«El cerebro de las madres sufre una metamorfosis llamada matrescencia que les prepara para cuidar a sus bebés»
Hablamos con Ester López Turrillo, psicóloga perinatal, sobre las sombras que rodean a la maternidad
Así cambia tu cerebro cuando te conviertes en madre: ya nada volverá a ser igual
![Ester López Turrillo, psicóloga perinatal](https://s1.abcstatics.com/abc/www/multimedia/familia/2023/12/13/Ester-1-RQKuUh9EMLcYsKwRtBgsIgP-1200x840@abc.jpg)
Todo cambia durante el embarazo, el parto y el posparto. Pero no sólo físicamente. Por eso, Ester López Turrillo (@desdelaraiz.es), madre de dos niñas, psicóloga perinatal y especialista en estudios de género, hace un recorrido honesto por las emociones que acompañan a ... la mujer en todos estos procesos en su libro 'Maternar consciente' (Grijalbo).
La maternidad es un proceso de transformación muy intenso pero idealizado, por lo que López Turrillo plasma en esta obra cómo el miedo, la tristeza o la culpa forman parte de la experiencia materna, junto a la felicidad. «No eres la única que lo siente. No estás sola. Nos faltan espacios en los que las madres podamos nombrar todo lo que nos pasa, las luces y las sombras de la maternidad, y toda la gama de matices que hay en medio», recuerda.
- Qué importante lo que explicas de la conexión emocional con el bebé cuando le empieza a sentir la madre. ¿Puedes explicarnos por qué sufre la futura mamá tanto despiste? Muchas mujeres sufren porque creen perder la memoria.
Durante el embarazo se producen una gran cantidad de cambios; los que suceden en el cuerpo son muy evidentes, pero el cerebro no iba a ser menos. Este experimenta cambios físicos y en sus funciones. Se produce una poda neuronal en la sustancia gris. Es decir, se pierden las conexiones neuronales que no van a ser tan útiles en esta etapa de la vida, reforzándose aquellas que tienen un papel importante en los cuidados de su bebé. De esta forma, las embarazadas pierden algo de memoria y están más despistadas, pero a cambio ganan otras funciones, por ejemplo, la capacidad de reconocer emociones y un aumento de la empatía. Este proceso, que se llama «matrescencia», puede durar hasta dos años tras el parto y se ha comparado con los cambios que se producen en el cerebro durante la adolescencia. De hecho, es el momento de la etapa adulta donde el cerebro experimenta una mayor transformación.
Me parece asombroso este fenómeno. Es como un superpoder. Ojalá todas las mujeres que experimentan despistes y se sienten torpes pudieran conocer que en realidad es el «precio» que han de pagar por tener un cerebro orientado al altruismo y la empatía. Para saber más recomiendo mucho los estudios que realizan Susanna Carmona y su equipo.
- Saber que te vas a convertir en madre supone que la adulta recuerde su niñez. ¿Es necesario hacer este viaje al pasado? ¿Por qué?
Durante el embarazo y el posparto es muy común que las mujeres hagan ese viaje a la infancia en el que revisan tanto los vínculos que establecieron con su madre, padre y figuras de apego importantes, como las heridas emocionales que se han producido a lo largo de su vida. A este fenómeno se le llama «transparencia psíquica». Puede ser un proceso incómodo, pues se van a remover muchas emociones y vivencias, sin embargo nos permite la posibilidad de sanar para poder cuidar de nuestras criaturas y nos sirve de brújula para no repetir con ellas aquello en lo que sentimos que nuestros padres se equivocaron. Es una oportunidad preciosa para trabajar con la psicóloga perinatal, puesto que estamos más predispuestas a explorar aquello que nos dañó. Tanto es así, que algunas mujeres vuelven a traer a consulta temas que ya se trabajaron con anterioridad. Con toda la información que tenemos sobre los cambios que se producen en el cerebro, no es extraño, ¿verdad?
