Una vegana y un nutricionista desmontan los mitos de las dietas 'veggie'
En España hay 4,5 millones de vegetarianos, veganos y flexitarianos (el 11,4% de los adultos), 600.000 menos que en 2021. Aunque somos uno de los países más carnívoros de Europa, el mercado de alternativas vegetales mueve 447 millones de euros
Los españoles son los últimos de Europa en ser vegetarianos
![Miriam Jiménez, vegana, y Miguel Molinero, nutricionista, en el supermercado Bio Market (Madrid)](https://s2.abcstatics.com/abc/www/multimedia/sociedad/2023/11/22/dieta-RZ7yOgjG1JumA1bgLM8uXqO-1200x840@abc.jpg)
Miriam Jiménez pasó de ser taurina a ser vegana. Es su carta de presentación para explicar el cambio radical que experimentó en su alimentación (y en su vida) hace ya siete años. Cuando llegó su perrita a casa («de hecho la compramos», confiesa con pesar) ... empezó a conectar con los animales de una forma más profunda y se dio cuenta de que no quería participar de nada que pudiera causarles sufrimiento, aunque su destino fuera producir alimento. Entonces se hizo vegetariana y, dos años más tarde, dejó también de comer cualquier producto que proviniese de animales. «Para mí no es un sacrificio, pero entiendo que si no hay fuertes convicciones éticas y políticas detrás tiene que ser un sufrimiento, porque al final vas en contra de la sociedad, de tus gustos, de tu comida, de tu tradición, de tu cultura...«, explica la joven, que reconoce que al principio le afectaban mucho las bromas y la actitud defensiva de la gente, que veían en este cambio un ataque a sus hábitos.
En España, según revela el informe 'The Green Revolution', 4,5 millones de personas (el 11,4% de la población adulta) siguen una dieta eminentemente vegetal. Dentro de este fenómeno 'veggie' se engloban los vegetarianos (670.000, un 1,7% de la población adulta), los veganos (276.000, un 0,7% de los adultos), que no consumen ningún alimento de origen animal y los flexitarianos (3,5 millones, un 9% de los españoles) que toman ocasionalmente carne o pescado.
Estos últimos son los principales responsables de la caída del movimiento, que ha perdido 600.000 adeptos desde 2021, después de varios años de crecimiento sostenido. Los autores del informe creen que, así como la pandemia «incrementó la conciencia de la población sobre la salud, el entorno y los animales», su fin ha provocado un «efecto rebote en la población, ávida de placer y disfrute en todos los sentidos, incluida su dieta«. Así, es lógico que los flexitarianos, los menos estrictos en su dieta (y en sus convicciones para iniciarse en ella, apunta Jiménez), sean los primeros en abandonarla.
Técnicamente, explica Miguel Molinero, nutricionista, a nivel de alimentación no deberíamos hablar de veganos, sino de vegetarianos estrictos, pues el veganismo es toda una corriente de pensamiento que «no se limita únicamente a la dieta, sino que incluye no usar pieles, cosméticos que se hayan probado en animales...», apunta.
En las consultas, relata, son principalmente los jóvenes, sobre todo mujeres (el 59% del movimiento 'veggie', según 'The Green Revolution'), los que más se animan a dar este giro vegetal a su alimentación. La mayoría de los vegetarianos y veganos, recoge este estudio, deciden iniciarse en estas dietas por motivos relacionados con el bienestar animal. En cambio, los flexitarianos suelen cambiar su alimentación por cuestiones relacionadas con la salud y la sostenibilidad. «La mayoría de los pacientes quieren cambiar su dieta por razones morales, éticas o políticas. La gente suele informarse mucho antes de dar el paso. Luego influye la moda, aunque en casos muy contados, y la religión«, detalla Molinero.
En cuestiones de salud, plantea este experto, «no es tan importante la dieta que llevamos como los alimentos que seleccionamos. Al final, la industria también ha aprovechado del auge de este tipo de alimentación y han creado un nicho de mercado en el que sacan todo tipo de productos, desde salchichas hasta embutido vegano. Ahí es cierto que por muy vegano que sea no deja de ser un producto que a nivel de salud puede no venirnos bien. Si yo soy una persona que lleva una alimentación vegetariana estricta y como todos los días embutidos y salchichas veganas al final también voy a tener problemas de salud, igual que alguien que come cada día salchichas hechas con carne«.
