Presidente de la Conferencia Episcopal
Luis Argüello: «Nunca vamos a aceptar una imposición que no tiene base legal ni jurídica»
El presidente de los obispos analiza el fallido boicot del Gobierno al plan para víctimas de abusos: «Hemos recibido presiones más allá de lo razonable»
La Iglesia encomienda a ocho expertos independientes la reparación a las víctimas de abusos
![Luis Argüello en la sede de la Conferencia Episcopal](https://s1.abcstatics.com/abc/www/multimedia/sociedad/2024/07/14/arguello-entrevista-sentado-Rn7g6Gr9HxEjwqqrROuJD4H-1200x840@diario_abc.jpg)
Luis Argüello asumió en marzo la presidencia de la Conferencia Episcopal. En cinco meses, en colaboración con la Confederación de Religiosos, ha conseguido desbloquear la aprobación del Plan de reparación a víctimas abusos que no pueden acudir a la vía judicial por haber prescrito su ... caso o muerto el victimario. Un proyecto aprobado de forma casi unánime. De los 67 obispos presentes en la Asamblea Plenaria extraordinaria del martes sólo uno se abstuvo en los tres documentos aprobados y otro votó en contra a uno de ellos.
—El Gobierno ha ejercido una fuerte presión contra el plan que aprobaron el martes, tanto con la reunión a la que convocó a las víctimas, como filtrando a algún medio las cartas que intercambiaron con la Conferencia Episcopal. ¿Cómo califica esta intromisión en una decisión que, como usted decía dándole la vuelta las palabras de Bolaños, sólo podía ser unilateral?
—Ciertamente el asunto me asombra, porque nosotros, poniendo a las víctimas en el centro, quisiéramos la colaboración entre los que estamos implicados -y no cabe duda de que la administración pública, el Gobierno, tiene algo que decir ante los asuntos que pasan en la nación-. Pero quisiéramos poder hacerlo desde una leal colaboración y no consintiendo que estos asuntos puedan ser instrumentos para el ejercicio de una presión mediática y una utilización política.
—En el argumentario que utilizó el ministro Bolaños ante las asociaciones de víctimas decía que la recomendación del Defensor del Pueblo obligaba a una comisión mixta Iglesia-Estado. Pero no es así, sino que habla de un órgano independiente con el que tendrá que colaborar la Iglesia al asumir las indemnizaciones…
—Pensamos que esta colaboración se expresa claramente en los acuerdos que tomamos. Queda claro desde el momento en que nosotros, para casos que están ya jurídicamente cerrados, colaboramos reconociendo nuestra obligación moral y abriendo la puerta a un proceso en el que la reparación pueda darse. Desde ahí aceptamos otras sugerencias y estamos dispuestos a incorporar esas propuestas, pero nunca vamos a aceptar un tipo de imposición que no tiene además base legal ni jurídica.
—De hecho, el Defensor del Pueblo afirma que estas cuestiones se tienen que resolver a través de una ley. Un paso que se ha saltado el Gobierno, además de que tampoco ha convocado a Ángel Gabilondo al Congreso para que presente su informe.
—Dado que una de las palabras citadas [por el ministro Bolaños] ha sido unilateralidad, yo creo que ahí sí que vemos un caso claro de decisión unilateral.
—Habla de leal colaboración, pero da la impresión que desde la otra parte, el Gobierno está politizando la cuestión de los abusos en la Iglesia, intentando incluso utilizar a las asociaciones de víctimas…
—Quizás sea así. Precisamente una de las formas en que esto se canaliza es a través de los medios de comunicación social. Los propios medios tendréis que valorar si esto se produce o no. Nosotros hemos pensado en la relación que hemos tenido en estas semanas, y ciertamente hemos recibido presiones más allá de lo que pudiéramos llamar razonable en una leal colaboración. Pero nuestra respuesta es dar a conocer nuestro propio procedimiento y desde ahí escuchar sugerencias y ver formas de posible colaboración.
—Su plan ofrece una novedad, la intención de participar en un acto público de reparación. ¿Cómo será?
—Este es un ejemplo de la colaboración de la que hablaba. Desde la Iglesia, la decisión de formar parte de esta reparación simbólica está tomada. Ahora buscaremos la forma en que sea más eficaz teniendo en cuenta las opiniones de las víctimas y sus asociaciones, e incluso también la escucha y colaboración con las propuestas que el Defensor del Pueblo pudiera hacer y, desde él, la administración pública.
