TEÓLOGOS CRISIS ABIERTA
Madrid. Ricardo Coarasa
Juan Pablo II tuvo que afrontar desde el comienzo
de su Pontificado conflictos doctrinales con los teólogos centroeuropeos y con los
defensores de la Teología de la Liberación. En la mayor parte de los casos, las
acusaciones de intransigencia iban dirigidas a la Congregación para la Doctrina de la Fe
que preside el cardenal Ratzinger. En el fondo, los tiros no iban sino contra la autoridad
del Pontífice.Uno de los teólogos más belicosos ha sido el suizo Hans Küng. Cuando
Juan Pablo II fue elegido Papa en 1978, el proceso abierto a Küng llevaba ya en curso
tres años.
La sentencia de la Congregación para la Doctrina
de la Fe tuvo lugar en diciembre de 1979 y los términos en los que se expresa no dejan
lugar a la duda: «Se aparta (Küng) en sus escritos de la plenitud de la verdad de la fe
católica. En vista de ello, no puede considerarse como teólogo católico ni enseñar
como tal». Las diferencias con el Vaticano se referían fundamentalmente a cuestiones
relativas a la infalibilidad del Papa, al magisterio de los obispos y a la Eucaristía.
Küng –que se negó a acudir a Roma– fue privado de su cátedra de Teología
católica en la Universidad de Tubinga.
El teólogo suizo manifestó su malestar hacia los
obispos alemanes y hacia sus compañeros de docencia por obedecer a Roma en lugar de
respaldarle.La rebeldía de KüngEl propio Juan Pablo II le dirigió una carta abierta
unos meses después en la que le invitaba, en tono conciliador, a un «encuentro en la
verdad proclamada y profesada por la Iglesia» para que Küng pudiera volver a «ser
llamado teólogo católico».
El Papa se preguntaba en la misiva si un teólogo
«que no acepta íntegramente la doctrina de la Iglesia tiene todavía el derecho de
enseñar en nombre de la Iglesia». Desde que le fuera retirada por Roma la «venia
docendi», Küng no ha dejado de cuestionar a la menor oportunidad la infalibilidad del
Papa y su autoridad en cuestiones doctrinales.
Uno de sus ataques más furibundos acaeció en
octubre de 1985 cuando en un polémico artículo, publicado en el diario alemán «Die
Zeit», Küng criticaba la labor de Juan Pablo II en sus siete años de Pontificado y le
acusaba de «tener miedo a la libertad» y de dedicarse «no a curar las heridas sino a
poner sal en ellas». Además, le echaba en cara el haber frenado el movimiento conciliar,
practicar un «adoctrinamiento unilateral» y llevar a cabo una «política activa» en
Iberoamérica «en estrecha coordinación con la Casa Blanca».
Schillebeeckx y la fe
En los días del proceso contra Küng otro ilustre
teólogo, el dominico belga Edward Schillebeeckx, resolvía en Roma sus diferencias con el
Vaticano. El que fuera asesor del Episcopado holandés en el Concilio Vaticano II
comparecía ante el tribunal eclesiástico para aclarar sus opiniones sobre la divinidad
de Cristo –únicamente un hombre «elegido por Dios», según él–, la
fundación de la Iglesia y la virginidad de María.Juan Pablo II declaraba por aquel
entonces en un discurso dirigido a los teólogos que el pluralismo teológico «es lícito
con tal de que mantenga íntegro el depósito de la fe». Un aviso para navegantes ante lo
que se avecinaba.
Schilleebeckx expuso su postura en un documento de
treinta folios que la Curia juzgó insuficiente. El dominico belga defendía la
distinción entre «datos de la fe y formulaciones, que dependen de una época y no son
objeto de fe, y de hecho ciertas formulaciones que mantenemos como de derecho divino
impiden a muchos hombres de hoy penetrar en la significación del dato revelado».
