Reloj de Arena
Javier Ojeda Pérez: Una vespa en la Blume
Gracias a su sociedad con Felipe del Valle y Manolo Carrera, vinieron a Sevilla grandes atletas como Carl Lewis
![Javier Ojeda ha dedicado toda su vida al deporte](https://s2.abcstatics.com/abc/sevilla/media/sevilla/2021/02/20/s/imagen-javier-ojeda-kutD--1248x698@abc.jpg)
Antes de que la empatía se escapara de los diccionarios para señalar a los que tienen el don de la galanura como atractivo personal, Javier Ojeda ya lo gastaba, venciendo al malajismo con sus ojos claros, la sonrisa dispuesta y un sentido de la ... educación insobornable. Venía de casa de artistas. Su padre fue ahijado y sobrino de Juan Manuel Rodríguez Ojeda . Y, quizás, por ese hilo de oro fino, casi invisible, que cose el manto de la sangre familiar, Javier siempre lo fue a su manera. Como un artista de la pileta se entregó a la dura disciplina de Lorenzo Muñoz en el club Natación , para entrenar durante todo el año, en el agua polar de la poza de la calle Trastamara; como un artista se fue hasta Madrid para estudiar Arquitectura, hasta que se dio cuenta de que la clave de bóveda de su vida era el deporte, la natación. El agua bendita que lo bautizó campeón de España y lo hizo entrar en vespa en la Blume . Ocurrió que Javier no vio, pese a la luz que iluminaban sus ojos, un cristal de cuatro por tres que había en la residencia, y se la comió enterita , dejando por los suelos la vespa y más espejitos que la canastilla de un paso que yo me sé. Le hicieron pagar la avería. Y para encontrar el jurdó no se le ocurrió otra cosa que irse al mercado de Legazpi y descargar camiones de papas. La natación le dio carácter, capacidad de sacrificio y una evidente ventaja sobre los mortales para no ahogarse en situaciones donde no se hace pie.
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En Madrid nadó contra la corriente de los presupuestos medidos de un estudiante. Luego se vino para casa y aquí, en Sevilla, en la década de los ochenta, se le ocurrieron ideas que hicieron fortuna. Con Felipe del Valle y Manolo Carrera , mientras hacían running por Itálica, surgió la chispa de hacer un cross en la ciudad de Trajano. Y gracias al buen gobierno de aquel triunvirato pudimos ver correr por entre sus calles imperiales a los laureados fondistas Mamede , los hermanos Castro , Gebre Gelasi , Osoro Ondoro , Carlos López … En otra ocasión, haciendo jogging, la bombilla se les encendió por la esclusa, y se preguntaron: ¿Por qué no montar un gran premio de atletismo con la Diputación? Dicho y hecho. Fueron los años en los que de la televisión saltaron a las pistas de Chapina los Lewis , los Johnson , los Bubka , los Sotomayor … El hijo del viento, aquel fino velocista de Santa Mónica, le pilló tanto gusto a la ciudad que no quería hotel, pidiendo para venir como condición sine qua non alojarse en el cortijo Torre de la Reina , de José María Medina . La hermana de Carl Lewis , una gacela con entorchados mundialista en salto de longitud, también entregó la cuchara seducida por Sevilla. Una noche, Ojeda se la llevó al Morapio, escuchó cantar por Triana, descubrió el moyate del Aljarafe y dio el gran salto de calidad de su vida. Encontró el paraíso perdido como la Lole, entre Sevilla y Triana, mientras que el bendito Ángel Berral le decía: «Cuerpo de ébano, piernas de caoba». Y la chica, que no entendía una palabra, entregaba su tranquilidad a lo que leía en el diccionario. A Serguéi Bubka , el pertiguista que rompió el techo de la altura en los ochenta, lo convenció en los tendidos de la Maestranza que hubo un tiempo en el que la lidia tenía una suerte que consistía en burlar toros saltándolos con una pértiga.
Rocío Jurado
Javier Ojeda no la necesitó nunca para llegar al corazón de la gente. Su bonhomía lo acercaba a las estrellas más rutilantes. En Benalmádena, adonde lo llevó un curso de fitness, una de las voces más caras y grandes de la canción lo interrogó desde el interior de un restaurante: «¿Tú eres Javier Ojeda?», le gritó. Lo era. Y la voz tenía dueña: Rocío Jurado . Lo retuvo a su vera los cuatro días que tenía que dar el curso. Porque la de Chipiona quería aprender a nadar. «Ponme en Esther Williams», le decía la Mahalia Jackson gaditana. Y Javier hizo lo que pudo. Al menos consiguió que se tirara a la piscina sin taparse la nariz con los dedos. Fue una década muy movida. Jane Fonda puso en yogur los cuerpos a base de aerobic. Y Javier lo introdujo en Sevilla a su forma y manera en un gimnasio que abrió en Marqués de Paradas. Llevó el aerobic a las playas, metió a cuatro mil deportistas en el Palacio de los Deportes y lo embarcó en las noches de los cruceros del río. En su gimnasio se encontraron dos hembras alfa: la Pantoja y Carmina Ordóñez . Dicen que las miradas se cruzaban como las balas en los duelos de OK Corral. El pub que abrió frente al Burladero, el Tac-Tac, acogió la fiesta de los jóvenes invitados a la boda de la Infanta Elena , a la que no faltaron el hoy Rey Felipe VI y la Infanta Cristina . La organizó Pepe Barroso, el hombre de Don Algodón. En ese mismo pub florecieron en pleno diciembre los naranjos de la puerta. Fue la noche en la que Rafael González Serna me hizo escuchar de su boca, imitando el sonido de las trompetas, una marcha que estaba componiendo para seducir, como Javier Ojeda, con la empatía de su arte…
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