Florentino Felgueroso: «Seguimos pagando las decisiones educativas tomadas hace 40 años»
retos para un nuevo mundo
La apuesta de España por la universidad creó un problema de sobrecualificación, pero la caída de la natalidad augura que no habrá bastantes profesionales para sustituir a la generación del 'baby boom'
José M. Laínez: «La pérdida de memoria es la pérdida de identidad»

No hay un experto sobre el mercado laboral español que despierte tanto consenso como Florentino Felgueroso (Bruselas, 1966). Nadie discute que es el que mejor conoce su estructura, sus problemas, y sus desafíos, sobre todo en lo que afecta a los desajustes entre oferta ... y demanda. Investigador asociado de Fedea, consultor y profesor titular (en situación de baja) de Economía en la Universidad de Oviedo, Felgueroso huye del trazo grueso y habla con la resignación del que lleva muchos años viendo cómo los problemas se eternizan. «No quiero parecer historicista, pero sí que, en parte, hay que tener un poco de memoria de lo que ha ocurrido en los últimos 40 años para poder explicar los problemas de nuestro mercado de trabajo, que son estructurales y muy difíciles de cambiar».
«Una persona que tenía 15 años en 1978, que abandonó sus estudios como hacía entonces casi el 80 por ciento de la gente, hoy tiene 60 años y probablemente aún esté en el mercado de trabajo. Lo que quiero decir con esto es que las decisiones educativas, de formación, que hemos tomado en los últimos 40 años aún están influyendo muchísimo en el mercado laboral».
—¿Qué tan eficiente es el sistema educativo español a la hora de adaptarse a las necesidades de mercado?
—No se ha diseñado para responder a las necesidades del mercado laboral. Producen cuellos de botella y al revés, paro y sobrecualificación. No responde a la estructura ocupacional y cambios del modelo productivo.
—¿Cuáles son los principales problemas?
—Una estructura de la oferta en forma de reloj de arena: exigua en los niveles intermedios de cualificación. Demasiado genérico frente a profesionalizante. Escasa formación profesional dual.
El reloj de arena del que habla Felgueroso, donde hay muchos trabajadores bien preparados arriba y muchos mal preparados abajo, pero pocos profesionales intermedios, es hijo de varios factores. Uno es el abandono escolar: España es con Chipre el país que más peones tiene en Europa, pero a la vez es el país con más sobrecualificación. «Si miras la estructura de Alemania, su estructura es un rombo, en el medio es donde ellos tienen más gente. Tenemos un déficit claro del nivel intermedio que es donde se crea gran parte de la demanda de trabajo de las empresas».
La sobrecualificación, un indicador que a Felgueroso le parece tan importante como el paro o la precariedad, hace que los que no encuentran empleo para su nivel de preparación vayan ocupando los puestos intermedios donde hay más demanda y hay menos oferta. Y este fenómeno empuja aún más abajo a los que tienen formación profesional de grado medio y bachiller: «Por ejemplo, en las oposiciones puntúa el hecho de que tengas una titulación superior para empleos de menor cualificación y eso hace que desplaces a los demás y lo vemos como normal... El fenómeno se da en muchos países, pero en España ha sido exagerado, somos primeros de Europa y de la OCDE y es un problema estructural porque las cifras no han cambiado prácticamente desde mediados de los años de 1990».
La próxima década vamos a tener más jubilados universitarios que nuevos entrantes al mercado de trabajo con estudios universitarios. Ese fenómeno es nuevo
—¿Por qué se ha producido este fenómeno?
—Por las decisiones que hemos tomado hace muchos años. En la Transición, a nivel educativo, se destinó la mayor parte de los recursos educativos a la Universidad. Se abrieron facultades por toda España. Esto tuvo efectos muy positivos–por ejemplo en la participación de la mujer–, pero se produjo en un país que salía de un período de atraso económico y eso no se cambia de la noche a la mañana. Cuando se fue configurando una oferta en reloj de arena, no se actuó a tiempo para ensanchar el nivel medio. Hoy el 60% de los jóvenes tienen estudios superiores, muy bien, pero seguimos con menos jóvenes en el nivel de la secundaria posobligatoria y con la mayor acumulación de población en el nivel bajo de Europa.
