Argüello y Cobo, la silenciosa batalla para presidir a los obispos
La sucesión a Omella es una carrera en la que no hay candidatos ni campaña electoral
La fulgurante carrera de José Cobo, el nuevo arzobispo de Madrid
![Luis Argüello, arzobispo de Valladolid, a la izquierda, junto al cardenal José Cobo, arzobispo de Madrid a la derecha](https://s1.abcstatics.com/abc/www/multimedia/sociedad/2024/01/24/obispos-RRuusF06WhpquCtAyNiBeJJ-1200x840@abc.jpg)
Los obispos tienen que elegir a su nuevo presidente en la Asamblea Plenaria que les reunirá del 4 al 8 de marzo. Conocedores de que el actual, el cardenal Juan José Omella, no podía optar a la reelección al haber superado ya la ... edad prescrita por el Vaticano (tiene 77 años), la mayor parte de los prelados parecían tener claro quien podría ser sucesor: Luis Argüello.
Con amplia experiencia, tiene 70 años, y probada eficacia en el gobierno de la Casa de la Iglesia. Tras su paso como secretario general, el ahora arzobispo de Valladolid es un hábil negociador con las autoridades civiles (es abogado e incluso tuvo responsabilidades políticas antes de entrar en el seminario), y podría ser el candidato perfecto para un periodo de transición hasta la nueva generación de obispos, ya que sólo optaría a un mandato de cuatro años.
Cuenta a su favor que el cumplir años en mayo, no le inhabilita como candidato, tras las instrucciones específicas del Papa Francisco a los obispos españoles para que no eligieran cargos en la Conferencia que cumplieran su edad de jubilación (75 años) durante su mandato. Argüello los hará en mayo de 2028, tres meses después de ese hipotético periodo. En esta coyuntura, parecía tener todas las opciones, hasta que en junio intervino el Papa.
No lo hizo de una forma directa, por supuesto, pero puso un nuevo nombre en el disparadero al elegir como arzobispo de Madrid a uno de sus obispos auxiliares, José Cobo. Hasta ese momento, Cobo había mantenido un perfil bajo dentro de la Conferencia. No había ocupado ningún cargo importante, ni los obispos más veteranos recordaban intervenciones significativas suyas en la Plenaria.
Además, en apenas tres meses llegó su creación como cardenal y los nombramientos para los dicasterios de Laicos y de Obispos, este último el segundo más importante en la curia vaticana, pues se encarga de la elección de los futuros prelados. Una predilección de Francisco que ha encumbrado a Cobo como «hombre del Papa en España», apelativo oficioso que anteriormente ya ostentaron, sucesivamente, los cardenales Osoro y Omella.
Así, la única etapa que parecía faltar en esa fulgurante carrera, era la presidencia de la Conferencia Episcopal. Y el sector más 'francisquista' de la Conferencia, huérfano de un candidato claro, después de que se fueran desinflando las apuestas de Omella, comenzó a agitar la propuesta en medios de comunicación y ambientes eclesiales.
Pero cualquier irrupción de este tipo en esta silenciosa batalla no sería fácil. Sin candidatos, ni campaña electoral, las elecciones a la presidencia de la Conferencia Episcopal son, cuanto menos, peculiares. Los obispos no se postulan para cargos y evitan hacer comentarios públicos sobre posibles candidatos. De hecho, los auténticos, sólo los conocerán ellos, al final del primer día de la Asamblea Plenaria, después de una votación de sondeo que les permita saber por dónde van las preferencias. Y ni así, porque no sería la primera vez que en ese proceso algún grupo simula un supuesto apoyo a un nombre, justo con la intención contraria, para movilizar al otro sector en su contra.
Dicen que «lo que más se parece a un obispo es otro obispo» y nunca falta la palabra comunión cuando hablan sobre las relaciones entre ellos, pero lo cierto es que el Episcopado está distribuido en diversas sensibilidades. Así, mientras Cobo ha focalizado el respaldo del sector más progresista; Argüello aúna los apoyos de los conservadores -que aprecian una mayor fidelidad en lo doctrinal- y los moderados, que suelen ser quienes resultan decisivos para ganar las elecciones, que requieren de mayoría absoluta de los obispos participantes.
En este momento, si no hay bajas o nombramientos de última hora, serían 79, por lo que el candidato necesita 40 votos para ser elegido. Para que no se perpetúen o bloqueen las votaciones, los estatutos prevén que tras dos intentos sin alcanzar la mayoría, la elección se reduzca a los dos candidatos más votados. No existe la opción de pactos o cesión de votos.
Dos estrategias
Cuentan en ambientes eclesiales, que los partidarios de Cobo estiman que les faltan entre siete y cuatro votos, lo que implica que su rival podría tener la mayoría absoluta. Ante ello, sólo les quedan dos estrategias: tratar de movilizar hacia su candidato apoyos de los moderados, o recurrir al argumento de autoridad y recordar que se trata del hombre del Papa.
Hay quien espera incluso un gesto de apoyo explícito del Pontífice hacia Cobo. Ya insinuaron que la reunión en Roma con todos los obispos tenía en su agenda oculta la posibilidad de que Francisco aprovechara para impulsar al arzobispo de Madrid entre sus hermanos en el episcopado. No lo hizo. No es propio del Papa, que sólo influye de manera directa en la elección de un presidente de Conferencia Episcopal, la italiana, elegir entre los nombres que la plenaria le presenta.
Tampoco parece oportuno que lo llegue hacer. Presentarse ante los obispos como el hombre del Papa en España ha provocado, en otros casos, el efecto contrario, como en la derrota del cardenal Osoro frente a Blázquez en 2017. Las votaciones son secretas y a los obispos no les suelen gustar estas de injerencias, por más que vengan de Roma.
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Lo cierto es que a Cobo la «candidatura» a la presidencia de la Conferencia Episcopal le llega muy pronto, cuando apenas lleva unos meses al frente de la diócesis más grande de España y empieza a hacer los cambios para acomodarla a su modelo. En agosto, durante la Jornada Mundial de la Juventud reconocía estar «abrumado» ante los diversos nombramientos y reclamaba tiempo para «situarme y poder gestionarlo todo».
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