Juego de equilibrios en la Conferencia Episcopal con Argüello y Cobo en su cúpula
Los obispos dan un giro y apuestan por el arzobispo de Valladolid para liderar la Iglesia española
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Argüello saluda a las víctimas de abusos concentradas frente a la sede del órgano
Al acabar un cónclave se habla de 'Papa de transición' cuando dada la alta edad del elegido se prevé que su pontificado sea breve. Algunos lo ven como una estrategia para reorganizar el colegio cardenalicio en búsqueda de nuevas mayorías; otros, un tiempo ... para resituarse en espera de momentos más favorables; los menos, una versión católica de la patada hacia delante. Pero, en la práctica, los pontificados de transición acaban siendo momentos apasionantes de grandes cambios, y sólo hay que recordar que el último, –el de Juan XXIII entre 1958 y 1963– fue el que propició la gran renovación de la Iglesia, el Concilio Vaticano II.
Reúne, la elección de Luis Argüello como presidente de la Conferencia Episcopal, algunas características de un pontificado de transición, condicionado por la normativa vaticana que le impide presentarse a un segundo mandato. Sabe Argüello que tiene por delante cuatro años, pero sólo cuatro. Sus armas es que llega con los deberes hechos, la lección aprendida y consciente de que su tiempo es finito.
Todo ello ha pesado en su elección. Aunque en primera votación y con un respaldo de 48 votos (de los 78 posibles) no cabe duda de que los obispos lo han considerado su mejor baza. Con el mensaje de que las reformas que esperan de él, no se pueden hacer esperar. La primera de ellas, el gesto de salir a saludar a las víctimas de abusos que se manifestaban en la calle frente a la Conferencia. La reclamación, hasta ahora ignorada, de un acto público de perdón, parece más cerca.
No es el de Argüello el único nombramiento, la Conferencia Episcopal ha renovado a toda su cúpula y ahí caben destacar dos palabras en apariencia contrapuestas: equilibrio y continuidad. La primera, porque los obispos, lejos de significarse por una de las sensibilidades internas –como ocurrió cuando el ala progresista eligió entre su corriente a Omella y Osoro– han preferido volver al tradicional juego de equilibrios entre presidente y vicepresidente, y han elegido para este último cargo al arzobispo de Madrid, el cardenal José Cobo.
Sin ruptura con el Papa
Cierto que su respaldo ha sido menos significativo que el de Argüello. En segunda votación y rozando la mayoría absoluta (39 apoyos), lo que hace pensar que el voto que el pasado viernes perdió el cardenal Osoro –que previsiblemente no hubiera apoyado a Cobo– podría haber llegado a ser decisivo. En todo caso, la misma mayoría episcopal que ha elegido a Argüello, ha proclamado al «hombre del Papa en España» como su vicepresidente, lo que despeja cualquier sospecha de que la elección buscaba romper la comunión con el Pontífice.
De hecho, ellos mismos se han encargado de desmentirlo en su primera comparecencia conjunta ante la prensa. «Tenemos una especial responsabilidad, que es precisamente cuidar ese ejercicio de colegialidad de los obispos de España, su vinculación con el obispo de Roma, y desde él, con toda la iglesia universal, y alentar también que todo el pueblo de Dios camine unido», explicaba Argüello. De igual forma, Cobo ha mostrado su intención de «seguir aprendiendo a trabajar en equipo» con la «clave» puesta en el «servicio». Dos sensibilidades y un mismo criterio que vuelven a mostrar que no hay nada más parecido a un obispo que otro obispo.
Continuidad
El resto de las elecciones confirman la otra tendencia: continuidad. Prácticamente todos los cargos repiten mandato, excepto aquellos que han tenido que ser sustituidos por razones de edad. Lo más significativo, la incorporación del arzobispo de Valencia, Enrique Benavent, en la Comisión Ejecutiva, el verdadero órgano de gobierno de los obispos. Junto a él repiten, Ginés García Beltrán, obispo de Getafe; Jesús San Montes, arzobispo de Oviedo; Mario Iceta, arzobispo de Burgos; José Ángel Sainz Menes, arzobispo de Sevilla; y José María Gil Tamayo; arzobispo de Granada, además del presidente, vicepresidente y el secretario general, García Magán, cuya elección no correspondía hacer en esta Plenaria.
Y, aunque no hay un programa electoral, las primeras palabras en público de Argüello sí que han marcado unas prioridades. «Nos preocupan situaciones de pobreza del corazón, de soledad, de falta de sentido, de pobreza afectiva y, cómo no, las pobrezas materiales: jóvenes sin empleo o con dificultades para contraer matrimonio y poner en marcha una familia. También los migrantes, aquellos jóvenes que deambulan por las calles. para todos se trata de llevar la buena nueva del Evangelio», ha comenzado diciendo.
Ante ello se ha mostrado optimista al afirmar que «la sociedad española tiene un anhelo oculto y muchas veces muy expresado de encontrar fuentes para una regeneración ética y espacios para propiciar encuentros y reconciliaciones». También, consciente de la secularización que vive la sociedad española, y el alejamiento de muchas personas de la vida de la Iglesia, ha remarcado algunos acontecimientos que «nos hacen tener una gran esperanza» como el Congreso de Laicos, el encuentro del 'primer anuncio' o el Congreso de Educación. Y ha llegado a afirmar que los obispos «estamos deseando que los laicos tiren de nosotros».
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