúcida y
solidísima sobre las cuestiones más decisivas de la moral fundamental, de suma
actualidad e importancia para la vida de la Iglesia y de la sociedad.La vida de Juan Pablo
II ha sido un servicio audaz, generoso, permanente a la Iglesia y la humanidad.
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