«Las embarazadas pierden algo de memoria pero a cambio ganan otras funciones, por ejemplo, la capacidad de reconocer emociones y un aumento de la empatía»
- ¿Qué sucede con tu propia madre? Es decir, la futura abuela.
La relación con la propia madre puede experimentar cambios durante el embarazo y el posparto. A veces cambia la imagen que teníamos de ella, fruto de la transparencia psíquica y también de la adaptación a su nuevo rol: el de madre de la madre. Esto puede generar tensiones en la relación y un duelo que puede alargarse mucho si no hacemos un trabajo de aceptación. Otras veces, el trabajo debe ir orientado a aprender herramientas que nos permitan establecer límites para poder maternar según nuestras necesidades y decisiones.
Entiendo que el rol de la abuela no es fácil porque tienen que alcanzar el equilibrio entre cuidar a sus hijas y dejar que sus hijas cuiden a su forma.
- Dices en el libro: «A pesar de estar rodeadas de madres, conocemos muy poco sobre la maternidad y menos aún sobre el parto». ¿Por qué? Resulta paradójico.
Conocemos poco sobre la maternidad porque damos por hecho una realidad que poco tiene que ver con la experiencia real de las madres. Hemos interiorizado discursos y comprado modelos de maternidad que nos llegan a través de los medios, del cine, televisión, prensa, literatura… que poco tienen que ver con la maternidad real. Son prototipos muy edulcorados que solo hablan del amor, de la entrega, del sacrificio, de la sensación de plenitud cuando llega una criatura… Y todo esto es una parte, pero ni de lejos abarca la ambivalencia que supone ser madre en esta sociedad donde prima el individualismo, donde las bajas por maternidad se quedan escasas o donde la corresponsabilidad brilla por su ausencia, por poner algunos ejemplos. Por eso escuchamos con tanta frecuencia en madres en posparto el comentario «¿por qué nadie me contó esto?».
Cuando hablo de ambivalencia me estoy refiriendo a la capacidad que tenemos los seres humanos de experimentar a la vez emociones que pueden parecer incompatibles: cansancio y gratitud, alegría y culpa, amor y decepción… Creo que hablar de esa parte más incómoda sigue siendo tabú, porque nos hace sentir malas madres; y porque es muy fácil que al expresarlo alguien nos invalide haciéndonos sentir exageradas.
En cuanto al parto, pasa algo parecido. En nuestro imaginario se ha conformado una visión bastante alejada de la experiencia de parto. Debido al excesivo intervencionismo y medicalización de un proceso tan natural como dar a luz se ha extendido la idea de que las mujeres tenemos un papel pasivo. En las películas siempre vemos a mujeres fuera de control, gritando, haciendo respiraciones muy forzadas y tumbadas esperando a que el personal médico saque al bebé. No vemos un respeto por los ritmos del proceso, no vemos otras posturas en el expulsivo, no vemos un acompañamiento amoroso de la pareja, no vemos que los bebés se pueden recibir en lugar de sacar, no vemos un piel con piel inmediato…
- Hablas de la violencia obstétrica, de los partos traumáticos… Abuelas de otras generaciones hoy, incluso normalizan ese parto traumático que vivieron pero que no saben que fue así. ¿Se supera una experiencia de este tipo o qué puede hacer la madre para convivir con esta experiencia?
El parto traumático es algo muy subjetivo que solo una misma puede calificar como tal. La misma mujer puede vivir un parto similar, pero dejar una huella emocional distinta. Ahora bien, en otros tiempos en los que no había tanta información se asumía que tenía que ser así. Aún hoy en día experimentamos mucha invalidación: «Esto siempre ha sido así y salíamos adelante» o «lo importante es que el bebé y tú estáis sanos». La salud es un concepto más global. Si no hay salud mental, si existe una herida emocional, no podemos hablar de estar sanas.