—Pero esa generación se acaba…
— Claro, y entonces viene el segundo problema que es demográfico: aun cuando los jóvenes hayan estudiado más en las últimas décadas, son tan pocos que no vamos a poder reemplazar a todos los profesionales y técnicos del 'baby boom'. La próxima década vamos a tener más jubilados universitarios que nuevos entrantes al mercado de trabajo con estudios universitarios. Eso es un fenómeno nuevo, hasta ahora no ocurría. Vamos a tener que reemplazar médicos e ingenieros y no vamos a tener con qué simplemente porque no tenemos población. Ahora ya tenemos menos bebés que durante la Guerra Civil. Esto es tremendo.
—¿Estamos condenados?
— Así es, no tienes otra alternativa que dejar muy abierta la puerta de la inmigración. ¿Y la traes por el nivel alto o por el bajo? Vas a tener que traerla por todas partes. La sobrecualificación debería reducirse por el problema que plantea la generación de reemplazo en los niveles superiores y porque el problema de exceso de oferta no es el único causante de la sobrecualificación. En cualquier caso, sería equivocado actuar reduciendo los recursos destinado a los niveles superiores, pero al menos tenemos que conseguir que los que abandonaron su formación adquieran un nivel profesional que nos permita acercarnos al rombo, no un rombo perfecto, pero por lo menos que tengamos también más gente en el nivel intermedio.
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—¿Y la apuesta por la formación dual no puede solucionar el problema del reloj de arena?
—Tenemos una formación profesional aún por desarrollar porque por mucho esfuerzo que se haga eso no se consigue en una década. Se habla mucho de la formación dual, pero los países donde está más desarrollada no abandonaron la figura del aprendiz desde la Edad Media. ¡Es el sistema de aprendiz-maestro! Nosotros rompimos con eso durante la Transición. Dejamos de formar trabajadores en las empresas y eso es muy difícil de reconstruir. Cuando miras al sistema educativo y al mercado del trabajo, son décadas lo que tardas en corregir decisiones del pasado.
—¿Cómo podríamos mejorar la productividad de los españoles?
— Se inicia por mejorar las competencias de los emprendedores y luego de los trabajadores para que haya una oferta de competencias más ajustada a la demanda.
—Una vez se propuso que le enseñáramos inglés a todo el que se vaya al paro. ¿Serviría de algo?
—Durante décadas, nuestra formación continua ha tenido que compensar las deficiencias de nuestro sistema educativo, entre otras la adquisición de competencias en inglés, informática y otras habilidades básicas. Imagínese en que pudieron mientras tanto formar los daneses a sus trabajadores, por citar al país que más recursos ha destinado a la formación continua y donde la mayoría de la población se incorpora al mercado de trabajo ya con estas competencias básicas aseguradas. Hasta hace no tanto teníamos un grado de analfabetismo digital enorme y eso no lo tenían en los países del norte. Hemos tenido que destinar muchos recursos a corregir las deficiencias del sistema educativo. Por otra parte, más de la mitad de los parados de larga duración registrados en las oficinas de empleo tiene ya más de 50 años y un nivel educativo bajo. Excepto quizás para algunos sectores, como la hostelería, un conocimiento de inglés básico puede ser una pieza más entre todas las que necesitan para su reinserción laboral, pero ¿quién se pone a estudiar inglés a esta edad y sin haber pisado un aula en décadas?
— ¿Qué ha pasado tras la reforma laboral?
