Diez años de Sánchez, el líder inesperado que enterró al viejo PSOE
Hace una década se impuso en las primarias a Madina gracias al apoyo de Susana Díaz, con la que luego rompió
Pese a ser un total desconocido, ambicionó liderar el partido antes incluso de la marcha de Rubalcaba
Madina rechazó utilizar los plagios de la tesis en el debate de candidatos
![Un joven Pedro Sánchez celebra su entronización como líder del PSOE en 2014](https://s1.abcstatics.com/abc/www/multimedia/espana/2024/07/14/sanchez-pozo-k0yC-U602841533222H2H-1200x840@diario_abc.jpg)
Cuando el diputado raso socialista subió los tres peldaños de mármol del modesto restaurante de menús del día de la calle Ventura de la Vega, un frío día de febrero de 2014, no podía siquiera imaginar lo que iba a escuchar apenas instantes después, tras ... haber ordenado unas lentejas de primero y una merluza a la romana de segundo. No bien había dado el primer trago a su vaso de vino con gaseosa, escuchó a su joven compañero en el Grupo Socialista la frase que le dejaría noqueado y pensativo toda la jornada. «Voy a presentarme a las primarias para ser el candidato del partido a la presidencia del Gobierno», le espetó. Unas palabras pronunciadas por Pedro Sánchez Pérez-Castejón, a la sazón diputado por la circunscripción de Madrid, su provincia y ciudad natal y donde hasta el momento había ejercido su corta e intrascendente trayectoria política, fundamentalmente como concejal en el Ayuntamiento de la capital, durante los primeros años del alcalde popular Alberto Ruiz-Gallardón. Atónito, aunque condicionado por la relación cordial que mantenían, le dio ánimos y ambos exploraron el escenario político presente y futuro, antes de pagar la cuenta a medias y volver al Congreso de los Diputados (un paseo de apenas dos minutos desde el establecimiento en el que habían comido) para asistir al pleno semanal.
Tampoco era el parlamentario en cuestión su más íntimo amigo, y ni siquiera la persona del partido con la que mayor relación política había tenido, de lo que cabía deducir que no era el único al que había hecho tal confesión. O dicho de otra forma: Sánchez se estaba moviendo. En aquel momento el hoy presidente del Gobierno era un perfecto desconocido para la opinión pública. De 42 años de edad, era un hombre casado y con dos hijas pequeñas, el mayor de dos hermanos de una familia vinculada desde siempre al PSOE, con un padre que llegó a ocupar cargos en los ochenta en la administración de Felipe González. Aquel profesor de Economía de la Universidad Camilo José Cela (tras doctorarse con una tesis sobre la que años después ABC arrojaría evidencias de plagio) había entrado de rebote como diputado en dos ocasiones. La última un año antes, cuando personas muy importantes del aparato de Ferraz, con el que cultivaba buenas relaciones, maniobraron con el Gobierno de Mariano Rajoy para designar a Cristina Narbona (hoy presidenta del PSOE) miembro del Consejo de Seguridad Nuclear, lo que la retiró del Grupo Socialista, haciendo hueco para que corriese la lista de Madrid y Sánchez pudiera obtener su acta de diputado. Se había movido en el ámbito de las tertulias televisivas, incipientes entonces, pero su bagaje era escaso, aunque una cosa estaba clara: ambición no le faltaba.
