Juan F. Jimeno: «Los jóvenes son menos productivos en los países envejecidos»
retos para un mundo nuevo
Advierte que hay dos maneras en que nuestra sociedad penaliza a los jóvenes: «Una es hacerles pagar las deudas que les dejamos y otra es no invertir para que sean capaces de pagarla»
Florentino Felgueroso: «Seguimos pagando las decisiones educativas tomadas hace 40 años»
![Juan F. Jimeno, experto en el impacto del envejecimiento en la economía](https://s2.abcstatics.com/abc/www/multimedia/economia/2023/12/03/entrevistas-muller-1200x840-RNx8QfBRSzCzUgg0WZR3uJM-1200x840@abc.jpg)
Es posiblemente uno de los mayores expertos en el impacto del envejecimiento en la economía en España que es dónde empezaremos a notar los cambios más relevantes en los próximos años. Juan Francisco Jimeno Serrano (Linares, 1962) se doctoró en el Massachusetts Institute of ... Technology (MIT) y es uno de los investigadores más destacados en la materia. Actualmente es asesor del Departamento de Análisis Estructural y de Estudios Microeconómicos del Banco de España.
-¿Se ha quedado viejo nuestro concepto de la vejez?
-La vejez hoy es más larga y más activa. Antes, la gente pasaba jubilada un periodo corto de su vida y ahora, con el aumento de la longevidad, los periodos de jubilación que se estiman hoy son de casi 25 años para las mujeres y de 20 años para los varones. Hablamos de una vejez que dura mucho más tiempo con un estado de salud que es relativamente mejor. Es cierto que la salud de la población española en las edades cercanas a la jubilación no es comparativamente muy buena en relación con otros países, pero, aún así, disfrutamos de más años y mejor calidad de vida que nuestros padres.
-Y esta evolución, ¿ha cambiado algunos efectos económicos que creíamos permanentes?
-Bueno, esto es algo que no habíamos visto. Buena parte del crecimiento económico que hemos disfrutado se debía a lo que se llamaba 'el dividendo demográfico': que la población en edad de trabajar crecía y a que entraban en el mercado laboral nuevas cohortes de trabajadores mejor educadas, con mayor nivel de emprendimiento, mayor capacidad de innovación y demás. Ahora está ocurriendo lo contrario, las cohortes que entran son de menor tamaño y tampoco son especialmente más educadas en relación con los que estamos en una edad intermedia o cercana a la jubilación. Ese dividendo demográfico del que habíamos disfrutado se está volviendo en nuestra contra.
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-¿Y qué consecuencias tiene esto?
-Tiene consecuencias en casi todos los aspectos de la vida económica. Por ejemplo, las pautas de consumo cambian. No consumimos los mismos productos cuando somos jóvenes que cuando somos mayores. El tipo de ocupaciones que desarrollamos en el mercado de trabajo también cambia. El hecho de que tengamos que prepararnos para tener una mayor versatilidad y desarrollar capacidades a lo largo de todo el ciclo laboral y poder cambiar de trabajo, pues esto antes no se sentía. Las generaciones anteriores tenían el llamado 'trabajo para toda la vida'. Esto ya no es así en una economía como la actual.
-¿Qué sucede con la productividad?
-Hay razones para pensar que la productividad es menor a medida que envejecemos y que cuanto mayor sea la población envejecida menor será el crecimiento de la productividad. Básicamente por dos razones: porque somos menos productivos cuando somos mayores y porque lo que nos hemos encontrado es que los jóvenes tienen menor capacidad de promoción y también son menos productivos en las sociedades más envejecidas. Estos efectos son nuevos, porque nunca habíamos estado en este escenario demográfico, pero ya empezamos a ver señales de que en términos de consumo, en términos de ahorro y en términos de productividad, las sociedades van a ser muy distintas de lo que habíamos pensado.
-¿Qué efectos menos obvios hay?
-Hay otro efecto que tiene que ver con el funcionamiento de los mercados financieros: si vamos a vivir más tiempo necesitamos un aseguramiento de ese tiempo adicional, necesitamos rentas vitalicias que nos protejan ante el riesgo de longevidad. Esas rentas las proporciona hoy el sector público a través de los sistemas de pensiones, pero estos tendrán problemas para seguir haciéndolo suficientemente porque al haber menos jóvenes hay menos capacidad de obtener recursos para financiar las pensiones. Entonces se va a producir una mayor demanda de productos financieros que aseguren la longevidad y eso va a cambiar también el funcionamiento de los mercados financieros. Otras implicaciones financieras vienen del cambio en la transmisión intergeneracional de la riqueza. Ahora reciben más herencias los viejos que los jóvenes.