—Sigue creciendo el empleo y las tendencias iniciadas al final de la Gran Recesión. Se espera que esta reforma tenga efectos a corto, medio y largo plazo. A corto, no vemos una reducción significativa de la rotación laboral, ni tampoco que la reforma haya supuesto un aumento de los costes laborales que haya repercutido en la creación de empleo en esta fase expansiva. A medio plazo, habrá que ver si dejamos de destruir tanto empleo en la próxima recesión. A largo, si se producen mejoras en la productividad.
—¿Por qué batimos récords de empleo juvenil?
—Hay un punto que hay que tener en cuenta: a partir del momento en que gran parte de los jóvenes tuvo estudios superiores se consideró equivocadamente que eran una amenaza para los mayores que no los tenían. Hubo un temor a que los jóvenes pudieran sustituir a los mayores con menos formación y más con el cambio digital. Así que creo que las políticas de empleo juvenil, de formación, han sido un poco paripé, no se ha creído en ellas. Más bien se puso piedras en el camino de los jóvenes.
Antes de la reducción de jornada debíamos pensar en términos de flexibilidad
— ¿Cómo?
—Por ejemplo, teníamos un salario mínimo juvenil y entre 1996 y 1998 desapareció. Era una reclamación sindical y desapareció. Pasaron a tener el mismo salario mínimo de los adultos. La evidencia empírica que tenemos es que tuvo un efecto negativo en el empleo juvenil. Cuando el Reino Unido estudió el asunto en 1999 pidieron informes y salió la evidencia negativa de España así que crearon un salario mínimo juvenil. Servimos de experiencia para otros países, pero nosotros no rectificamos. Y ves muchas cosas que se hicieron que perjudicaron a los jóvenes. No se ha querido actuar realmente en los factores que dificultan la transición de los jóvenes de la escuela al mercado de trabajo.
— En el área en que usted es experto, ¿en qué se centra la investigación más avanzada?
— La economía laboral siempre ha ido en una línea avanzada de la economía aplicada, y en especial, en la evaluación de políticas públicas, por la gran disponibilidad de datos que hay en el área. En la actualidad, los mayores avances vienen de la mano de inteligencia artificial para conocer mejor el funcionamiento mercado de trabajo, especialmente las vacantes, las competencias asociadas, la movilidad entre empleos, y mejorar la gestión de las políticas activas de empleo, en términos de eficacia y planificación.
— ¿Qué opina de la reducción de jornada a 37,5 horas?
—¿Cuál es la intención? ¿Es que la gente sea más feliz trabajando menos o la intención es repartir el trabajo porque no hay suficiente para todos? Los que promueven esta iniciativa, cuando la plantearon hace unos años con la jornada de cuatro días o 32 horas, ya mencionaron esto del reparto de trabajo. Pero, claro, si la historia es reducir el numero de horas y los salarios se van a mantener, tiene que producirse un aumento de la productividad por hora. Y si ésta aumenta puedes tener un aumento proporcional del coste laboral por hora y no pasa nada. Entonces, lo primero es saber si va a cambiar la productividad. Y ahí están los experimentos que se están haciendo. Te diría que es uno de los temas más estudiados y hay un montón de estudios con conclusiones muy diversas, que en algunas empresas funcionan y en otras no. Lo que sí sabemos es que a la relación entre flexibilidad laboral y productividad sí que está bastante más clara. Pero cuando miras los indicadores de flexibilidad en Europa, por ejemplo, la posibilidad de que los trabajadores puedan decidir cómo organizar su jornada de trabajo, somos los que menos flexibilidad tenemos. Antes de hablar de reducción de la jornada, deberíamos pensar en términos de flexibilidad.
En cualquier caso, puedes poner en duda que si reduces el número de horas y aumentas proporcionalmente el coste laboral, las empresas no van a contratar más. La demanda de trabajo permanece como está y no va a haber tal reparto.
— Usted publica desde hace años la estadística de paro como se haría en EE.UU. ¿Por qué no lo hacemos así?
— ¡Dígale a los gestores acostumbrados a manejar las cifras de paro con fines políticos que vamos a cambiar las estadísticas y que el paro crecerá de golpe unos 10 puntos porcentuales!
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