Un año después del volcán de La Palma, según las caras de la emergencia
Aquellos que vivieron en primera persona los primeros días de la erupción cuentan cómo ha cambiado su vida
Pese a la resiliencia de los palmeros, muchos lamentan que las ayudas prometidas aún no han llegado
![Alberto Hernández, párroco de Todoque; Juan Manuel Trujillo, patrón de la Cofradía de pescadores de Tazacorte; y Stavros Meletlidis](https://s3.abcstatics.com/abc/www/multimedia/sociedad/2022/09/18/combo-protagonistas-ROT0Z0CssN4XOk17LXOYrzI-1240x768@abc.jpg)
Ningún palmero olvidará la sobremesa del último domingo del verano de 2021. A las 15.10 horas el suelo de la Palma tembló con más fuerza que nunca y se abrió para liberar un torrente de lava y gases. Las coladas del volcán de Cumbre ... Vieja o Tajogaite, comenzaron su destructivo camino hacia el mar barriendo el Valle de Aridane. Entre el shock y la incertidumbre, hubo quienes lo perdieron todo y quienes se desvivieron por paliar su dolor.
Un año después, los protagonistas involuntarios de aquellos días extraordinarios relatan las cicatrices que les ha dejado el volcán, en todos los sentidos, aunque la situación sea mucho mejor que aquel aciago otoño de 2021. Aún hoy se emocionan al recordar la solidaridad y resiliencia de los vecinos, aunque algunas promesas de aquellos días, lamentan, políticos y administraciones las olvidaron cuando se apagaron los focos.
6.30
![El geólogo Stavros Meletlidis, en plena erupción, en noviembre de 2021](https://s2.abcstatics.com/abc/www/multimedia/sociedad/2022/09/18/stavros-U17152805208MpY-624x350@abc.jpg)
Stavros Meletlidis. Vulcanólogo del IGN
«A veces me planteaba: ¿Qué puedo hacer y no he hecho?»
El día de la erupción del volcán de Cumbre Vieja era el cumpleaños de uno de los hijos del geólogo Stavros Meletlidis. Pero él llevaba ya cinco días en La Palma con el equipo del Instituto Geográfico Nacional (IGN), trabajando codo a codo con los colegas del Instituto Volcanológico de Canarias (Involcan). Si 2020 fue el año de los epidemiólogos, 2021 fue el de los vulcanólogos. «El 11 de septiembre comenzó la actividad sísmica, un día después confirmamos que era distinta a la que habíamos visto antes y, tras informar a las autoridades y mantener una reunión de emergencia, tomamos la decisión de irnos a La Palma. El 14 ya estábamos allí», recuerda hoy este vulcanólogo.
Había mucho trabajo sobre el terreno, pero también en las oficinas de Tenerife y Madrid, donde se estudiaba cada dato. «Esto es una labor en equipo. Podíamos hacer jornadas de diez o quince horas. Fueron días de mucho estrés e incertidumbre por los problemas que estaba generando a la población y la responsabilidad que sentíamos. A veces era inevitable preguntarse: ¿qué puedo hacer y no he hecho para aliviar o mejorar lo que está pasando? Con todo lo que sucede a tu alrededor y lo que te mima la sociedad palmera, al final te sientes unido a ella y sientes también su impotencia. Coincidir con gente a la que están evacuando te marca toda la vida».
Con todo, Meletlidis cree que también hay que ver las enseñanzas que deja este fenómeno natural, pese a sus catastróficas consecuencias: «Hemos obtenido muchos datos que se van a convertir en conocimiento. También hemos aprendido cosas sobre la gestión de crisis, que siempre se puede mejorar. Y hemos comprobado cómo, incluso en esta situación, se puede acercar la ciencia a la gente y divulgar».
En este sentido, recuerda, incluso dormido, el volcán sigue siendo hoy peligroso: «El propio cono aún emana gases y vapores a alta temperatura y hay material no consolidado, por lo que el terreno sigue siendo frágil. Alrededor de las coladas siempre hay cierto peligro, por lo que no hay que saltarse el perímetro acotado. Se puede visitar el Tajogaite a través de los senderos habilitados para ello».
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![Un año después del volcán de La Palma, según las caras de la emergencia](https://s2.abcstatics.com/abc/www/multimedia/sociedad/2022/09/18/palma1-U78800610726acP-624x350@abc.jpg)
Laura Brito. Cooperativa de productores de plátanos Volcán de San Juan
«Hemos perdido una cosecha. Hasta 2024 no estaremos al 100%»
Están más tranquilos que hace un año, pero la situación para los agricultores de La Palma, segunda productora del archipiélago, sigue siendo «difícil», admite Laura Brito, gerente de la cooperativa de productores de plátanos Volcán de San Juan. El año pasado la ceniza no dio tregua, eso en las plantaciones que tuvieron la suerte de no quedar enterradas bajo las coladas. De hecho, salvaron la empaquetadora, situada en La Laguna, de milagro .