Cuando fue de nuevo citado a declarar ante la
Congregación para la Doctrina de la Fe, Schilleebeckx se negó a dar más explicaciones y
criticó con dureza los procedimientos «inquisitoriales» de la Congregación y el
proceder de Juan Pablo II al frente de la Iglesia. Roma pidió al teólogo belga una
rectificación pública. Schilleebeckx mantuvo tras su proceso una actitud más moderada
que Küng –a pesar de mostrar su apoyo a Leonardo Boff en 1985– y se mostró
conciliador: «Creo en la función de la jerarquía, en la necesidad del diálogo y dudo
lo suficiente de lo que pienso como para darme cuenta de que necesito contrastar
pareceres».
Boff y la Iglesia de base
Pero el que fue sin duda el enfrentamiento
teológico de mayor envergadura del Vaticano con la Iglesia americana durante el
Pontificado de Juan Pablo II tuvo como protagonista al teólogo brasileño Leonardo Boff.
Boff, uno de los mentores de la Teología de la Liberación junto a Gustavo Gutiérrez e
Ignacio Ellacuría, expuso las líneas directrices de ésta en su libro «Iglesia, carisma
y poder», publicado en 1982, en el que sostiene que la jerarquía de la Iglesia «ha
expropiado al pueblo de Dios de los medios de producción religiosa», es decir, de su
capacidad decisoria en cuestiones de fe.
Ese enfrentamiento entre la cúspide de la Iglesia
y la autodenominada «Iglesia de base» no gustó a Roma, que lo entendió como una
transposición camuflada de la lucha de clases marxista, por lo que en septiembre de 1984
fue llamado a declarar ante la Doctrina de la Fe. Un mes antes, el propio Ratzinger, con
la aprobación papal, había alumbrado una Instrucción que abordaba «algunos aspectos de
la Teología de la Liberación», en lo que algunos interpretaron como una toma de
posición de la Iglesia ante el proceso a Boff.
En esa instrucción, publicada durante la estancia
del franciscano brasileño en Roma, se afirma que «la liberación no puede ser de
naturaleza principal y exclusivamente política. La primera liberación es la del
pecado».La respuesta de Boff no se hizo esperar. No se sentía aludido: «No nos afecta a
ninguno de nosotros. Este documento del Vaticano es un tiro fuera del blanco». El
controvertido teólogo calificaba la instrucción de «humillación a los pobres de todo
el mundo».
Unos meses después, en enero de 1985, fue el
propio Juan Pablo II el que en el curso de su sexto viaje a Iberoamérica advirtió a
Boff, aún sin nombrarlo, al prevenir contra «quienes abusando de la misión de enseñar
recibida por la Iglesia anuncian no la verdad de Cristo sino sus propias teorías».
Finalmente, en abril, Boff fue condenado a un año de silencio: «cese en sus actividades
como conferenciante, escritor y director editorial». El Vaticano calificaba de
«insostenibles» algunas ideas teológicas de Boff que «pueden poner en peligro la sana
doctrina de la fe». Boff recibió el apoyo de un amplio sector del Episcopado brasileño.
Sin embargo, pocos años después de serle levantada la sanción anunció que abandonaba
los franciscanos para casarse con su secretaria, con la que mantenía una larga relación
sentimental.
Drewermann y el celibato
El aborto ha sido otro de los asuntos que ha
enfrentado al Vaticano con los teólogos progresistas. El alemán Eugen Drewermann negaba
en enero de 1992 en la revista «Der Spiegel» el derecho de la Iglesia «a declarar
culpable a la mujer que aborta sin preocuparse de saber en qué conflicto o en qué
angustia vive».Drewermann también dirigía su particular cruzada contra el celibato y
calificaba de «leyenda» el nacimiento de Jesús en Belén y su concepción por una mujer
virgen. El Vaticano le retiró el permiso para predicar –con anterioridad ya le
había retirado la «venia docendi»– al negarse a rectificar sus controvertidas
tesis.
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