«Vivo con un muro delante, el volcán me dejó sola y en la penumbra»
UN AÑO DE LA ERUPCIÓN DE LA PALMA
Un año ha pasado desde la erupción de La Palma que enmudeció al mundo. La belleza del volcán se transformó en dolor, ruina económica, y bruscos cambios en el paisaje de la isla. Los vecinos ya no conviven con el mar, sino con una inmensa pared de basalto que dejó el volcán a su paso
«El volcán no se ha cobrado vidas físicas, pero sí emocionales»
A los pies del volcán de La Palma: «Aquí es donde mejor se respira y menos calor se siente»
![Miriam Hernández en la parte trasera de su casa junto a su madre, María Angustias García](https://s1.abcstatics.com/abc/www/multimedia/sociedad/2022/09/17/MURO-VOLCAN-R6N2RFF7R7Teyd0iDi3nL5O-1240x768@abc.jpg)
El aroma del bizcocho de limón recién horneado convive con el del café, que avisa burbujeando y dando golpecitos a la tapa de la cafetera de que es hora de servirlo. Hay más tazas y cucharillas de las que van a ser necesarias, pero ... Rosabel Díaz Brito es una buena anfitriona y procura que no falte de nada, incluso que sobre si es preciso. Pone la mesa en su casa de La Laguna, en la isla de La Palma, en un espacio que tiene junto a su huerta. La mesa de invitados mira hacia un auténtico vergel: flores y árboles de todo tipo convierten el lugar en un refugio en el que quedarse a vivir para siempre.
Pero es el ruido insoportable e incesante de las máquinas que intentan atravesar la dura piedra en que se ha convertido la lava del volcán el que rompe la burbuja de ese paraíso. Y el polvo, que sobrevuela de vez en cuando y consigue colarse como rayos de luz. Sin embargo, no es el trabajo de los obreros, que intentan abrir carreteras claves para los plataneros y que fueron cortadas por la lava, lo que más le angustia a esta canaria de 68 años. Aquel 19 de septiembre de 2021 nadie le dijo a Rosabel que se quedaría prácticamente aislada en su barrio, y que sería su casa la que establecería el nuevo límite de La Laguna. «Estaba en el centro, pero ahora el barrio termina en mi casa», cuenta mientras corta el bizcocho para que se enfríe. La lava se solidificó, se hizo basalto y se alzó cogiendo la forma de un muro enorme, infranqueable, delante de su nariz. Rosabel ya no tiene vecinos enfrente, no tiene nada... El río seco de lava que tiene delante arrasó con la casas de sus vecinos y con todo lo que encontró a su paso.
De hecho, desde la azotea de la casa de esta canaria puede verse algo del interior de lo que entonces eran los jardines traseros de las casas de enfrente: entre la colada que engulló todo, sobrevive un coche amarillento y sin ventanas, columnas a punto de caer, tejados que quedaron 'de pie' y están en posición vertical, etc.
![Rosabel Díaz Brito mira el muro de lava que tiene frente a su casa](https://s1.abcstatics.com/abc/www/multimedia/sociedad/2022/09/17/rosabel-U44540085344Bsj-624x350@abc.jpg)
La 'benevolencia' del volcán de Cumbre Vieja o la casualidad hicieron que aquella feroz colada siguiera su paso hacia adelante, camino al mar y no se desviara: de haber ocurrido lo contrario, la casa de Rosabel tampoco existiría. La distancia que hay entre ella y el muro es paupérrima: medio metro.
Rosabel vivió varias evacuaciones, la primera fue el mismo 19 de septiembre pero pudo regresar porque su zona todavía no había sido 'devorada'. «Afortunadamente pudimos volver y llevarnos todo lo que había; recuerdo que vinimos una noche a buscar las gallinas y la ceniza no paraba de caernos encima, fue tremendo… Protección Civil no se atrevió a venir: «¿Hay que ir hasta esa casa blanca? ¿Usted me promete que sale en 20 minutos? Porque yo no avanzo más«, me dijo. La lava ya estaba muy cerca», recuerda Rosabel.
Doble muro
Pero el problema del muro es que no es solo achacable al volcán. O sí. A los tres metros y medio 'naturales' que se alzan de lava, y que le quitan a Rosabel el horizonte, «solo me dejó un poquito de mar desde la azotea», dice, se suman cuatro metros de 'otra pared' formada por todo el basalto que se ha despejado de la carretera y que se va acumulando delante de su casa formando otro muro, más alto todavía.
