Kokoschka, 'el gran salvaje' que plantó cara al nazismo
Una retrospectiva del artista austriaco en el Museo Guggenheim Bilbao reivindica la rebeldía y radicalidad de este gran humanista, pacifista y europeísta
En el 'laboratorio' de Miró: así se gestó el genio
Oskar Kokoschka. 'Autorretrato de un artista degenerado', 1937
Egon Schiele se llevó la fama de 'enfant terrible' del arte vienés de principios del siglo XX, pero quien realmente cardó la lana fue Oskar Kokoschka (Pöchlarn, Austria, 1886-Montreux, Suiza, 1980), artista radical y revolucionario, el más rebelde de los rebeldes, a ... quien el Museo Guggenheim Bilbao le dedica una retrospectiva. Precisamente, ya en el título se hace hincapié en ello: 'Oskar Kokoschka. Un rebelde de Viena'. Coorganizada junto con el Museo de Arte Moderno de París, donde recaló antes, y patrocinada por la Fundación BBVA, la muestra llega a Bilbao, donde podrá visitarse del 17 de marzo al 3 de septiembre.
Oskar Kokoschka. 'Anschluss. Alicia en el País de las Maravillas', 1942
Ha habido solo dos monográficas del pintor en nuestro país: en 1975 en la Fundación Juan March de Madrid y en 1988 en el Museo Picasso de Barcelona. Sí ha habido colectivas en las que se suele unir con Gustav Klimt y Egon Schiele, la 'santísima trinidad' del arte vienés de vanguardia. Aunque nada tienen que ver uno con otro. Apadrinado por Klimt, Kokoschka ejerció una gran influencia en el joven Schiele, pero los tres tomaron caminos bien distintos. Kokoschka, pese a ser uno de los padres de la pintura moderna y un referente del arte contemporáneo, es el más desconocido de ellos.
La exposición tiene como objetivo dar a conocer a este gran humanista, pacifista y europeísta, con un gran compromiso político y social, al tiempo que reivindicar su rebeldía y radicalidad, su espíritu libre. Además de pintor, fue dramaturgo, poeta, ensayista, profesor de arte... Está planteada como un viaje por la vida y la obra de este artista, cuya biografía eclipsa su trabajo. Hay muchos Kokoschkas, y no todos son igual de interesantes. La muestra reúne 122 obras, una veintena menos que en París, pero no faltan las más importantes. Las cláusulas de préstamos de los museos alemanes resultan inasumibles.
En la Viena imperial de principios de siglo, donde triunfa el Art Nouveu y la Secesión vienesa, Oskar Kokoschka irrumpe como un elefante en una cacharrería para cambiar las normas. Es un artista distinto, independiente. Se aleja de la ornamentación del trabajo de Klimt para centrarse en el ser humano: quiere desentrañar los secretos del alma. Adolf Loos fue uno de sus primeros mecenas. Su deslumbrante personalidad, su insobornable independencia, su valentía eran una bomba de relojería. Sus primeras obras, de una gran crudeza, escandalizaron a público y crítica en la pacata y conservadora Viena. Lo definieron como 'el gran salvaje'. Y él, provocador nato, respondió rapándose la cabeza. Innovador, se reinventa continuamente. Adalid del expresionismo, hay en él claras reminiscencias del Greco, Durero, Van Gogh, el cubismo...
Su trazo es agresivo, lleno de crudeza. Es uno de los primeros pintores que introduce letras en los lienzos, décadas antes que Basquiat. Su firma: OK. Pinta con las manos y araña la superficie pictórica. Se puede apreciar en el 'Retrato de Auguste Forel'. Como curiosidad, Forel no compró el lienzo. Según él, parecía que le había dado una apoplejía. Años más tarde, Forel sufrió una apoplejía. Quiso entonces adquirir el cuadro, pero ya estaba en manos de otro coleccionista.
Oskar Kokoschka. 'El pintor II (El pintor y su modelo II)', 1923
Desgarrador de almas, John Berger lo compara con Rubens: «Pinta la carne humana como si fuera un jardín y cada pincelada, una floración». La exposición no elude la tormentosa relación que mantuvo con la compositora Alma Mahler, viuda de Gustav Mahler y siete años mayor que él. Fue su principal musa. Se conocieron en 1912 en casa del pintor Carl Moll. Era su hijastra. Lo introduce en el teatro, la literatura, la música... y en el amor. Viaja con ella por Europa. Abortó dos veces, lo que provocó un gran sufrimiento a Kokoschka. Se separaron. Ella inició una relación con el arquitecto Walter Gropius, director de la Bauhaus, con quien se casaría y tendría hijos.