—Cuando presentó el Plan, afirmó que no supone el final del proceso, sino un paso más. ¿Qué le queda pendiente a la Iglesia para resolver esta lacra?
—Queda poner en práctica las decisiones que estamos tomando: hacer un seguimiento de los acuerdos, los criterios y seguir yendo adelante en su cumplimiento. Y como este es un camino en el que vamos aprendiendo, incorporar lo que descubramos en la aplicación de todos los itinerarios que están en marcha, que tienen que ver con la prevención, con la formación, con el acompañamiento y con la reparación. También un asunto interesante que queda pendiente de reflexionar y de ahondar, es como acompañar a los victimarios, a los que han sido acusados e incluso tienen un cumplimiento de penas canónicas o civiles. Desde la intuición que supone la propuesta restaurativa, que está apuntada en el plan de reparación, nos queda ver que es lo pudiéramos hacer juntos, sin que eso suponga añadir dolor a las víctimas, pero sí extender también el cuidado y la restauración de su propia vida a los que han cometido estos delitos.
—La cuestión de los abusos no es la única que está puesta sobre la mesa en la negociación con el Gobierno. La exención del IBI es un tema recurrente, que agitan contra ustedes, o las inmatriculaciones, que entiendo que está cerrado por completo…
—Sí, sí, está cerrado. Y entiendo que también el asunto fiscal está ya claro por ambas partes. Pero no llega con tanta fuerza a la sociedad que el régimen fiscal de la Iglesia es el mismo que el de todas las entidades no lucrativas, incluidas las vinculadas a partidos políticos o a sindicatos, a empresas o a la banca. Es el mismo régimen fiscal.
—Aparte de los temas de interlocución directa, también están las cuestiones que entran en lo antropológico, en la diferente concepción de persona que este Gobierno está demostrando con leyes como la del aborto, la eutanasia o la educación, frente a la que tiene la Iglesia.
—Cada vez tenemos más claro que una de las afirmaciones fuertes del Papa Francisco, la relación entre antropología, economía y política, es muy real. Por tanto, no vale jugar con la persona dividiéndola en fases, diciendo unas cosas que le afectan a la economía, otras a la política, y otras que afectan a la autonomía personal, a la configuración antropológica. Todo está relacionado. Y nosotros creemos que en relación con la antropología se encuentra una cuestión muy importante de la España y Europa actual que es la comprensión del matrimonio y la familia, que es la transmisión de la vida y la cuestión demográfica.
—¿Van a tener una voz firme en estos temas, aun a costa de que les acusen de entrometerse?
—Pero sin embargo les parece bien a unos que opinemos de las migraciones, o fatal a otros que opinemos de lo mismo, o que hablemos, por ejemplo, relacionado con la antropología y con la familia, de un asunto muy importante hoy que es la cuestión de la vivienda. Lo característico de una visión católica de la realidad es que trata de poner en relación. Nos gustaría ser capaces de transmitirlo, aunque no siempre lo conseguimos. Si esta relación se viera, podríamos aportar cierta comprensión a muchos de los elementos de polarización presentes en nuestra sociedad actual, por tomar los asuntos de manera muy aislada La polarización se hace trampas al solitario, porque los mismos que argumentan contra un asunto, con una posición aislada, cuando se pasan a otro tema cambian sus normas de juego. Puede haber defensas extraordinarias del derecho a la vida, que yo comparto, y de decir que es muy preocupante que se quiera incorporar a nivel europeo el derecho al aborto con un rango constitucional, todo ello argumentado desde una defensa radical de la vida y de la dignidad humana, y luego, que a esos mismos grupos les tiemble la voz a la hora de defender la dignidad humana de una persona que no tiene donde vivir. O que estén en contra de un migrante, de una persona que viene a nuestra patria, aunque sea traído por las mafias, -que es condenable- o que ha salido de su país por las consecuencias de un sistema económico global que genera pobres en serie. No se pueden cambiar los códigos.
—Cuando fue elegido presidente dijo que estaba leyendo el libro 'Blasfemar en el templo', de Adriano Erriguel. Se ha convertido en un buen prescriptor de este tipo de ensayos ¿Qué está leyendo ahora?
