Los achaques de salud juegan dos malas pasadas al Papa en la audiencia general
El Pontífice solicita que otra persona lea los textos en su lugar y no consigue subirse al papamóvil
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Un asistente trata de ayudar al Papa Francisco a subir al papamóvil tras la audiencia de este miércoles
«Sigo resfriado y todavía no puedo leer bien, por eso, he pedido a un ayudante que lea de mi parte las catequesis», explica el Papa al principio de la audiencia general de este miércoles. Lo explica con tono de voz un poco más débil de lo habitual, pero se le escucha relativamente bien. También en el entorno del Pontífice le quitan importancia.
Tampoco ha inquietado en ambientes vaticanos la incómoda situación que se ha producido más tarde, cuando el Papa no ha logrado subir los cuatro escalones del papamóvil para marcharse de la plaza y ha debido usar de nuevo la silla de ruedas y pasar ante la fila de peregrinos.
Las imágenes impresionan a primera vista, pero no han sorprendido en Roma pues el Papa nunca ha escondido las dificultades de movilidad que desde marzo de 2022 le impiden subir escaleras. Desde entonces, escenas como la de hoy se han repetido con cierta naturalidad ante las cámaras.
De ellas se desprende que Francisco no considera un problema gobernar la Iglesia desde la silla de ruedas, aunque sea consciente de las limitaciones que esta puede suponer para organizar viajes y ceremonias. Usa un bastón para desplazarse en público cuando las distancias son cortas y en privado, en Casa Santa Marta, se mueve con un andador.
«Un resfriado»
Lo cierto es que este miércoles Francisco ha seguido pagando las consecuencias del frío que hacía en la basílica de Santa Sabina en la ceremonia del miércoles de ceniza, 14 de febrero. Desde entonces, está resfriado y algunos días ha tenido fiebre. Por eso, el 24 y 26 de febrero anuló su agenda oficial, aunque mantuvo el ángelus desde la ventana del Palacio Apostólico del domingo 25. El pasado miércoles 29 de febrero su enfermero le aconsejó trasladarse al hospitalpara confirmar que la gripe no había dejado secuelas en los pulmones. El resultado les tranquilizó, y permitió a Francisco retomar su actividad normal, como ha hecho hasta hoy.
Aunque la recuperación es lenta, los especialistas consideran que es el ritmo normal para una persona de 87 años con el ritmo de vida y las responsabilidades de la agenda de Jorge Mario Bergoglio.
Esta mañana, antes de dar la bendición y despedirse, ha solicitado el micrófono para realizar un llamamiento por la paz. «Una vez más, hermanos y hermanas, renuevo mi invitación a rezar por los pueblos que sufren el horror de la guerra en Ucrania y en Tierra Santa, así como en otras partes del mundo. Recemos por la paz. Pidamos al Señor el don de la paz», ha implorado con voz normal.
Luego, ha dedicado bastante tiempo a saludar a dos cardenales, un numeroso grupo de obispos y una delegación de la Iglesia metodista compuesta también por mujeres sacerdote, que estaban en fila para intercambiar unas palabras con él.
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Y quizá para confirmar que hace planes de futuro, su portavoz ha anunciado a mediodía que el próximo 28 de marzo, Jueves Santo, el Papa celebrará los oficios en la cárcel de mujeres de Rebibbia, en Roma. Se añade a la completa agenda de ceremonias que ha confirmado para todos los días de la Semana Santa. Por lo que se ve, tampoco él parece preocupado por su salud.
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