En aquel momento, Rajoy gobernaba con una cómoda mayoría absoluta y Alfredo Pérez Rubalcaba era el líder de la oposición tras la debacle electoral que para el PSOE supuso en 2011 el fin de la Presidencia de José Luis Rodríguez Zapatero. En aquel año de elecciones municipales y autonómicas en primavera y generales en noviembre, el poder territorial socialista se quedó en los huesos, y el Partido Popular (PP) llegó a gobernar en lugares tan insospechados como Castilla-La Mancha y Extremadura, hasta ese momento férreos feudos socialistas. Luego, en 2012, se celebró en Sevilla un convulso XVIII Congreso Federal que enfrentó a Rubalcaba con la exministra Carme Chacón, quien salió derrotada por apenas 22 votos de delegados de diferencia. El partido estaba en crisis. La figura de Rubalcaba, respetada y casi venerada por varias generaciones de socialistas, no tenía empuje electoral, y eso era un secreto a voces en Ferraz y aledaños. Tanto entre los que habían apoyado a Chacón como entre muchos de los que respaldaron y se quedaron con Rubalcaba. «Todos le queríamos mucho, su trayectoria es impecable, y su cabeza política, pero las encuestas internas detectaban que teníamos un problema, y muy serio, con el electorado jóven de izquierdas», recuerda un dirigente muy próximo a Sánchez que hasta hace poco ha ocupado cargos de responsabilidad. «España había vivido el 15-M, y no lo olvidemos, gobernaba entonces Zapatero, esa revuelta fue en buena medida contra nosotros», recuerda otro de los dirigentes consultados por ABC. Aunque todavía hoy hay quien discrepa y cree que Rubalcaba hubiera podido enderezar el rumbo del partido tras la pésima herencia en términos de facturación electoral recibida de manos de Zapatero. Otros, en cambio, afirman incluso que Rubalcaba fue siempre un líder de transición para dejar paso a un relevo generacional.
En noviembre de 2013 el PSOE había celebrado una conferencia política, una herramienta estatutaria del partido a la que se recurre en muy pocas ocasiones, como evidencia que no ha vuelto a celebrarse una hasta enero de este mismo año. Un Rubalcaba visiblemente acatarrado dio un discurso tratando de insuflar ánimos, pero su estado vírico era casi una constatación del motor gripado socialista. Allí estaba, entre bambalinas, Sánchez, que incluso pronunció un discurso sobre fiscalidad en una de las mesas de la conferencia con el que ya se hizo notar, recuerdan algunos de los asistentes. Como en toda conferencia de este tipo, había que preparar un sesudo y largo documento político, con tamaño de libro. Lo elaboró el exvicepresidente del Gobierno y exvicelehendakari Ramón Jáuregui, uno de los socialistas más respetados en la formación, y fuera de ella. Y Sánchez fue uno de sus ayudantes, llevando a cabo una coordinación del documento más bien técnica.
Ganarse a las bases
Aquel bisoño diputado llevaba el suficiente tiempo en el partido, en el que militaba desde las Juventudes Socialistas, como para saber qué resortes había que tocar para hacer carrera. En su época en Juventudes, por ejemplo, había acudido camuflado de simple estudiante sin adscripción partidista para participar como público en el programa de televisión de moda, el 'Moros y Cristianos' de Xavier Sardá, un momento que Telecinco recuperó en su día, para defender a su partido en pleno escándalo de los GAL, arremetiendo sin piedad contra el entonces juez Baltasar Garzón, hoy pareja de la que fue su ministra de Justicia, Dolores Delgado. La coordinación técnica del documento elaborado por Jáuregui, junto a la presentación del libro que publicó basado en la tesis que publicó junto a Carlos Ocaña, le sirvió de excusa para recorrerse España, agrupación a agrupación. E incluso pernoctando en casa de militantes, una manera de ahorrar costes y de acercarse a la militancia. «Aquí en Galicia le alojó una pareja de dos chicos jóvenes», recuerda un dirigente del PSOE gallego, ahora con cargo institucional, que apoyó siempre a Sánchez, y que coincide con muchos otros 'sanchistas' en que, pese a su frialdad de carácter, en cuanto pisaba una casa del pueblo, en cualquier provincia, se entregaba a la gente. «Si tiene que hacerse veinte fotos se las hace», asegura una persona también muy próxima y hoy con altas responsabilidades políticas.
