entrevista

«Si yo siguiera de hermano mayor de la Macarena, los restos de Queipo seguirían en la basílica, salvo que hubiera una orden del Juzgado»

Manuel García cree que muchos hermanos no vieron con buenos ojos la salida de sus restos «con nocturnidad y alevosía» y que «Bohórquez y él estaban allí porque eran hermanos mayores honorarios y sin ellos no se hubiera hecho la Basílica, no por otra cosa»

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Manuel García en el salón de su casa juan flores

Manuel García delegado de Seguridad Ciudadana del Ayuntamiento de Sevilla durante la Exposición Universal de 1992, ha cumplido 90 años en plena forma. Hermano mayor de la Macarena desde 2009 a 2017, logró durante su mandato que la Esperanza pisara el Estadio de ... la Cartuja. La Plaza de España y las puertas del Hospital Virgen Macarena, para goce de los pacientes que pudieron verla desde la escalinatas y las ventanas de sus habitaciones, una imagen única e irrepetible para todos ellos. Empresario y frutero de la Encarnación por tradición familiar («nuestra frutería, que se llamaba »Chico« por mi padre, el más joven de su familia, fue la mejor de Sevilla durante muchos años»), entró en la política municipal de la mano del médico Ricardo Mena y fue uno de los pilares fundamentales de Soledad Becerril durante su etapa como alcaldesa de Sevilla. Tiene cuatro hijos, cuatro nietos y cuatro bisnietos.

-¿Qué momento recuerda como el mejor de su vida profesional?

-Quizá cuando fui elegido por primera vez hermano mayor de la Macarena. Nunca pensé que lo fuera. Tras abandonar la política, Juan Ruiz me ofreció ir con su candidatura porque había corrido el rumor de que yo me iba a presentar, algo que no era cierto. Acepté y en el siguiente mandato ya fui de teniente hermano mayor y cuando Juan cumplió sus dos mandatos, ya me presenté yo. Ser hermano mayor de la Macarena es la alegría más grande que uno puede tener en la vida.

-Pasará a la historia como el hermano mayor que llevó a la Macarena al Estadio de la Cartuja.

-Recuerdo que cuando terminó el cabildo de oficiales en el que me autorizaron llevar a la Esperanza al Estadio Olímpico para la beatificación de Madre María de la Purísima, me dijo mi teniente de hermano mayor que íbamos a llevar a Santiponce a la Virgen. Le pregunté de qué estaba hablando, que sólo la íbamos a llevar al Estadio, y me respondió que la puerta por la que íbamos a entrar pertenecía al término municipal de Santiponce. Pero gracias a ese viaje, y eso me hizo una enorme ilusión, pudimos llevar también a la Esperanza a las puertas del Hospital Virgen Macarena. Las escalinatas estaban llenas de enfermos y supe de una paciente que murió pocos días después a la que bajaron los médicos para que viera a la Esperanza. Todo eso fue una gran alegría para mí. También recuerdo que siempre quise llevar a la Esperanza a la Plaza de España y gracias a Dios lo conseguí. Recuerdo que ese trayecto desde la Basílica a la Catedral duró diez horas, de toda la gente que había en la calle. Tuve que llamar a Luis Ruega, entonces canónigo responsable de los actos de la Catedral, para que me asegurara que las puertas de la Catedral estarían abiertas cuando llegáramos, porque si no nos íbamos para atrás con la Virgen. Y recuerdo que me dijo: «Manolo, sigue adelante, que la Señora viene a su casa y las puertas no se cerrarán hasta que ella llegue». Creo que llegamos a las dos de la madrugada o cosa así.

¿Ha tenido algún momento realmente malo como hermano mayor de la Macarena?

-Malo, malo, no. Pero sí alguno difícil. Quizá el más difícil cuando empezó a moverse todo lo de Queipo de Llano. Creo que hay que conocer la historia y hay que saber que Queipo de Llano no estaba enterrado en la basílica por gusto ni por su condición militar. Estaban allí porque sin Queipo ni Bohórquez, su segundo, no se hubiera hecho la Basílica de la Macarena. Ellos lo lograron y lo hicieron a base de sablazos, no con el sable de los militares sino pidiendo a uno un camión de cementos, a otro un camión de azulejos, y así todo. Así se pudo hacer la Basílica de la Macarena. Y ese agradecimiento lo teníamos los hermanos antiguos de la Macarena. No al militar sino al don Gonzalo que ayudó a hacer la Basílica.

-¿Y cómo vivió todo ese proceso hasta la salida de sus restos de la Basílica?