-¿Esto va a terminar con los sistemas de reparto contributivos?
-No creo que desaparezcan, pero se va a reducir su peso.
-¿Quizá se plantee que la pensión estatal sea un mínimo y el resto dependa del ahorro individual o mixto (empresa y trabajador)?
-Creo que vamos a tender hacia sistemas de pensiones con prestaciones universales, como ocurre en los países nórdicos…
«Hemos subestimado de modo sistemático el aumento de la duración de la vida humana»
-¿Una pensión o una renta mínima?
-Sí, como una renta mínima complementada con programas contributivos con menor peso del que tienen ahora y luego con sistemas voluntarios de capitalización a través de mercados financieros. ¿Qué ocurre? El problema es que reducir el tamaño de los sistemas contributivos es un problema políticamente muy complejo y está llevando demasiado tiempo.
-¿Qué le parece la reforma de las pensiones que se ha hecho?
-Mi impresión es que ésta no es la última palabra en esto y que más pronto que tarde vamos a necesitar abordar otra reforma. Esto lo he dicho sobre todas las reformas de pensiones que hemos tenido en los últimos veinticinco años y, por ahora, no me he equivocado.
-¿Los robots pagarán nuestras pensiones? ¿Qué resultado hay de la interacción de tecnología y demografía?
-A ver, hay una parte positiva y una parte negativa. La parte positiva es que la automatización viene en el momento oportuno, porque si hay menos gente disponible para trabajar porque hay menos jóvenes, que haya máquinas que realizan ese trabajo es una bendición. Pero luego, claro, estos cambios tecnológicos desplazan a una serie de trabajadores que pierden sus empleos. Y hay que pensar en actividades para reinsertarlos. Esas actividades solo pueden venir mediante nuevas ideas, innovaciones de producto que llaman los economistas de la organización industrial. ¿Qué ocurre? Y aquí es donde viene el aspecto negativo: que todo este proceso de innovación es muy dependiente de la oferta laboral juvenil. Es un proceso donde los jóvenes son fundamentales porque, aunque la experiencia laboral y el conocimiento de las personas mayores son muy útiles, sin la participación de los jóvenes la innovación es difícil o se produce más lentamente.
-¿Está comprobado que el envejecimiento ralentiza la innovación tecnológica?
-Sí, hay evidencia micro y macroeconómica. La micro dice que cuando tú miras a empresas y su composición por edades, las que tienen plantillas más envejecidas son menos innovadores. Y a nivel macro, cuando miras por países, igual: los países donde la población de mayor edad pesa más son menos innovadores.
-¿No será un tópico esto de que los viejos no innovan?
-A ver, no es que los viejos no puedan inventar o innovar, no se trata de eso. Se trata de innovar, pero además también se trata de poner en marcha esas innovaciones. Hay evidencia muy curiosa sobre a qué edades los premios nobeles tuvieron las ideas que les merecieron el premio…
-Conozco el estudio, siempre fue antes o en torno a los 30 años…
-Siempre fue pronto. Esa evidencia te dice que las mejores ideas las tenemos cuando somos jóvenes. Cuando somos mayores tenemos un conocimiento y una experiencia que no tienen los jóvenes, y que permite también desarrollar innovaciones o invenciones, pero son de otro tipo. Ya no son innovaciones radicales como las de un premio nobel y ya no tenemos esa capacidad para convertir esas innovaciones en actividades de valor económico. La innovación de producto no es solo la generación de nuevas ideas, no es solo inventar, es inventar más luego convertir esa idea en un producto con valor económico en el mercado. Y para eso los jóvenes están mejor equipados que los mayores.
-La economía está prisionera de la demografía. ¿Y la política? ¿Se acabaron las revoluciones?