«Hemos comprado modelos de maternidad que poco tienen que ver con la maternidad real»
Con ayuda de la psicóloga perinatal se puede sanar el parto traumático. Es muy difícil transitarlo sola, porque se vive con mucha soledad debido a esta falta de comprensión de la sociedad de las implicaciones que tiene dar a luz. Parece que es un simple trámite cuando en realidad es una experiencia trascendental en la vida de mamá y bebé.
- Posparto emocional. ¿Qué es y por que es importante?
Durante muchas décadas se ha abordado el posparto desde un punto de vista fisiológico en el que era llamado cuarentena, porque se estimaba que el útero volvía al tamaño previo al embarazo en cuarenta días. El concepto «posparto emocional» amplía esa visión, teniendo en cuenta que se produce una fusión emocional entre mamá y bebé. El bebé necesita estar en contacto estrecho con su madre para que su cerebro termine de desarrollarse, pero también para poder sentirse amado. En estos primeros años de vida se generan las bases sobre las que se asentará la forma en que esa personita se relacionará con el entorno. A grandes rasgos, si recibe atención a sus necesidades físicas y emocionales, será mucho más probable que sienta que el mundo es un lugar seguro para ella. Asimismo, la madre también necesita a esa criatura. Ha sufrido una transformación que que le ha preparado y orientado para cuidar de su bebé.
En mi experiencia en consulta, el tiempo que dura el posparto emocional varía entre madres. He visto pospartos emocionales que terminaban a los 18 meses y otros que duraban 4 años.
- Hablas de la necesidad de poner límites y «de que elijas tus batallas». ¿Qué pasa en el posparto que las mujeres no saben cómo cuidarse y sólo se ocupan y preocupan del bebé?
No es que no sepan cuidarse, es que durante el embarazo y el posparto el cerebro de las madres sufre esa metamorfosis que hemos mencionado antes, la matrescencia, que les prepara para cuidar a sus bebés. Simplificando y generalizando, se activa un sistema de recompensa que hace que se sientan muy enamoradas de sus bebés, y un sistema de alerta, encargado de activar fisiológicamente a la madre para que pueda desplegar recursos para atender a su bebé cuando llora o presenta malestar. En definitiva, todo gira para que su atención se centre en sus necesidades y en los estados emocionales de la criatura, por eso sus temas de conversación giran alrededor de bebés, crianza y maternidad. Hay un tercer sistema cuya misión es regular el sistema nervioso de la madre cuando se ha activado: frecuencia cardiaca y respiratoria, cortisol (la hormona del estrés) en sangre, tensión en los músculos…
En mi opinión esa falta de cuidados hacia la madre viene desde fuera. No sabemos cómo acompañarla. Le exigimos cosas que van en contra de estos cambios, como que delegue cuidados, que vuelva a ser la misma que era, que se reincorpore al trabajo en pleno posparto y fusión emocional. Surge un conflicto entre el adentro y el afuera de su psiquis que genera mucho malestar.
- ¿Sufre la mujer un cambio de identidad al ser madre?
Al ser madres, las mujeres solemos vivir una crisis, un cambio de identidad. Nace un bebé y nace una madre. No es que dejemos de ser nosotras mismas, es que nos rompemos en pedacitos que se vuelven a juntar entre sí entremezclados con otros nuevos. Nuestra vida cambia, igual que lo hace nuestro cerebro y nuestras prioridades. La que fuimos debe dar paso a esta nueva. Cuando no somos capaces de aceptar y nos quedamos muy ancladas al deseo de nuestra vida anterior al embarazo, podemos experimentar mucho sufrimiento. De alguna forma hacemos un duelo más o memos intenso según la madre. Esta transformación se ve claramente cuando perdemos amistades por el camino, quizás fruto de que nuestro ritmo de vida no es el mismo, quizás porque empezamos a poner límites y buscar relaciones más sanas.