Esta zona fue la primera que se quiso reconstruir. Los operarios entraron un 27 de diciembre, es decir, solo dos días después de declararse el fin de la erupción. ¿Por qué fue el primer lugar elegido para empezar a poner la isla de pie? Porque Rosabel vive al lado de los que se llama el cruce de La Laguna, zona que se hizo conocida, al menos por la población no palmera, por estar pegada a la iglesia a cuyos pies se detuvo la lava y que se salvó ¿de milagro? de ser destruida. Este cruce es de una importancia estratégica fundamental para la isla porque en el casco urbano de La Laguna está el corazón de parte de la isla: su masa trabajadora. Así, todo lo que las retroexcavadoras, 'bulldozers' y camiones 'escupen' van a parar a la casa de Rosabel. «No veo nada, el volcán me tapó la vista y me dejó sola, sin vecinos y en la penumbra...Tan solo me quedó un pedacito de mar desde la azotea...», lamenta. Rosabel puso una cortina oscura en un pasillo y en la habitación principal de su casa porque dice que no puede ver eso «tan negro». «Tengo una sensación de ahogo», agrega.
«El muro de lava me da sensación de ahogo»
Rosabel García
Afectada
Rosabel no tiene vecinos enfrente pero sí al lado. Pegadas a su casa hay otras dos en una situación bastante peor que la de ella porque la lava sí llegó a tocarles, literalmente, la puerta, mientras que a ella le quedó medio metro de margen, insuficiente en cualquier caso para poder entrar por la puerta principal.
Una ventana de cartón
Iraides Fajardo Rodríguez, vecina de Rosalba vive con su marido en lo poco que le quedó de casa. La fachada principal está completamente negra y la ventana que da a la calle es más bien un agujero lleno de tablas de madera que hacen de cristal, de cortina o de separación entre lo que quedó de su casa y el trocito de calle que tiene delante. Ahora vive en la parte de atrás de su pequeño terreno, donde tiene una habitación con cocina. De la casa principal poco sobrevivió de la erupción.
«El calor de la lava levantó las losas de mi casa y destrozó el sistema eléctrico»
Iraides Fajardo
Afectada
Iraides hizo lo que pudo para salvar sus muebles, que ahora conserva en una de las habitaciones quemadas cubiertos con plástico, y logró aprovechar una pequeña habitación en la que reconstruyó un nuevo salón, decorado con un sofá minúsculo pegado a una mesa baja que deja dudoso espacio para las piernas. La mayor parte de la casa tiene el aspecto de haber sufrido un gran incendio. «El calor me levantó las losas y destrozó el sistema eléctrico, lo quemó», cuenta Iraides.
![Iraides Rodríguez Fajardo muestra el interior de su casa quemada por el calor de la lava](https://s2.abcstatics.com/abc/www/multimedia/sociedad/2022/09/17/iraides-U24342087714Urm-624x350@abc.jpg)
Ahora es una mansión
De casas enterradas en la lava o sepultadas bajo la ceniza se ha hablado mucho pero poco se sabe de este otro tipo de viviendas que no sufrieron ni una cosa ni la otra y que sobrevivieron 'a medias'. La lava, en estos casos, no las devoró ni las sepultó pero la cercanía con el calor de la misma las quemó dejando las paredes completamente negras y recuerdos derretidos. Pero Iraides no se desanima. «Esto ahora es una mansión comparado con lo que había, estaba mucho peor; al menos pudimos quitar la lava de la entrada«, cuenta esta canaria de 64 años que estudió Filología inglesa y fue profesora de Secundaria y Bachillerato. Iraides, como Rosabel, también vivió varias evacuaciones. La definitiva, como le ocurrió a su vecina, fue el 12 de octubre. «Ese día vino la Guardia Civil y nos dijo que nos teníamos que ir. Durante ese tiempo estuve yendo y viniendo a la isla y la primera vez que vi mi casa en este estado fue el 26 de diciembre: casi me da algo».
«Lloré mucho, el volcán desintegró mi casa»
Iraides Fajardo
Afectada
Al peor regalo de Navidad posible, se sumó que llegó a La Palma para residir en esta casa por pura casualidad. »Estábamos viviendo en Tenerife, nos jubilamos, vinimos a quedarnos aquí y mira la gracia que hizo el volcán«, cuenta esta docente sin perder el humor. Ahora se la ve emocionalmente entera, igual que a Rosabel, pero la manera que tiene una y otra de afrontar esta tragedia es diferente. «Salgo todas las mañanas a ver el volcán desde la azotea«, cuenta Rosabel. «No miro el volcán; lloré mucho y pedí que me dejaran hacerlo, el volcán desintegró mi casa».