Cuatrocientas cartas de amor dan fe de la fascinación obsesiva que Kokoschka sentía por Alma Mahler. Tanto es así que llegó a encargar a Hermine Moos, creadora de marionetas, una muñeca de tamaño natural a imagen y semejanza de Alma Mahler. Pese a que la muñeca le horrorizó, la sacaba a pasear, la llevaba a la ópera... La llamaba 'la silenciosa'. Alma Mahler, furiosa, estalló al saber de la existencia de la muñeca: «¡Me tuvo por fin como había querido tenerme siempre: como un instrumento sin voluntad y maleable, en sus manos!» ¿Un objeto dadaísta, fetichismo, locura de un celoso compulsivo? Quizás todo junto. La muñeca acabó decapitada y regada en vino en una fiesta en el jardín de su casa. Fue una catarsis para Kokoschka.
Oskar Kokoschka. 'Tigón', 1926
En la exposición hay algunos retratos de Alma Mahler, y también un autorretrato con la célebre muñeca, de 1922. Pero el más famoso, 'La novia del viento' (Kunstmuseum de Basilea), no ha sido prestado ni a París ni a Bilbao. Kokoschka se vio forzado a vender el cuadro para comprar una montura y un uniforme. En la I Guerra Mundial se alistó en el regimiento de caballería. En 1915 fue herido gravemente en combate en el pulmón y en la cabeza. El trauma y la neurosis a causa de la guerra y la ruptura con Alma Mahler le llevaron a ingresar en un psiquiátrico en Dresde. Cuando se recupera, trabaja como profesor de pintura en la Academia de Bellas Artes de Dresde.
De 1923 a 1931, viaja por Europa, el norte de África y Oriente Próximo, gracias a un acuerdo con su galerista Paul Cassirer: Venecia, Burdeos, Biarritz, Aviñón, Marsella, Montecarlo, Niza, Madrid, Sevilla, Toledo, Lisboa, La Haya, París, Londres, Ámsterdam... Continúa pintando retratos y paisajes, sus grandes géneros. Retrata a Brancusi, al morabito de Temacine y hace retratos de animales, metáforas de las virtudes y miserias del ser humano. Visita zoos de Berlín y Londres, donde pinta a un tigón (mitad tigre, mitad león) que acaba de atrapar a su presa. El suicidio de Cassirer y el crac del 29 le sumieron en una nueva crisis. Durante una estancia en Praga, la ciudad de su familia paterna, de 1934 a 1938, conoce a Olda Palkovská, estudiante de Derecho, con quien se casaría en 1941 en un refugio antiaéreo de Londres. Fueron unos años muy felices para él.
Tres obras de Kokoschka presentes en la exposición
Kokoschka tenía fe en el poder subversivo de la pintura. Creía en el arte como un instrumento de resistencia y pensaba que el artista «debía ejercer de alarma». Así, en 1936 denuncia las atrocidades del régimen nazi en el artículo 'Domine, Quo Vadis?', publicado en el periódico 'Pravda'. Los nazis confiscaron 417 de sus obras en las colecciones públicas alemanas. Como respuesta a la exposición del régimen nazi en Múnich en julio de 1937 sobre el arte degenerado (se incluyeron nueve de sus obras, incluida 'La novia del viento'), pinta Kokoschka ese mismo año su 'Autorretrato de un artista degenerado', presente en la exposición. Participó en la fundación de un frente popular antifascista.
Tras el bombardeo de Guernica en la Guerra Civil Española creó el cartel '¡Ayuda a los niños vascos!', que pega por las calles de Praga. Cuelga en la muestra junto al dibujo original. Es su primera obra abiertamente política. La amenaza nazi hace que Kokoschka y su pareja tengan que huir precipitadamente a Londres. Cogieron, in extremis, las dos últimas plazas del último avión. En la capital británica realiza pinturas satíricas y caricaturescas, al estilo de Hogarth: 'Anschluss. Alicia en el País de las Maravillas', 'El cangrejo', 'Liberación de la energía atómica'...
En los últimos 20 años regresa a los clásicos: mira a Grecia y a Roma, la mitología, el oráculo de Delfos... En la trasera del cuadro 'Las ranas', escribe Kokoschka el verdadero título de la obra, 'Europa's Sunset' (El ocaso de Europa), una metáfora sobre el destino del Viejo Continente tras las dos guerras mundiales. Europeísta convencido (precursor de una Europa unida, de unos Estados Unidos de Europa), Kokoschka abogó por los derechos humanos, alertó del auge de los extremismos en Europa, habló de las crisis económicas, de la amenaza nuclear... Temas de gran actualidad. Fue un visionario.
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Su último gran autorretrato cierra la exposición. Titulado 'Time. Gentlemen Please' (frase usada cuando van a cerrar los bares), se pinta desnudo a los 80 años. Viajero nómada, vivió en Viena, Dresde, Praga, Londres... y acabó sus días en Villeneuve (Suiza), a orillas del lago Lemán. En 1980 sufrió un derrame cerebral. Falleció en Montreux.