«En esa época empezaba la temporada de corte y fue un frenazo brutal. De estar procesando entre 200.000 y 300.000 kilos de plátanos pasamos a 40.000, y sacándolos como pudimos», rememora esta joven, de familia de agricultores. «Con los dolores de cabeza que nos han dado los plátanos, lo normal sería que se les quitasen las ganas de seguir. Pero la gente no se desanima, al contrario, están desesperados por volver a sembrar, siguen peleando. Aunque seguimos teniendo problemas con el agua y el acceso a algunas plantaciones».
Entre lo que no pudieron recoger y lo que no han podido plantar hasta ahora, es como si hubieran perdido una cosecha entera, ya que la planta tarda al menos un año en crecer y dar fruto, explica Brito. «A la plena normalidad no volveremos nunca. Hasta 2024, con suerte, no estaremos con todas las fincas al cien por cien. Las ayudas llegan muy despacio, estamos aún peleando por la compensación de la producción que se perdió el año pasado, Pero mientras, ¿de qué viven quienes no tienen otro trabajo? Tiran de créditos, ahorros, las pólizas de seguros de sus bancos...».
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José Manuel Trujillo. Patrón Mayor de la Cofradía de pescadores de Tazacorte
«No sé qué ha sido peor, si el volcán o la subida del combustible»
Una semana después de la erupción, los Trujillo, una familia que vive de la pesca artesanal desde hace al menos tres generaciones, estaban haciendo redes en el puerto de Tazacorte. Con los barcos parados, cubiertos de ceniza, poco más se podía hacer. Matar el tiempo para acallar la pregunta que todos se hacían: ¿cuándo acabará esta pesadilla? Ellos al menos no estaban en riesgo de perder su casa. Esos compañeros fueron los que más tardaron en recuperarse, admite.
Lo peor, relata José Manuel Trujillo, patrón mayor de la Cofradía de pescadores de Tazacorte, llegó cuando la lava tocó el mar. Pero en enero la zona de exclusión se redujo al mínimo, aliviando su situación. «Ahora estamos faenando normal, excepto los barcos que van a la pesca de orilla, porque sigue habiendo una zona de exclusión en la que no sabemos qué habrá pasado con los peces», afirma Trujillo, que destaca la solidaridad y el compañerismo que se impuso entre los pescadores. Si algún barco no podía salir, alguien compartía el suyo. Al menos, dice, por el momento siguen capturando las mismas especies que antes: atún, camarones, viejas...
Eso sí, destaca, tras el volcán llegó otro revés: la subida del precio de los combustibles. «No sé qué nos ha afectado más, entre una y otra. Si antes nos costaba unos 0,70 euros el litro de gasolina, ahora está a 1,20. Y los barcos más pequeños gastan al menos 100 litros diarios. Ahora también ha flojeado todo un poco porque se ha ido el turismo de verano. Pero bueno, aunque sea muy lentamente, todo va».
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![Los bomberos, frente a l delta lávico](https://s1.abcstatics.com/abc/www/multimedia/sociedad/2022/09/18/bomberos-U36488247102EBb-624x350@abc.jpg)
Germán Pérez. Jefe de Bomberos de La Palma
«Lo peor es que muchos no pudieron sacar ni sus recuerdos»
En el momento en que estalló el volcán de Cumbre Vieja, Germán Pérez, el jefe de bomberos de La Palma, estaba de baja. Llevaban días preparándose para una posible erupción, pero no pensaban que empezaría donde lo hizo. «Gracias a ese trabajo previo no hubo desgracias personales», sostiene este bombero, que pone voz a la experiencia de los profesionales que trabajaron día y noche para garantizar la seguridad de los demás.
Entonces hacían turnos de hasta 15 o 20 horas, dice: «Una vez que revienta, no hay nada que hacer. Sabíamos que los intentos que se hicieron por reconducir las coladas no eran viables. Esto no es como un incendio, que con medios puedes luchar contra él. Solo puedes tener a la gente controlada y ayudarla a salir y sacar todo lo posible sin riesgo. Hay gente que estaba fuera de su casa, comiendo, y no pudo volver. Lo peor es que muchos no pudieron sacar sus recuerdos». De hecho, ellos aún no han podido regresar al parque de bomberos de la Laguna. «La lava se quedó a seis metros, y sí se llevó el colegio de al lado. Si no es por eso lo arrasa», lamenta. Por el momento, mientras los accesos vuelven a estar plenamente operativos, siguen usando un colegio cercano como sede en la zona.
Esas imágenes de destrucción de los primeros días no se olvidan. Y lo más duro, sostiene, es que la lava se lleva también por delante el futuro, «porque por donde pasa no se puede volver a construir nada, ni edificaciones, ni red eléctrica, ni alcantarillado... Es como si hubiéramos echado hormigón, peor que el desierto». Más indignado habla del olvido al que se enfrentan: «La emergencia continúa, hay familias que siguen viviendo en hoteles o casas de familiares. No todo lo que prometieron los que vinieron a hacerse la foto ha llegado».