La eventualidad de unas primarias para elegir a un candidato a la Presidencia del Gobierno, como figura distinta a la del secretario general, no era una entelequia. Estatutariamente estaban reconocidas y en 1998 se celebraron por primera y última vez. En aquella ocasión Josep Borrell (con el voto del militante de Madrid Pedro Sánchez) se impuso al secretario general, Joaquín Almunia, aunque andado el tiempo el primero terminó dimitiendo tras una soterrada y cruenta guerra con el aparato del partido. Tres lustros después, un Rubalcaba cada vez más presionado se había abierto a celebrar esas primarias, lo que permitía a Sánchez empezar a hacer cábalas. El modelo del entonces líder del partido, como reiteró en un sonado acto de las Juventudes Socialistas el 13 de octubre de 2013 en Bilbao, era el de unas primarias abiertas, es decir: en las que participaran ciudadanos simpatizantes del PSOE y no sólo militantes, a imagen y semejanza del modelo asentado ya en EE.UU. o Francia. Quizás la dificultad de implementar algo con casi nula tradición en España, en el que hay que establecer un censo de votantes y que incluso puede prestarse al fraude (¿es realmente simpatizante socialista el que se registra como tal?) era una manera para Rubalcaba, viejo zorro político, de posponer sine die la cuestión. El exvicepresidente del Gobierno, fallecido en 2019, nunca fue partidario de un sistema que abría muchas fisuras internas. No parece que lo sucedido en 2014, y luego en 2017, le hiciera cambiar de opinión.
Los convulsos días de 2014 que cambiaron al PSOE
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25 de mayo: El PSOE pierde las elecciones europeas frente al PP y Podemos irrumpe por primera vez con cinco eurodiputados. La derrota en unas elecciones de carácter nacional y la aparición de un duro competidor por la izquierda va a precipitar importantes decisiones.
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26 de mayo: Alfredo Pérez Rubalcaba anuncia la convocatoria de un congreso extraordinario después de un resultados que considera «malos sin paliativos» para su formación. El exvicepresidente del Gobierno confirma, además, que él no concurrirá como candidato. La carrera por su sucesión esta lanzada.
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2 de junio: En medio de la batalla abierta por la sucesión, a la que ya se postulan Pedro Sánchez y Eduardo Madina, la abdicación del Rey Juan Carlos, conocida de antemano por Rubalcaba, convulsiona la vida nacional y evidencia que corren tiempos de relevo generacional en todos los ámbitos.
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7 de julio: El día de San Fermín, los tres candidatos en liza, Sánchez, Madina y José Antonio Pérez Tapias -de la corriente Izquierda Socialista-, se enfrentan en un debate con tensión entre los dos principales rivales, pero con buen ambiente general entre todos.
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14 de julio: Sánchez gana con el 48% de los votos, tras arrasar en Andalucía gracias al apoyo de Susana Díaz.
En ese contexto -un partido en crisis, un joven diputado que se mueve y se postula de manera harto sorprendente para los suyos como futuro candidato socialista a unas generales y, cómo no, los estragos de la dura crisis económica y del euro vivida los años anteriores, buena parte de ella con el PSOE en el poder- se llegó al mes de mayo de 2014. En siete días, España vivió una sacudida política e institucional casi sin precedentes, sin la cuál no se puede entender el ascenso de Sánchez a la Secretaría General del partido, de la que justo este fin de semana se cumplen diez años.
