José M. Laínez: «La pérdida de memoria es la pérdida de identidad»
retos para un nuevo mundo
A la neurología le falta hallar el proceso íntimo del pensamiento, pero los implantes amenazan el libre albedrío. «Olvidar voluntariamente es casi imposible», dice Laínez a propósito de amnesias y amnistías. Pero el recuerdo puede cambiar
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La Sociedad Española de Neurología (SEN) tiene más de 3.700 miembros y es una de las sociedades científicas más activas de España. Está a punto de publicar una reflexión pública sobre los neuroderechos que dará mucho que hablar. Su presidente es José ... Miguel Laínez Andrés que actualmente es jefe de Servicio de Neurología del Hospital Clínico Universitario de Valencia, profesor de Neurología de la Universidad Católica de Valencia y académico de Número de la Real Academia de Medicina y Ciencias Afines de la Comunidad Valenciana.
— ¿Me puede decir dónde está hoy la frontera del conocimiento en su disciplina?
— Creo que estaría en el funcionamiento íntimo del cerebro. Ahora mismo conocemos muy bien la estructura, la biología, pero no somos capaces todavía de saber qué nos lleva a un funcionamiento neuronal tan complejo. Tenemos 100.000 millones de neuronas, 100.000 millones de conexiones, la red neuronal es impresionante. Probablemente la red de un solo cerebro sea más potente que toda la red de internet del mundo, pero no sabemos exactamente cómo es el proceso íntimo de cómo pensamos, cómo nos emocionamos. Ese es el nivel siguiente que tenemos que desentrañar.
— ¿Y en términos prácticos esto en qué se traduce?
—En que si conocemos mejor los mecanismos íntimos, generamos mejores soluciones ante las enfermedades y, luego, lógicamente, este conocimiento de la parte básica va más allá de la neurología. Si conocemos mejor todos estos circuitos, cómo funcionan, pues enfermedades complejas como el alzhéimer podemos abordarlas mejor.
—Usted sostiene que la personalidad está en el cerebro.
—No tengo ninguna duda y el alma también. No hay otro órgano del ser humano que nos defina como persona. Ahí está el pensamiento, ahí están las emociones, ahí está todo aquello que nos hace ser personas.
— ¿Cómo le explicamos a la gente que una estructura física es capaz de generar ideas y emociones?
—Eso es lo que estamos intentando descubrir. Los proyectos de investigación como Brain (que busca mapear el cerebro humano en tres dimensiones) intentan desentrañar como se traslada esa estructura física a un pensamiento, una memoria o una emoción. Ahí todavía estamos por llegar.
—Elon Musk le puso un chip a una cerdita –Gertrude– con la intención de condicionar su conducta y no sabemos muy bien qué paso.
—No se ha publicado con precisión, pero sí sabemos por otros experimentos, por ejemplo los del grupo de Rafael Yuste (catedrático de Biología de la Universidad de Columbia e ideólogo del proyecto BRAIN) en ratones, que son capaces de condicionar la conducta. Es decir, imitando el impacto en el cerebro de determinados estímulos visuales, un ratón entrenado para reaccionar ante esos estímulos no es capaz de distinguir si éste le llega desde dentro o desde fuera. Lo cual significa que en un futuro es posible que podamos ser capaces de leer lo que alguien piensa o condicionar sus actividades. Este es uno de los problemas éticos que tendremos en el futuro y es muy importante.
—Nuestro cerebro también es un equilibrio químico.
—Totalmente. Pero el equilibrio químico, con las actividades eléctricas, se modifica. Ahora mismo tenemos diversos métodos de estimulación y podemos tratar muchas enfermedades con fármacos, pero también puedes tratar muchas otras —parkinson, dolor— con estimulación eléctrica. Al final, la estimulación eléctrica hace variar el equilibrio químico. Por ejemplo, hay algunos productos experimentales que pueden introducir sustancias en las neuronas que pueden ser activadas con la luz y condicionar la actividad. Ahí hay un mundo realmente apasionante, pero complejo.
—Implantar un chip atrae nuestra imaginación como elemento corrector y también de manipulación, pero al ser el cerebro un equilibrio químico, ¿no podrían manipularnos más fácilmente con una sustancia en el agua que consumimos?
—Creo que es mucho más difícil, porque te podrían intoxicar de alguna manera, pero no hay ninguna sustancia que conozcamos que sea capaz de hacer que tu cerebro se dañe.
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—¿Y volvernos más agresivos?
—Eso es difícil saberlo. Evidentemente te podrían intoxicar, pero lo que no podrían es llevar un control individual del cerebro. Esto sólo sería posible con un registro tuyo, personalizado. Es cierto que, por ejemplo este año, en la resolución de problemas de comunicación han aparecido un par de sistemas de interfaz cerebro-máquina que lo hacen bastante bien. Son capaces de decodificar lo que pacientes que no son capaces de hablar, afectados por ELA o por un ictus, quieren transmitir. Con un sistema de implantes en la corteza cerebral –estamos hablando todavía de implantes agresivos, penetrando el cráneo– son capaces de leer el lenguaje del paciente por lo que piensa con una precisión bastante alta: hasta 70 palabras por minuto con un porcentaje de error de un diez por ciento. Evidentemente esto es el inicio y se puede convertir en algo que se puede generalizar porque al final la tecnología es la que condiciona estos avances. Ahora son implantes internos, pero en el futuro podrían ser externos. Muchas compañías quieren conseguir un sistema que permita escribir sin utilizar los dedos, dictando directamente desde el cerebro a un computador. Esto que parece ciencia ficción, puede ser pronto una realidad.