-Cuando empezó a moverse el tema de la memoria histórica, le dije a Juan Ruiz Cárdenas, que entonces era hermano mayor de la Macarena, que había que cambiar la lápida. Ponía entonces teniente general del Ejército, junto al escudo preconstitucional y el yugo y las flechas. Yo era teniente de hermano mayor de la Macarena y le pedí a Juan en una reunión que lo cambiáramos antes de que el tema saltara y fuera peor. El hermano mayor me dijo que sí y que yo me encargara. Tras la reunión, bajé de la basílica y la primera persona que me encuentro es Sebastián, un costalero nuestro que es marmolista, al que le pedí que pusiera una lápida nueva. Este hombre me dijo que no hacía falta cambiar la lápida y que en una noche se podrían hacer todos esos cambios. Le pedí al guardia que se quedara esa noche y Sebastián quitó lo de teniente general y puso hermano mayor honorario de la Macarena. También suprimió el escudo franquista y en lugar del yugo y las fechas puso el escudo de la Macarena. Lo hizo todo en una noche.

-Pero no fue suficiente...

-No. Y lo que no me gustó fue la forma en que se lo llevaron, con nocturnidad y alevosía. Cada cual ve las cosas a su manera y yo respeto todas las opiniones, pero creo que si yo hubiera seguido de hermano mayor, los restos de Queipo y de don Francisco Bohórquez seguirían en la basílica, salvo que hubiera habido una orden del Juzgado que, por supuesto, acataría. Es que estaban allí los dos como hermanos mayores honorarios de la Macarena, no por otra cosa. Por esa misma razón, si nos atenemos a otros criterios, habría que quitar una placa de un dirigente comunista que puso en su tiempo el PSOE en un gimnasio que hay en la calle San Luis. O, por ejemplo, llega un loco y dice que el Cid Campeador hizo tal cosa y hay que quitar su estatua. La historia está ahí y hay que respetarla y no tratar de cambiarla cada vez que llega un nuevo Gobierno.

-¿Conoce algún otro hermano de la Macarena que piense como usted respecto a los restos de Queipo de Llano?

-Hay muchos hermanos con los que ha hablado que me han dicho que piensan como yo, pero hay muchos más aún a los que les molestó sobre todo cómo se hizo. A las 2 de la madrugada, con nocturnidad y alevosía. Se lo digo con el corazón, a mí eso no me gustó.

-Usted es el segundo hermano más antiguo de toda la Hermandad.

-Sí, y me moriré como número dos (ríe). El número 1 es Antonio Berro, que tenía una peluquería muy famosa en el centro, cerca de El Portón. Tras morir el número 1, que era Pedro Muñoz, llamé a Antonio para felicitarlo por ser el nuevo número 1. Y al poco tiempo lo llamé otra vez para hablar con él. Me cogió el teléfono su mujer y me dijo: «Antonio está en la calle. Sale todos los días a comprar el pan y el periódico. ¿Y sale solo?, le pregunte´. Sí, sólo. Todos los días, me dijo su mujer. Y entonces me di cuenta de que tenemos número 1 para rato en la Macarena y que yo moriré como el número 2 de la Hermandad (ríe de nuevo). Estoy encantado de verdad de que él siga de número 1 y yo de número 2.

-¿La religiosidad popular se vive en Sevilla de una manera única?

-Yo creo que sí. Somos de sangre caliente. La Macarena siempre ha llevado mucha gente a la salida de la Catedral, pero de unos años a esta parte lleva muchísima gente en todo el recorrido. El Padre Cué escribió un libro que se titula «Cómo llora Sevilla» y en él hablaba de la Virgen de la Esperanza. Y decía que la Macarena pertenecía a los hermanos desde la Basílica a la Catedral, pero que desde la Catedral a la Basílica era del pueblo de Sevilla. Y es la verdad. Después de la Catedral muchos nazarenos se tienen que ir porque ya casi no los dejan andar. No se van únicamente porque sean muchas horas y necesiten tomarse un café o una tostada, sino porque no los dejan andar. Y desde el Salvador aprovecha para quitarse de en medio y vuelve por la calle Feria hasta la Basílica.

-Esos gritos de guapa a la Virgen eran casi un «sacrilegio» para Amigo Vallejo, cuando llegó...

-Eso se quitó gracias a Dios. La primera vez que uno lo dijo gustó pero eso ya no se dice. Es muy raro, puede haber un extraviado que lo diga, pero no es como antes, cuando lo coreaba todo el mundo.

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