El 25 de mayo las elecciones europeas dejaron un titular claro: la irrupción de Podemos, un nuevo partido liderado por el tertuliano y profesor asociado Pablo Iglesias, cuya cara estaba impresa en la papeleta. La formación morada, al 'obamiano' grito de 'sí, se puede', alcanzó cinco eurodiputados, en unas elecciones que el PP ganó con una ventaja de tres puntos porcentuales y dos escaños más al PSOE, cuya candidata fue Elena Valenciano, fiel escudera de Rubalcaba. Izquierda Unida, pese a la aparición de ese fuerte competidor por la izquierda, logró dos eurodiputados más, UPyD consolidó su avance con el profesor Francisco Sosa Wagner al frente pasando de 1 a 3 representantes en la Eurocámara y Ciudadanos (CS) obtuvo por primera vez representación fuera de Cataluña, con dos asientos en el nuevo Parlamento Europeo. La fragmentación política que al año siguiente se consolidaría, con la aparición en escena de Podemos y CS haciendo tambalearse al bipartidismo como nunca desde la Transición, acababa de llamar a la puerta.
Crisis de Rubalcaba
Esa noche fue larga en Ferraz. Atrincherado con lo suyos, Rubalcaba les adelantó lo que al día siguiente haría público, la convocatoria de un congreso extraordinario del partido. No su dimisión, de iure, aunque sí, de facto, pues no concurriría a ese congreso. Hubo quien al borde del alba trató de convencerle de que no tirase la toalla, poniendo fin a una larga carrera política, que le había llevado a ocupar altas responsabilidades en los dos gobiernos socialistas de la democracia. «Yo me fui a las cinco de la mañana, pero era imposible, estaba convencido de marcharse», relata diez años después un relevante miembro del núcleo duro de aquella Ejecutiva. Otro dirigente consultado por ABC asegura que no se marchó por el resultado de las europeas, «sino por el hervidero interno del partido era insufrible. Sobre todo para un hombre que ya lo había sido todo». Al día siguiente, en una rueda de prensa, Rubalcaba anunció la convocatoria del Congreso Federal extraordinario, e insistió en que la nueva Ejecutiva debería implementar el calendario de primarias «abiertas», subrayó en varias ocasiones, a las que él se había comprometido y a las que, desveló, había decidido antes incluso de las europeas que no se presentaría. Diez años después, el PSOE no ha llevado a cabo ese sistema de elección de liderazgo con el voto de simpatizantes, y no sólo de militantes.
![Rubalcaba y Madina, meses antes del congreso](https://s1.abcstatics.com/abc/www/multimedia/espana/2024/07/14/rubalcaba-madina-k0yC--760x427@diario_abc.jpg)
Lanzada la carrera, Rubalcaba habló con Eduardo Madina, diputado en el Congreso y joven promesa del partido, al que respaldaba. «Es tu momento», le dijo. En un giro de los acontecimientos que sería decisivo, el político vasco, víctima de ETA, le comunicó que sólo pujaría por la Secretaría General si ésta se elegía por primera vez por primarias de toda la militancia, y no por los delegados o compromisarios, como hasta entonces. El sistema, sin ir más lejos, con el que Rubalcaba había ganado a Chacón dos años antes. Rubalcaba aceptó, y quedó establecido que se celebrarían esas primarias, sin amparo estatutario alguno, una semana antes del congreso extraordinario. Cuando Madina se lo comunicó a su equipo más cercano de colaboradores, éstos tratraron de persuadirle de que el de elegir al líder por primarias fuese su compromiso como futuro secretario general, pero que de momento concurriese con el sistema de delegados. Madina, inflexible, se negó. «Si llego a ser secretario general, tiene que ser por el sistema de un militante, un voto. No acepto otra cosa», les trasladó. Todos los ojos miraban entonces hacia el sur. Andalucía era entonces, como hoy, la federación más numerosa y poderosa del partido, pero aún más, pues el PSOE andaluz seguía gobernando la Junta. Susana Díaz, una dirigente aún más joven que Sánchez pero ya toda una presidenta autonómica, empezó a deshojar la margarita y a coquetear con la idea de liderar el partido más allá de Despeñaperros, algo que nunca lograría. Madina habló con ella, e incluso le animó a presentarse: «Susana, compitamos, sería un honor perder contra ti».