200 de antigüedad
María Angustias García Pérez también lloró, tanto que ya no le quedan lágrimas, dice. De su cuello cuelga una cadenita con forma de corazón donde lleva una foto de su marido y de su hijo, ambos fallecidos con 59 y 31 años, respectivamente. Pero a lo que ahora también le llora esta mujer es a su casa. María Angustias tiene, literalmente, una colada metida en el jardín. El basalto destrozó una pequeña casa que tenía en la parte de atrás, un «pajerito» como le llaman los isleños y que pertenecía a sus bisabuelos. «Es una casa de mis antepasados, tiene más de 200 años de antigüedad; había una habitación, un salón, losa antigua...Yo dormía aquí con mi niño«, cuenta Miriam Hernández García, hija de María Angustias y madre de Raúl, de tres años.
Mientras Miriam juega con su hijo y le cuenta que la zona abombada que hay en medio de la colada es «la cueva de los juguetes», rememora cuáles fueron sus sensaciones la primera vez que volvió a casa y se encontró con que el volcán había penetrado en su hogar. «Me encontré con esto y cuando abrí la puerta casi me da un infarto«.
Lava a cientos de metros
Se encontró este feroz espectáculo en octubre, un mes después de la erupción. El río de lava incandescente, que nació a 200 metros de altura, hizo un largo recorrido, caprichoso, que terminó en su casa, ubicada enfrente de la iglesia. Podría no haber ocurrido, de hecho, mucha gente se pregunta por qué no se fue directamente al mar. «La lava iba tomando diversas direcciones, muchas veces inesperadas, porque la estructura del cono se rompía y esto determinaba el curso de aquella», explica Miguel Ángel Morcuende, el que fue director técnico del Plan Especial de Protección Civil y Atención de Emergencias por Riesgo Volcánico (Pevolca), durante el tiempo que duró la erupción.
![Antonia Emma Jiménez posa desde el balcón de su casa en La Laguna](https://s3.abcstatics.com/abc/www/multimedia/sociedad/2022/09/17/tita-2-U47556588035hJi-624x350@abc.jpg)
Miriam volvió a casa de forma definitiva junto a su madre y su hijo hace tan solo seis meses. «Ahora estoy algo adaptada a vivir con esto pero al principio me impresionaba, y no podía ni mirar. Recuerdo que me desplomé y me ofrecieron atención psicológica pero yo les dije: 'Fue un ataque de ansiedad, denme un vaso de agua y ya está'», cuenta con lágrimas en los ojos y sin soltar el cigarrillo.
«Recordar cómo estaba todo esto fue duro: estaba sembrado con papa negra, aguacates, plátanos. Antes era verde y bonito y ahora, la verdad, es que está un poco triste». La familia tiene la lava muy cerca, tanto, que pareciera inevitable pisar por ahí pero reconocen que no lo habían hecho nunca, hasta que accedieron a pisar el basalto para posar para la cámara.
«Habríamos muerto»
Algo más de suerte tuvo Antonia Emma Jiménez, más conocida como Tita. Esta mujer de 86 años vive con su marido de 91 enfrente de la casa de Miriam y María Angustias, al lado de la iglesia de La Laguna. Tita no sufrió la amenaza de la lava, aunque también la tuvo cerca y hoy le ofrece un paisaje nada agradable desde la segunda planta de su casa, donde tiene una puerta que da a un pequeño balcón. Tita vivió tres volcanes: el San Juan, el Teneguía y el de Cumbre Vieja, al que se ha bautizado Tajogaite. Habla con la experiencia, no de un científico, pero sí de la que le dieron los años de vida. «Yo pensé que la lava iría lenta, como ocurrió con los otras erupciones, pero no», dice.
![Juan y su mujer, en la puerta de su casa en La Laguna](https://s2.abcstatics.com/abc/www/multimedia/sociedad/2022/09/17/juan-lava-U43656173637ZmB-624x350@abc.jpg)
Tita, con una lucidez privilegiada para su edad, se muestra agradecida porque pese a que perdió la viña de su familia en Todoque, pudo seguir en su casa de toda la vida. «Al menos no perdimos el hogar, con esta edad si nos hubieran sacado de aquí habríamos muerto», sentencia.
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