La fulgurante carrera de José Cobo, el nuevo arzobispo de Madrid
En apenas tres meses, el Papa le ha nombrado arzobispo de Madrid, cardenal y miembro del Dicasterio para los Obispos
El nuevo arzobispo de Madrid plantea la necesidad de «cambiar lenguajes y ajustar fórmulas pastorales, no vale lo de siempre»

«Los obispos españoles tienen tortícolis de tanto mirar a Roma». Era diciembre de 1990 y el cardenal Tarancón -que llevaba ya más de siete años de emérito, jubilado como arzobispo de Madrid- ironizaba sobre la falta de independencia de los prelados españoles y el obsesivo seguidismo, de los más conservadores, al entonces Papa, Juan Pablo II.
Han pasado más de treinta años y ahora más bien parece que es Roma la que mira a España. O, para ser más concretos, su obispo, el Papa Francisco, y a una diócesis, Madrid. En apenas tres meses, uno de sus obispos auxiliares, José Cobo, ha pasado a ser el arzobispo de la sede más importante de España, ha sido nombrado cardenal (será creado en el consistorio del 30 de septiembre) y miembro del Dicasterio para los Obispos, el segundo más importante dentro de la curia vaticana, pues se encarga de la elección de los futuros prelados.
Una carrera fulgurante, sin parangón en la historia moderna de la Iglesia española y que ha sorprendido hasta al propio implicado. «Aún no había acabado de responder los cientos de mensajes que recibí por el nombramiento como arzobispo y ya volvía el teléfono a saturarse con el anuncio de cardenal. Estoy abrumado. Todavía no sé cómo voy a gestionar esto», comentaba José Cobo en agosto en Lisboa, durante la Jornada Mundial de la Juventud.
Una sorpresa que también compartía la mayor parte de los obispos cuando su nombramiento se filtró unas semanas antes de hacerse público. La 'batalla' por la sede de Madrid había sido larga y finalmente se resolvía, antes de lo previsto (Osoro había contado a su entorno que el Papa le iba a prorrogar hasta los 80 años), y con un candidato inesperado, e incluso poco conocido por el resto de prelados. En los cinco años y medio en que es miembro de la Conferencia Episcopal ha mantenido un perfil bajo, sin apenas intervenciones. Tampoco le han elegido nunca para presidir alguna de las comisiones de trabajo de la Conferencia Episcopal.
Así, el ascenso de Cobo, no cabe duda, es obra en exclusiva del Papa. «Está claro que se trata de una decisión personal de Francisco», explican a ABC fuentes vaticanas. El Pontífice se fijó en Cobo cuando, acompañando a Osoro, le visitaron para ponerle al día sobre el caso Fundaciones. A partir de ahí, su confianza en el auxiliar fue en aumento y se acabó concretando el 12 de junio, cuando se anunciaba que sustituiría a Osoro, quien le había promovido cinco años antes como obispo auxiliar.

Una predilección de Francisco que ha encumbrado a Cobo como «hombre del Papa en España», apelativo oficioso que anteriormente ya ostentaron, sucesivamente, el cardenal Osoro y el actual presidente de la Conferencia Episcopal el cardenal Omella. Una 'distinción' que, además, sitúa a Cobo, de golpe, en la primera línea de la carrera para presidir la Conferencia Episcopal.
El mandato de Omella finaliza el próximo marzo y, aunque podría ser reelegido, para entonces estará a punto de cumplir los 78 años. Aunque su reciente nombramiento para el C9 -el consejo de cardenales asesor del Papa- parece garantizar que seguirá al frente de Barcelona hasta los 80 años, no parece prudente que sea reelegido para un mandato que tendría que abandonar a la mitad, al cumplir los 80 años, la edad que marca el reglamento de la Curia como obligatoria para abandonar todos los cargos.
Presidente de la Conferencia Episcopal
Que el arzobispo de Madrid sea elegido presidente de la Conferencia Episcopal no resultaría extraño. Todos lo han sido, excepto el recién jubilado cardenal Osoro, para el que, paradójicamente, ser señalado por la prensa como el «hombre del Papa» jugó en su contra en cada proceso electivo al que se enfrentó. Los obispos decidieron seguir su camino, y no el supuestamente marcado con Roma. Algo que también podría ocurrir ahora.
Porque nadie niega que Cobo está en la 'pole position' de una carrera en la que no hay ni candidatos ni campaña electoral, pero los obispos españoles parecían tener trazado ya un plan antes de su irrupción en escena. Entre los candidatos para sustituir a Omella en marzo, Luis Argüello era el que convencía a la mayoría del Episcopado. Con amplia experiencia, tiene 70 años, y probada eficacia en el gobierno de la Casa de la Iglesia, tras su paso como secretario general, el ahora arzobispo de Valladolid es un hábil negociador con las autoridades civiles (es abogado e incluso tuvo responsabilidades políticas antes de entrar en el seminario), podría ser el candidato perfecto para un periodo de transición hasta la nueva generación de obispos, la de Cobo, 12 años menor.
Los obispos tienen ahora seis meses por delante para decidir si continúan con su plan previsto o, ateniéndose a las palabras de Tarancón, optan por aprovisionarse de antiinflamatorios para sus cuellos, y le dan a Cobo un respaldo mayoritario que, hoy por hoy, no tiene. Porque, aunque no hay nada más parecido a un obispo que otro obispo, en la Iglesia siempre hay diversas sensibilidades. Y al igual que en 1990 Tarancón criticaba a aquella mayoría que bebía los vientos por Juan Pablo II, ahora el francisquismo acérrimo es minoritario entre los obispos españoles.
Y ese parece otro de los encargos que Francisco ha dejado en manos de Cobo, al incorporarlo al Dicasterio para los Obispos la semana pasada, junto al obispo de Teruel, José Antonio Satué: cambiar el perfil de los obispos españoles. En los próximos dos años, un cuarto de los obispos españoles tienen que ser renovados por razones de edad. en un proceso que está siendo mucho más lento de lo habitual.
El retraso se debe a las dificultades que ha encontrado el nuncio para llevar adelante esta tarea. El sector francisquista acusa a Bernardito Auza de proponer nombres «demasiado conservadores». Como solución, se urdió una insólita «comisión de ayuda al nuncio» que no ha conseguido más que dilatar el proceso.
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Lo cierto es que al Papa Francisco no le gusta el actual nuncio. Así se lo confesaba a un grupo de periodistas españoles en Santa Marta a principios de verano, según ha podido saber ABC. Sin embargo, en vez de tomar la decisión de sustituirlo opta por realizar nombramientos directos, como el de Cobo para Madrid, o por llevarle, junto a Satué, hasta el dicasterio para que en última instancia sean ellos, y no el nuncio, quienes elijan a los futuros prelados. Una estrategia que puede acabar consiguiendo que la tortícolis de los obispos españoles se vuelva crónica.
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