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![Alberto Hernández es párroco, entre otras, de la desaparecida iglesia de Todoque](https://s3.abcstatics.com/abc/www/multimedia/sociedad/2022/09/18/cura1-U41538066063REA-624x350@abc.jpg)
Alberto Hernández. Párroco de La Laguna, Todoque, Las Manchas y Puerto Naos
«El paisaje es otro, pero la identidad de barrio es más fuerte»
Apenas media hora tuvo el párroco Alberto Hernández para sacar todo lo que pudo de la iglesia de Todoque. Convertida en el símbolo de la resistencia de uno de los barrios que se evacuó contra reloj los primeros días, finalmente la reactivación de una de las coladas la derrumbó. Por aquellas fechas también tuvo que cerrar la iglesia de San Nicolás de Bari, en Las Manchas.
«Hubo mucha actividad, nerviosismo e incertidumbre, entre el traslado de todo lo que pudimos de los templos y la ayuda que prestamos a los vecinos. Acompañamos muchas lágrimas aquellos días. Lo importante era estar a disposición de la gente, mantener esa vida parroquial en una situación tan complicada, con las comunidades dispersas», reconoce el sacerdote responsable también de las parroquias de los barrios de La Laguna y Puerto Naos. «Depende de la persona. Un año después hay quienes están aún sumidos en una tristeza muy profunda, incapaces de articular palabra sin que se manifieste su herida, y otros que por temperamento han asumido el reto y están en proyecto de adquirir un nuevo espacio, un solar o una vivienda, para volver a gestionar sus vidas».
Pero los contratiempos que tuvieron que afrontar las parroquias durante la erupción no acabaron la primera semana de la erupción. A mediados de octubre hubo que desalojar también el templo de La Laguna, situado en la plaza donde los Reyes visitaron por primera vez a los vecinos afectados por la furia del volcán. El Tajogaite no les daba tregua. «Mantuvimos las celebraciones en otros templos y en mayo pudimos recuperar la iglesia de La Laguna, donde sus fieles han convivido desde entonces con la comunidad de Todoque. Ahora San Pío y San Isidro conviven en el mismo altar», dice.
El día de San Pío, el 21 de agosto, celebraron la fiesta patronal de Todoque en La Laguna con una misa, un almuerzo y actividades para los más pequeños. «Ha cambiado el paisaje, pero lo importante es que al final estamos los mismos. Y se ha fortalecido esa identidad de barrio», sentencia Hernández. Amén.
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![Asistencia de cruz Roja en El fuerte](https://s3.abcstatics.com/abc/www/multimedia/sociedad/2022/09/18/cruz-roja-fuerte-U15047860386nlJ-624x350@abc.jpg)
Emmanuel Marrero, jefe de operaciones de Cruz Roja en emergencia de La Palma
«Todavía hoy seguimos ofreciendo soporte psicológico»
El acuartelamiento militar de El Fuerte (Breña Baja) pasó de ser el hogar de apenas una veintena de soldados a convertirse en un albergue provisional atendido por la Cruz Roja por el que pasaron 456 personas. «Recuerdo que cuando vimos el estallido pensamos: 'La que se nos viene encima'. Estuvimos días de preparativos, yendo por delante de la emergencia. La población palmera se portó de forma ejemplar, fueron increíblemente diligentes, todo era agradecer. Estaban muy pendientes de nosotros cuando éramos nosotros los que íbamos a ayudarles. No ibas a un sitio donde no te invitasen a algo», cuenta hoy uno de los jefes de operaciones de este búnker de asistencia que estuvo funcionando durante semanas.
En aquel entonces, como todos los que colaboraban en la emergencia, el trabajo era de sol a sol. Al final, sostiene, su objetivo era movilizar recursos para poder ofrecer una asistencia de calidad. Por eso, en cuanto hubo hoteles y alojamientos temporales más hogareños que el cuartel, fueron vaciando el espacio cedido por el Ejército de Tierra.
La reconstrucción de las carreteras fue un punto y aparte para la isla, sentencia Marrero, aunque cualquiera que hubiera conocido antes la 'isla bonita' sabe que no tiene nada que ver con el desierto de ceniza y malpaís que había crecido en varias zonas del suroeste de La Palma.
Pero Cruz Roja no solo estuvo dando hogar y ayuda material a los desalojados –invirtieron un millón de euros en la emergencia y planean dedicar otros seis millones a la reconstrucción–, sino que realizaron unas 1.400 atenciones psicosociales y 21 sesiones de ventilación emocional. «Desde el día uno se ofreció soporte psicológico con equipos de respuesta rápida, y se continúa haciendo a través del proyecto Cruz Roja Te Escucha. Si por algo nos caracterizamos es porque no nos retiramos del terreno cuando pasa la emergencia, sino que estamos ahí hasta que los afectados recuperen sus vidas», dice Marrero. Una etapa que para muchos palmeros ya se antoja demasiado larga.
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