«Al ser madres, las mujeres solemos vivir una crisis, un cambio de identidad»
- ¿Es normal, tras el nacimiento del bebé, no tener ganas de sexo? ¿Cómo gestionarlo?
Suelen surgir conflictos en torno al sexo durante el posparto por dos motivos. En primer lugar, porque tenemos una idea muy limitada de sexo que solo incluye la penetración; en segundo lugar, porque no entendemos que embarazo, parto y posparto son etapas de la sexualidad de las mujeres muy potentes en las cuales hay fluctuaciones hormonales que tienen como objetivo el cuidado de la criatura. Estos cambios hormonales influyen en el deseo y la forma en que nos apetece relacionarnos con nuestra pareja.
El posparto, que dura mucho más que 40 días, es un periodo muy demandante a nivel físico y psicológico en el que estamos compartiendo nuestro cuerpo, nuestra disponibilidad, nuestra energía, con una criatura 24 horas al día, 7 días a la semana. Pero también estamos haciendo el duelo por la mujer que éramos antes de ser madre, lidiamos con la falta de sueño, con nuevas rutinas, con relaciones con amistades y familiares que se van reajustando, con heridas emocionales que se pueden reactivar… Por eso, cuando llega el momento en que el bebé se duerme una siesta, quizás lo que menos nos apetece es volvernos a compartir con otra persona. O puede que sí, pero de otra forma: dejándonos sostener en un largo abrazo, con un masaje o con unos mimos en el sofá. El problema viene cuando la otra parte no entiende que ahí empiezan y finalizan nuestras necesidades, y creo que es la parte previa a la penetración (lo que erróneamente llamamos «preliminares»). Si no hay una buena comunicación en la pareja esto se puede enrevesar, porque él puede sentirse rechazado y ella, para evitar que se sienta así, la próxima vez intentará esquivar ese abrazo, ese masaje…. La consecuencia es una falta de conexión en el vínculo.
Por esto es muy importante que las parejas entiendan qué les está sucediendo a las mujeres durante el posparto, pero también en el parto, porque a veces éste deja una huella emocional que condiciona las relaciones sexuales. Que lo entiendan y que no presionen. La comunicación es clave para poder reajustar las necesidades de cada parte, para que en el tiempo que se comparta, que suele ser poco al principio, pueda haber una verdadera conexión.
«Los cambios hormonales tras la maternidad influyen en el deseo y la forma en que nos apetece relacionarnos con nuestra pareja»
- Cuando la madre regresa al trabajo, siente que no es la misma, que no está igual de centrada… ¿Qué pasa?
Lo que sucede es que, como decíamos, su cerebro se ha especializado en cuidados. En ese momento su atención tiene mayor facilidad para enfocarse en temas relacionados con la crianza y el día a día. Dice Nils Bergman, el reconocido neuroendocrino, que el cuerpo de las madres es el hábitat de los bebés. Los bebés nacen con sus cerebros aún sin desarrollar del todo. Es en contacto con el cuerpo materno los siguientes 18 meses cuando se va completando el desarrollo en lo que se llama exterogestación. Tanto madre como bebé se necesitan. Es lógico que si a los 4 meses explotamos esa burbuja para volver al trabajo remunerado, la madre se sienta desorientada. No es que sea incapaz, no ha perdido ninguna habilidad cognitiva, pero es que no es el momento idóneo. Eso sí, puede afectar a la seguridad en sí misma y caer en el síndrome de la impostora, un fenómeno que afecta principalmente a mujeres, que les hace cuestionar constantemente si son válidas para desempeñar su trabajo. Quienes lo experimentan sienten que han conseguido lo que tienen por pura suerte y en cualquier momento alguien descubrirá que son una «farsa». De ahí su nombre.
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Por este motivo es importante el trabajo del colectivo PETRA, que luchan porque las mujeres tengamos bajas por maternidad dignas e intransferibles.
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