Sánchez, claro, tampoco estaba quieto. Ya desde el anuncio de Rubalcaba les dijo a sus más próximos que pelearía por ser secretario general, entre ellos al hoy ministro Óscar Puente, con el que tuvo una larga conversación al día siguiente de las elecciones europeas. Pero además de su entusiasmo y su audacia, la que había mostrado antes incluso de convocar Rubalcaba el congreso extraordinario, jugó otras bazas menos románticas pero mucho más eficaces para alcanzar su propósito. Y ésas no eran otras que buscar el apoyo de los territorios. No tardó en encontrar el de su federación, la madrileña, mediante un pacto de no agresión con el entonces líder de la misma, el exalcalde de Parla, Tomás Gómez, que le apoyaba a cambio de que, si Sánchez llegaba a Ferraz, no abriese el melón de unas primarias. En 2015 no hubo, efectivamente, primarias para los socialistas madrileños, sino una destitución fulminante de su líder para designar como candidato al independiente Ángel Gabilondo. Aunque esa es otra historia.
Pero el respaldo que podía decantar la balanza era, como siempre en la historia del PSOE, al menos hasta ese 2014, el de la todopoderosa Andalucía. El por qué Susana Díaz no dio el paso entonces para liderar el partido quedará como una de las grandes incógnitas. Le faltó determinación, aducen algunos de los dirigentes, exdirigentes y asesores del partido consultados para este reportaje (la mitad partidarios de Sánchez, y la otra mitad críticos) en la que aparece como la explicación más intuitiva; le frenaron los secretarios provinciales andaluces, también muy importantes en el partido, opinan otros; creyó que no era aún su momento, advierten algunos… Pero la explicación más maquiavélica de todas es la que señala que utilizó a Sánchez para, una vez derrotado Madina, llegar ella como candidata a la presidencia del Gobierno, en esas primarias para la candidatura presidencial que nunca desde 1998 han vuelto a celebrarse. Para la leyenda queda un desayuno en un hotel de Madrid entre Díaz, Sánchez, Gómez, Ximo Puig, a la sazón líder de los socialistas valencianos, y José Luis Rodríguez Zapatero. Allí se habría concretado ese pacto que condenaría a Sánchez a una breve interinidad para ir luego a un modelo bicéfalo (secretario general-candidato y/o presidente del Gobierno) que el PSOE nunca ha llegado a implementar, salvo el breve lapso de cohabitación entre Almunia y Borrell. «Me extraña que se llegara a ese acuerdo, conociendo a Pedro», señala un dirigente que luego ha ocupado importantes responsabilidades en el partido. Otros sotienen desde hace diez años que fue así, y que Sánchez rompió ese pacto al día siguiente de ser elegido, cuando de manera simbólica recibió en primer lugar en Ferraz a la propia Díaz. Sea como fuere, socialistas de uno y otro lado de aquella batalla, y de la que en 2017 enfrentó directamente a Sánchez contra Díaz, coinciden en que al poco de aquellas primarias de hace ahora una década la relación política y personal entre ambos quedó rota para siempre. Y aunque se ha publicitado menos, también la de Sánchez con su antecesor, Rubalcaba.
Huelva marca el camino
«Alfredo me llegó a decir que se dio cuenta de que Sánchez había aprovechado todo el trabajo para la conferencia política para su promoción personal, y que eso le dolió», narra un dirigente que colaboró intensamente en la primera Ejecutiva de Sánchez. «Alfredo se distanció totalmente», relatan personas de su dirección. Rubalcaba, cuando anunció la convocatoria del congreso y el fin de su etapa, sabía algo que ninguno de sus compañeros sabía. Y casi ninguno de los españoles. Que el Rey Juan Carlos iba abdicar apenas siete días después, un acontecimiento histórico que eclipsó en buena medida el proceso interno socialista, y que justificó aún más a ojos de muchos la necesidad de un relevo generacional en su liderazgo.