— Se está elaborando en España un libro sobre neuroderechos, ¿qué es lo que va a contener?
—Con toda esta tecnología, las personas nos volvemos manipulables. Pierdes la libertad, el libre albedrío y si eres capaz de producir estímulos en determinadas áreas de tu cerebro te pueden cambiar la personalidad y la forma de actuar. Los neuroderechos hoy sólo están regulados en un país, que es Chile, pero creo que deben tener el mismo rango que otros derechos humanos con el fin de salvaguardar la individualidad de las personas y que no sean manipuladas con estas tecnologías. Diría un poco más: los derechos tienen que ser también de acceso a estas tecnologías, porque pueden ser buenas para controlar algunas enfermedades. Entonces, lo que no es tampoco razonable es que el acceso esté limitado por cuestiones económicas. Incluso podría decir que puede haber tecnologías que nos permitan intensificar nuestras capacidades mentales. Entonces, si esto no lo hacemos accesible y no lo hacemos universal volveríamos a discriminar a las personas. Todos estos aspectos son los que intentamos recoger en este libro.
Los neuroderechos
«Al volvernos manipulables con la tecnología, deben tener igual rango que otros derechos humanos para salvaguardar al individuo»
—Respecto de las patologías que ustedes tratan, ¿cuáles representan el mayor desafío?
—Claramente las enfermedades neurodegenerativas: el alzhéimer o el parkinson. El alzhéimer es la más frecuente, ahora mismo calculamos que en España debe haber unos 800.000 pacientes con alzhéimer o demencia y, según las previsiones de la OMS, en España en 2050 podría haber un millón y medio de pacientes. Hay quienes calculan que pueden ser más. ¿Y qué debemos hacer con esto? Pues centrarnos en prevenir. Debemos concentrarnos en el concepto de salud cerebral que ya ha aparecido en la sociedad europea y americana y es prácticamente un movimiento internacional. Debemos ser los abogados y promotores de la salud cerebral para prevenir la aparición de estas enfermedades. Tenemos un libro listo sobre cómo mantener un cerebro joven. Se calcula que el ictus, que es otra patología importante, cada año hay unos 120.000, se podría prevenir en un 60% o 70%. La demencia se podría prevenir en un 50%. Obviamente nuestra sociedad envejece y contra eso no vamos a pelear, pero hay que tratar de que sea lo más saludable posible.
—La gente entiende que el alzhéimer es básicamente la pérdida de la memoria.
—Bueno, ese es el primer síntoma, porque lo que se afecta fundamentalmente en las fases iniciales es el área del hipocampo que es la que tiene que ver con la memoria, pero al final acaba afectando a todo el cerebro: empiezas a tener problemas de memoria, luego acabas teniendo problemas de comprensión global, tienes problemas de lenguaje, a veces tienes problemas de conducta y al final pierdes completamente la identidad de la persona.
—¿Por qué es importante la memoria?
—Bueno, porque es la que condiciona el recuerdo de uno mismo: si no tienes memoria es difícil reconocerte.
—¿Y cómo opera? ¿Está almacenada en algún sitio?
—Esta almacenada esencialmente en la estructura del lóbulo temporal profundo. Sabemos cosas sobre ella, sabemos, por ejemplo, que el sueño es importante porque durante el sueño se consolidan las memorias, pero ese es el paso que nos gustaría desentrañar: qué pasa, dónde está exactamente, cuál es el mecanismo químico o cómo podríamos modificarla.
— Amnesia es pérdida de memoria y comparte la misma raíz que amnistía, que es el olvido legal. ¿Qué supone la pérdida de memoria para un ser humano?
—La pérdida de su identidad. El ejemplo clásico se ve en las películas cuando alguien después de un traumatismo craneal no reconoce a nadie, ha perdido completamente la memoria. Eso es muy de película, pero en la realidad, si tienes un traumatismo craneal o un evento muy traumático, has estado en coma mucho tiempo, ese periodo desaparece de tu vida y a veces también lo anterior. Entonces si en la pérdida de memoria pierdes todos tus recuerdos pierdes tu identidad.
—¿Hay alguien sano que haya podido perder la memoria voluntariamente?
—No, sin lesión patológica no hay pérdida de memoria. ¿En qué grado podemos manipular la memoria? Es difícil saberlo. Si tú narras un recuerdo repetidamente, con una secuencia determinada, al final acabas implantado ese recuerdo y probablemente estás modificando el recuerdo original.
—Una sociedad puede olvidar voluntariamente.
—Globalmente es difícil y olvidar voluntariamente es casi imposible porque la memoria te viene. Otra cosa es que con mucha influencia seamos capaces de modificar el recuerdo.
MUY PERSONAL
Lugar y fecha de nacimiento
José Miguel Laínez Andrés nació en Navarrete del Río (Teruel) en 1955
Formación
Facultad de Medicina de Zaragoza. Profesor de la U. Católica de Valencia. Miembro de la Real Academia de Medicina de la C. Valenciana
Obra
Ha sido editor senior del 'Journal of Headache and Pain' y autor de numerosos artículos y ponencias
Gremial
Ha sido reelegido presidente de la SEN en 2022
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