Los suplementos
De hecho, confiesa Miriam Jiménez, cuando ella decidió cambiar su alimentación invirtió mucho tiempo en informarse sobre nutrición, pues hasta entonces sólo había escuchado voces contradictorias que decían que le iban a faltar nutrientes, que no iba a estar bien alimentada... «Recuerdo que cuando fui a mi médico de cabecera y le dije que me iba a hacer vegana me dijo que estaba jugando con mi salud. Como yo me hago análisis cada dos por tres porque tengo hipotiroidismo, meses después, cuando vio que todo estaba bien, me dijo que estaba equivocada, que a mí me iba muy bien y que había aprendido sobre el tema«, rememora.
La única vitamina que hay que controlar en este tipo de dietas, puntualiza Molinero, es la famosa B12. «Sí es cierto que se encuentra principalmente en carnes, pero eso no significa que porque tengamos una dieta vegetariana tengamos que suplementarla. Si estamos hablando de una dieta vegetariana estricta posiblemente sí, pero también habría que ver si estamos consumiendo algún alimento enriquecido. Se habla a veces de las proteínas o el hierro, pero si la dieta está bien organizada, pautada por un profesional, no tiene por qué haber déficit de esos nutrientes», señala el nutricionista, que añade que casi todo su gremio es partidario de reducir el consumo de carne.
![Una cesta de la compra vegetarniana, llena de frutas, verduras, legumbres, cereales y bebidas vegetales](https://s2.abcstatics.com/abc/www/multimedia/sociedad/2023/11/22/cesta-compra-U44712101662JXl-624x350@abc.jpg)
Además, puntualiza, son aptas en cualquier etapa de la vida, incluso para embarazadas. «Yo quiero ser madre y en mi cabeza no cabe empezar a comer productos animales porque vaya a tener una criatura. A la gente le choca mucho. Y no digo que ellos sean veganos, porque las elecciones políticas se eligen después, pero si la alimentación que hay en mi casa está fundada en esos valores, sería incoherente educar a mis hijos de otra manera«, argumenta esta veinteañera.
Miriam Jiménez también desmiente que las dietas basadas en vegetales sean más caras o requieran pasar más tiempo entre fogones. «Cuando como con mis padres, por ejemplo, ellos se hacen un lenguado y yo mi soja texturizada o mi tofu, que es más barato», admite. «Para ahorrar tiempo, soy como una abuela, preparo muchas hamburguesas y las congelo», bromea.
Escaso crecimiento
Lo que sí es cierto, puntualiza Molinero, es que fuera de las grandes ciudades puede ser más complicado encontrar alternativas vegetales a ciertos productos. «Aunque en cualquier sitio venden una lata de garbanzos», le responde entre risas Jiménez. Paradójicamente, aunque somos uno de los países más carnívoros y con menos 'veggies' de Europa, el mercado de los productos alternativos a productos animales es uno de los más grandes del continente, sobre todo en el caso de las alternativas a la leche. De los 447 millones de euros que generó el sector en nuestro país en 2022, 353 millones corresponden a bebidas vegetales.
En este contexto, reflexiona el informe 'The Green Revolution', hay cada vez más competencia, «nuevas marcas se suman rápidamente al sector y los consumidores no parecen seguir el ritmo». De hecho, señala Jiménez, muchos productos veganos tienen cada vez más presencia en los supermercados porque es la propia industria cárnica la que ha empezado a producirlos. En su etiquetado, admiten ambos, hay tanta confusión, más o menos voluntaria, como en cualquier alimento. «A veces las etiquetas nos inducen a error: el hecho de que sea de origen vegetal no quiere decir que sea sano«, subraya Molinero.
La mejor muestra de ello es que prácticamente todos los restaurantes de comida rápida han incluido también opciones vegetarianas, concluye Jiménez: «Mi entorno ha sido muy comprensivo conmigo y vamos a restaurantes veganos, porque en la mayoría falta oferta. Si nadie llevaría a un musulmán a comer cerdo, ¿por qué tengo que ir a un restaurante donde sólo puedo comer patatas fritas y gazpacho? Estamos hablando igual de una creencia«.
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