El 14 de julio de las primarias, un periodista de un medio de Madrid fumaba un cigarro junto a un dirigente veterano del PSOE andaluz, que había ocupado un puesto en la Mesa del Senado. En ese preciso instante le llegaron los datos de votación en Huelva. Sánchez arrasaba frente a un apoyo mínimo a Madina y marginal a José Antonio Pérez Tapias, un tercer candidato en discordia de la corriente Izquierda Socialista del que la mayoría de personas consultadas no recuerda ni su nombre. «¿No me jodas?», exclamó el informador al conocer el dato, que evidenciaba hasta qué punto Sánchez iba a ser el ganador de la noche.
![Rubalcaba felicita a Sánchez tras su elección como líder del PSOE](https://s3.abcstatics.com/abc/www/multimedia/espana/2024/07/14/rubalcaba-sanchez-k0yC--760x427@diario_abc.jpg)
Con un un sistema que no había impuesto él, sino su rival, el de 'un militante, un voto', y que aceptó la cúpula socialista, Sánchez ganó, con el apoyo imprescindible de los socialistas andaluces y de casi todas las federaciones. Fue, explica una importante asesora del partido, «una victoria del aparato». El Congreso Federal extraordinario celebrado una semana después fue más tradicional, y las fuerzas territoriales le impusieron al bisoño secretario general la Ejecutiva. «Pese al paso dado en las primarias, el PSOE seguía siendo un partido de mesa camilla», explica de manera tan gráfica como peyorativa un dirigente de peso muy próximo a Sánchez, que añade: «El partido no cambia en 2014, cambia en 2017 cuando Sánchez decide acabar con las viejas prácticas que se arrastraban desde tiempos de Felipe». Otro dirigente muy relevante de la etapa anterior impugna ese razonamiento, y alaba que el partido en la época de González fuese mucho más plural y con mayor debate interno. Y argumenta que las primarias, además de fomentar el «hiperliderazgo del secretario general», son nocivas porque el resto de órganos del partido, singularmente el Comité Federal, no se eligen por el mismo procedimiento, y por tanto están menos legitimados. El máximo órgano entre congresos que en octubre de 2016 forzó la renuncia de Sánchez por su negativa a facilitar un Gobierno de Rajoy que deshacía un bloqueo institucional histórico se convirtió recientemente, este mes de abril, en un órgano de loa y homenaje al secretario general y a su mujer. Ejemplo para muchos del deterioro institucional de la formación. Dirigentes partidarios de Sánchez descalifican ese posicionamiento. «Felipe controlaba el partido con mano férrea, que no nos cuenten cuentos», señalan. Además, todos creen que el gran valor de Sánchez es haber salvado de la debacle electoral al partido, lo que le ocurrió a los socialistas italianos, franceses o griegos en el mismo periodo, e incluso devolverle al poder. «Hemos vuelto al poder, sí, y evitado la pasokización, pero ¿a qué precio?», se pregunta uno de los dirigentes críticos consultados, que alude a las alianzas con los independentistas catalanes y vascos y a la falta de grandes acuerdos con el PP.
Tras ser elegido líder del partido tomó una primera decisión de calado que ya entonces levantó ampollas, y que hoy sería impensable. Los eurodiputados socialistas recién elegidos recibieron la orden de no votar a favor de Jean-Claude Juncker como presidente de la Comisión Europea. Algunos incluso se ausentaron de la votación para evitar una acción que ya entonces les había escandalizado. «No hay grandes coaliciones ni en Madrid ni en Bruselas», blasonó el mismo Sánchez que ahora acaba de negociar con el Partido Popular Europeo el acuerdo para que Ursula Von der Leyen repita como jefa del ejecutivo comunitario.
Hace una década ya que Sánchez llegó por sorpresa a Ferraz. Muchos, dentro y fuera del PSOE, partidarios y detractores, pensaron que sería un líder efímero. En ese erróneo pronóstico es en casi lo único que diez años después coinciden.
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