El presidente de los obispos que corría delante de los grises
«De una innegable fortaleza intelectual, de Iglesia y de consenso, moderado en la palabra pero firme en sus convicciones y capaz de dialogar con izquierda y derecha»
Juego de equilibrios en la Conferencia Episcopal con Argüello y Cobo en su cúpula
Luis Argüello, elegido nuevo presidente de la Conferencia Episcopal
Circula por las redes sociales una foto de un mitin de Santiago Carrillo en la que, detrás del dirigente del PCE, el rostro de un mozo sonriente recuerda a un joven Luis Argüello. «No soy yo, es un hijo de Carrillo, aunque yo sí ... estaba entre el público», nos desvelaba el protagonista cuando, en el ambiente de una conversación informal preguntábamos sobre el rumor. Y es que el arzobispo de Valladolid, y recién elegido presidente de la Conferencia Episcopal, nunca ha ocultado su juvenil implicación política.
De aquellos años cuenta que colaboró con varios partidos, aunque nunca tuvo un compromiso firme. Pero lo cierto es que Argüello sí que tuvo un papel importante en la militancia antifranquista de los últimos años de la dictadura y el comienzo de la Transición. Antes de morir Franco, fue delegado de la Facultad de Derecho de Valladolid, en el curso 1974/75. Poco después se licenciaba, en 1976, con Premio Extraordinario fin de carrera, lo que llevó a ser profesor de Derecho Administrativo en la misma Universidad. Era la época de las primeras revueltas universitarias y aquel ambiente «provocó en mí una especie de revolución que puso un poco de distancia con la experiencia religiosa», contaba.
A la par, avanzaba su carrera política. En las primeras elecciones municipales de la democracia colaboró con el PSOE de Valladolid y, al obtener la alcaldía, fue asesor del área de Cultura del consistorio. Sin embargo, la práctica política comenzó a generarle un cierto desencanto, en medio del cual, los hermanos de La Salle de Valladolid, donde había cursado las enseñanzas medias, le llamaron para una charla sobre la recién aprobada Constitución. La vuelta a los orígenes le provocó una experiencia de nueva conversión. Inicio un proceso de discernimiento personal que le acabaría llevando al seminario.
Su desengaño absoluto con la política llegó en 1983 cuando fue detenido por participar en una manifestación contra la OTAN. No encontraba sentido que aquellas fuerzas de seguridad estuvieran dirigidas por el mismo PSOE con el colaboraba en el ayuntamiento. Rompió su vinculación con la fuerza política y, ese mismo año, entró en el seminario. Tenía 30 años, una edad poco habitual para comenzar la formación sacerdotal. «Vocación tardía» se le denominaba entonces.
Aquella experiencia, tanto en lo político como de profesor, le han sido muy útiles al ocupar cargos como la Secretaría General de la Conferencia Episcopal, a la que llegó en 2018 de la mano de quien entonces era su arzobispo, el cardenal Ricardo Blázquez, o como cuando le sustituyó, en 2022 al frente de la diócesis vallisoletana. Por un lado, gracias a esa didáctica desplegada con la prensa, que favorece una comunicación clara, que se entiende a la primera y en la que lo que dice es lo que ha querido decir. Lo que es muy de agradecer viniendo de un eclesiástico.
En lo político porque tiene la capacidad de hablarles de tú a tú, y también en su mismo lenguaje, cuando, por su responsabilidad ha tenido que representar a la Iglesia en una negociación. No le tembló el pulso para cerrar temas como el de las inmatriculaciones con el ministro Bolaños, ni tampoco para recriminarle la sucia jugada que les habían gastado a los obispos con el tratamiento informativo que hicieron sobre la cuestión. Tampoco cuando el ministro alardeó de la lucha antifranquista socialista en una discusión sobre la Ley de Memoria Histórica. «Aquí, el único que ha corrido ante los grises soy yo», le recordó a Bolaños.
Un ejemplo de esa capacidad pedagógica se ha vivido este martes en su presentación ante la prensa. Preguntado por lo que podría aportar personalmente desde la presidencia ha recordado una frase que repite muchas veces: «Me gusta el fútbol y me gusta leer». Y ha explicado: «Lo que puedo aportar es la 'forofez' de un apasionado del Evangelio y la iluminación de quien le gusta leer novelas y ensayos».
Pasión por el Evangelio y fortaleza intelectual son las armas con las que se pone al frente de los obispos. No tiene programa, nunca lo tiene ningún presidente, pero si se quiere conocer el pensamiento y el plan de trabajo que puede aportar Argüello sólo hay que acudir al documento 'El Dios fiel mantiene su alianza', intitulado «Instrumento de trabajo pastoral sobre persona, familia y sociedad ofrecido a la Iglesia y la sociedad española desde la fe en Dios y la perspectiva del bien común», que aprobaron en enero de 2023, y del que el nuevo presidente es autor principal.
El texto, que entonces pasó un tanto desapercibido pero ahora cobra nueva actualidad, condena «la reciente legislación que se extiende por el mundo actual totalmente contraria a la razón, a la naturaleza y a la vida». Y no solo se detiene en los textos legislativos concretos, sino que se adentra en la filosofía y la antropología que subyace en ellos, como la «ideología de género», la «cultura de la cancelación o el movimiento 'woke'». En definitiva, condena el intento de «construcción de un nuevo modelo social, para lo que es preciso 'deconstruir' lo esencial del sistema vigente».
Recupera la Conferencia Episcopal para su cabeza a un hombre de una innegable fortaleza intelectual, de Iglesia y de consenso, moderado en la palabra pero firme en sus convicciones y capaz de dialogar con izquierda y derecha. Argüello llega a la presidencia de los obispos con los deberes hechos y la lección aprendida, pero con el mismo ímpetu, inquietud y hambre de saber que el pequeño Luis Javier comenzaba sus estudios de Primaria en la localidad palentina de Meneses de Campos, que por los años cincuenta rondaba los quinientos habitantes y hoy apenas alcanza los cien. Ahora, en Meneses de Campos también pueden incorporar entre sus hijos ilustres al presidente de la Conferencia Episcopal.
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