El PP exhibe músculo en Galicia y frena el ascenso nacionalista
Alfonso Rueda aglutina el voto del centroderecha, esquiva el ruido de la campaña y congela el cambio político
El BNG alcanza su mejor resultado histórico a expensas de un PSOE que se hunde y un Sumar adelantado por Vox
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Así han votado los gallegos, calle a calle
Editorial | Sánchez, una nueva derrota
![Alfonso Rueda tras la victoria en la sede del PP de Galicia](https://s1.abcstatics.com/abc/www/multimedia/espana/2024/02/18/fotoo-U607229719320GH-U601329586482ixD-1200x840@abc.jpg)
No habrá cambio político en Galicia, por mucho que el ruido generado alrededor de las elecciones autonómicas celebradas este domingo fabricaran la sensación durante la campaña de que era poco menos que inminente. Alfonso Rueda ha logrado su primera mayoría absoluta, la quinta consecutiva del Partido Popular ... , exhibiendo la fortaleza de una organización que no se creyó nunca los peores augurios de la demoscopia.
El centroderecha ha vuelto a aglutinarse alrededor de la fuerza hegemónica para otorgarle una victoria no solo en escaños, sino también en votos y porcentaje sobre el nacionalismo y la izquierda: 40 escaños –dos sobre la absoluta– y un 47,45%, un retroceso de apenas medio punto respecto a hace cuatro años, que se traduce en dos actas menos. Un triunfo inapelable, que frena en seco a un nacionalismo que se veía ya a las puertas de la Xunta, con las consecuencias que ello pudiera tener en el mapa político español.
La victoria de Alfonso Rueda tiene un valor añadido, porque se produce en un 18F con una alta participación para lo que normalmente son unas autonómicas en Galicia –por encima del 67%– un hecho que la izquierda ha querido interpretar como una señal de cambio, pero que ha evidenciado que, en realidad, ha servido para que la ciudadanía mandara un mensaje claro de continuidad en el proyecto del PP. Rueda logra el mejor resultado de su partido desde la victoria de Alberto Núñez Feijóo en 2009, con más de 690.000 votos. Los populares, además, recobran la confianza en su electorado, resistente a una campaña trastabillada, no siempre enfocada en asuntos regionales y distraída durante varios días por el supuesto diálogo entre el PP y Junts para una hipotética investidura de Feijóo.
La indiscutible victoria de Rueda sirve para templar los nervios del partido a nivel gallego, que veía como su jefe de filas se la jugaba por primera vez. Las sensaciones que percibían en campaña, con actos masivos y una militancia muy movilizada, eran siempre interpretadas con sordina ante una demoscopia prudente, que hablaba de que todo estaba en un puñado de votos cuando no ha acabado siendo así, en realidad. Ha pesado demasiado el fantasma del 23J. Por no hablar del CIS, que ha acabado minusvalorando al PP en más de cinco puntos y no contemplar ni en su tramo superior el resultado finalmente obtenido.
Pero también hace que reine la calma en Génova, donde una derrota podría haber abierto debates inquietantes alrededor de Feijóo y su liderazgo interno. El presidente nacional del PP ve que su legado tiene continuidad y coge vuelo propio, con un sucesor –ahora sí– legitimado por las urnas.
BNG, sabor agridulce
La derrota del cambio político deja un sabor agridulce en la oposición. El BNG de Ana Pontón culmina su tendencia al alza con el mejor resultado histórico del nacionalismo en cualquier proceso electoral desde su fundación hace más de cuarenta años. Hasta 25 escaños y más de 450.000 papeletas, consolidándose como la segunda fuerza de la comunidad. Su discurso transversal, la aparente moderación de su candidata y evitar hablar de los aspectos más soberanistas de su programa electoral ha obtenido un respaldo considerable, con una subida de más de 140.000 votos. El PSdeG-PSOE solo pierde 50.000, lo que habla de la capacidad del BNG para no solo atraer el voto útil del elector socialista y la izquierda alternativa de Sumar, sino también para movilizar a un electorado tradicionalmente abstencionista.
Pontón, que ahora deberá determinar su futuro –son las terceras elecciones a las que se presenta y estos días cumple 20 años como diputada en el Parlamento gallego–, es la protagonista de invertir la relación de las fuerzas de izquierda en esta comunidad, 'vampirizando' a un PSOE al que ha dejado seco, duplicándolo en votos y casi triplicándolo en escaños.
El CIS, que falló con estrépito en el pronóstico del PP, sí que acertó –probablemente a su pesar– en la debacle de los socialistas, que exploran un nuevo –y doloroso– suelo electoral. Bajan de los dos dígitos y se tienen que conformar con nueve escaños, con poco más de un 14% de los votos. Retrocede cinco actas y más de cinco puntos, en lo que es la crónica de un hundimiento anunciado y para el que los socialistas llevaban días preparándose, por más que apelaran públicamente a «dar la sorpresa». No la dieron.
El movimiento de Yolanda Díaz se hunde, no alcanza el 2% y es adelantado por el partido de Santiago Abascal en votos y porcentaje
La estrategia socialista de alimentar el voto útil en la izquierda hacia el BNG, conformándose con ser muleta de un eventual cambio protagonizado por Pontón, ha sido duramente castigada por sus propios votantes. El 23J, hace apenas medio año, el PSOE alcanzaba los 480.000 votos en Galicia. Anoche se quedó en poco más de 200.000. José Ramón Gómez Besteiro ha pagado la factura de demasiadas cosas: un candidato que llegó tarde, tras demasiados años en dique seco; una marca erosionada por las cesiones de Sánchez al independentismo para su investidura, una campaña de perfil bajo limitada a exhibir sus influencias con el Gobierno de España, un partido cautivo del sucursalismo del PSOE nacional y sin discurso propio.
El batacazo hace mucho daño internamente, porque abre la puerta a que el auge nacionalista se extienda al mapa municipal, donde los socialistas gobiernan tres de las cuatro grandes ciudades gallegas y dos diputaciones. Sirva un ejemplo: en Vigo, donde Abel Caballero logra más del 65% del voto, ayer ganó el BNG con casi un 37%, quince puntos más que el PSOE.
El escaño de Democracia Ourensana, que ya vaticinaban los sondeos, deviene pintoresco pero no decisivo para condicinar mayorías. Pero ya es algo más de lo que pueden decir Sumar o Vox. El movimiento de Yolanda Díaz se hunde, no alcanza el 2% y es adelantado por el partido de Santiago Abascal en votos y porcentaje. Un golpe sin paliativos que vuelve a demostrar que Galicia no vota extremos cuando quiere conformar su Parlamento autonómico. El caso de Sumar es doloroso, porque en generales alcanzó los 180.000 votos y anoche no llegó ni a 30.000. Díaz sigue sin ser profeta en su tierra. Podemos, con el 0,26%, tampoco.
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