—[Risas] Sí, bueno, la verdad es que ahora lo que estoy leyendo, los libros que me llevo de viaje, son un ensayo que me han hecho llegar sobre la vida entendida como vocación. Esto, iba a decir que lo hago por exigencia profesional, porque la Iglesia española está preparando un encuentro sobre la vocación. Y luego estoy leyendo un ensayo sobre Isabel la Católica que también está muy relacionado con la Iglesia y con la causa de beatificación de la reina que promovemos desde Valladolid.
—Le pregunto esto, porque echo de menos a figuras eclesiales que entren en el debate con el pensamiento de nuestro época, como aquel entre Ratzinger y Habermas. Obispos y teólogos parecen como refugiados en una burbuja intraeclesial y han renunciado a esa confrontación de ideas.
—Tengo la impresión de que el encierre en la burbuja es por diversas partes. Es verdad que dentro de la Iglesia podemos echar de menos personas que desde el mundo del pensamiento, quieran entrar en diversos debates, pero también es cierto que desde otros ámbitos tampoco encontramos muchos interlocutores. Francamente creo que en el ámbito general de la Iglesia en algunas de las cuestiones que preocupan sobre este mundo en cambio, sí que se están dando elementos para este diálogo. Por ejemplo, aceptamos con alegría que haya pensadores que viniendo desde el mundo secular también se plantean cuestiones importantes sobre la antropología, sobre el significado de la vida y de la historia. Es el caso del filósofo coreano afincado en Alemania Byung-Chul Han. Tiene un texto sobre los rituales que entra muy en diálogo con lo que para la Iglesia significa la liturgia. Sirve para entender como hoy, cuando tantos de nuestros contemporáneos han abandonado la liturgia dominical, sin embargo sienten imperiosa necesidad de tener otros rituales. Y lo reconozco desde un texto de alguien que no es cristiano, como Byung-Chul Han.
—¿Corre la Iglesia el riesgo, en el mundo posmoderno tan disperso, de quedarse sólo como una voz más dentro del pensamiento?
—Sí, eso es cierto. Porque además la Iglesia tiene una pretensión de verdad. Puede ocurrir que la Iglesia sea aceptada sólo si se presenta como una opinión más. Esto es lo que plantea Charles Taylor, en su obra magna sobre la secularización. Plantea un nivel de secularización que tiene que ver con los datos de la gente que es practicante o no, pero luego señala otros niveles más profundos. Uno de ellos es precisamente el decir que los planteamientos de los católicos son una opinión más en la feria de las opiniones. Si la opinión de la Iglesia es una más, pierde relevancia. Esta cuestión es todavía más dramática para la Iglesia cuando se vive en su interior y leemos entre los que formamos parte de ella que aquello que nosotros creemos, que tratamos de vivir y de comunicar, es solamente una opinión. Perdemos fuerza para lograr implicar la existencia, sobre todo en momentos que hay que caminar contracorriente. Esa es la secularización interna.
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—Acabó desengañado de la política. ¿Cómo valora la situación actual en que podríamos hablar de un 'déficit de verdad', con políticos capaces de mantener un criterio y el contrario sin ningún atisbo de vergüenza?
—Es que hay corrientes sociológicas que apoyan esa actitud y hablan de posverdad. Mantengo tertulia con algunas de las personas que conocí en ese tiempo, en los años 70 y 80, y a veces nuestros diálogos son melancólicos y no sólo por parte del que hoy es obispo, sino también de quien ha participado en responsabilidades políticas importantes. No me gustaría dejarme llevar por esa melancolía, pero estamos ante una gran transición. La posmodernidad no acaba de abandonar la modernidad, porque se piensa desde sí misma, desde sus propias categorías. Por eso la posmodernidad nunca deja de ser tardomodernidad. La modernidad puso al hombre en el centro, y para ello apartó a Dios. Ahora resulta que el hombre en el centro tiene que pelearse con los bichos, las plantas y las máquinas, que le desafían en ese lugar central. En este caso, lo que significa creer en Dios, seguramente sea una aportación imprescindible para seguir diciendo que el hombre, varón y mujer, está en el centro de lo creado y de la historia.
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