-La política también. Hay un demógrafo canadiense famoso, de hecho es economista reconvertido a demógrafo, que se llama David K. Foot que escribió un libro donde empezaba diciendo que la demografía explica dos terceras partes de casi todo. Al final la demografía determina quiénes somos y qué hacemos. Y en política ocurre igual: los gobiernos tienen que responder a las demandas de los ciudadanos y si estos son de mayor edad pues tendrán exigencias distintas. Y, además, electoralmente participan más. La economía política de todas las reformas está muy condicionada por el peso político de una población mayor creciente. Entonces: ¿se acabaron las revoluciones? Bueno, hace tiempo que no vemos una de verdad.
«No estamos tratando bien a los jóvenes por el legado problemático que les dejamos y porque no estamos invirtiendo para que sean más productivos»
-¿Es optimista o pesimista sobre la inteligencia artificial?
-Soy optimista sobre la capacidad que tiene para ayudarnos a realizar tareas de producción, para sistematizar el conocimiento, para complementar nuestra capacidad de análisis. Soy pesimista sobre el uso que podemos hacer de ese tipo de habilidades, si no lo gestionamos bien y permitimos que la inteligencia artificial campe a sus anchas, hay riesgos muy evidentes de que sea de los avances más disruptivos que hemos visto nunca.
-Siendo experto en envejecimiento, ¿cómo recibe la crítica de que hoy se está penalizando a los jóvenes?
-Creo que en buena parte es así, que no estamos tratando bien a los jóvenes por dos razones: una se menciona mucho y es el legado problemático que les estamos dejando -la deuda pública, las pensiones que tienen que pagar, un planeta climáticamente inviable-, pero luego hay otra parte que tiene que ver con la educación, con el hecho de que no estamos invirtiendo para proporcionarles una educación que haga que sean individuos más productivos, más capaces y mejor preparados para lidiar con la economía moderna. Esto tiene mucho que ver con que los currículos académicos que se ofrecen en el sistema educativo que siguen estando obsoletos, que no incorporan nuevas enseñanzas a la misma velocidad con la que progresa la tecnología. Hay dos maneras de penalizar a los jóvenes, una es hacerles pagar las deudas que les dejamos y otra es no invertir para que sean capaces de pagarla. Y en ambos casos lo estamos haciendo mal.
-¿Cuál es el hecho que no ocurrió que más le ha sorprendido?
-A finales del siglo pasado, cuando empecé a estudiar el tema de las pensiones, asistí a una presentación que hizo José Antonio Herce donde empezaba a preocuparse por el tema de la baja natalidad. Mi primera reacción fue pensar que José Antonio estaba exagerando, que lo de la baja natalidad era coyuntural, que tenía que ver con la vivienda y el mercado laboral de entonces, pero que cuando se resolvieran esos problemas volveríamos a tener tasas cercanas a dos hijos por mujer o así. Y esto no ha pasado. Nuestras sociedades están aprendiendo a vivir sin niños y esto es grave y problemático. ¿Quién quiere vivir en un mundo donde no hay niños y hay robots?
-Bueno, hay mascotas…
- (Sonríe) La persistencia del cambio demográfico y el hecho de que el envejecimiento va a ser más intenso de lo que pensábamos porque la natalidad no lo revierte es algo que me preocupa mucho y que en principio no esperaba. Luego hay otro tema que también sorprende a los propios demógrafos que es la longevidad: hemos estado sistemáticamente subestimando el aumento de la duración de la vida.
-¿Dónde está centrada la investigación en el tema del cambio tecnológico y el envejecimiento?
-Lo que ahora preocupa más en economía laboral y en los aspectos relacionados con la economía real son los efectos que puede tener la nueva robótica y la nueva inteligencia artificial no solo sobre el nivel de empleo, sino sobre la composición por ocupaciones del empleo: qué ocupaciones van a ser más demandadas. Y en el tema del envejecimiento, básicamente, la cuestión es cómo adaptar las políticas públicas a sociedades donde la composición por edades de la población es muy diferente a la que teníamos el siglo pasado.
-¿Es verdad que la mayor parte del gasto sanitario se produce en los últimos cinco años de vida de una persona?
-Sí, eso es lo que nos dicen las estadísticas. Y lo que está todavía por dilucidar es en qué medida el aumento de la esperanza de vida se está produciendo en el periodo de buena salud o en la parte final donde tienes una mala salud y por lo tanto necesitas más gasto sanitario. Si la esperanza de vida aumenta un año, las implicaciones son muy distintas si ese año es en buena salud o si es un año que pasas en el hospital.
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