El día que pudo cambiar el destino de Sánchez, pero quebró el de Casado
ABC reconstruye lo sucedido en la votación de la reforma laboral, la más decisiva de la legislatura
El 'no' de los dos diputados de UPN, en contra del criterio de su partido, hubiese supuesto una gran derrota de Yolanda Díaz
La actitud de Teodoro García Egea le distanció aún más del grupo parlamentario del PP, luego clave en la caída de Casado
![Batet, en el momento en que Gamarra le avisa del error de Casero, el 3 de febrero de 2022](https://s3.abcstatics.com/abc/www/multimedia/espana/2023/02/04/fotoreformapermuy-RzHVw3MvfXnU2I2b9WVsKbO-1200x840@abc.jpg)
La primera semana de febrero de 2022, la misma que esta última hace un año, Alberto Casero tuvo que resignarse a ceder su entrada para ver a Bryan Adams en el Wizink Center. En la cama, con fiebre y problemas gástricos, le fue ... imposible acompañar a un grupo de amigos, como llevaban tiempo planeando, al recital que la estrella de rock canadiense ofreció el martes día 1 en el antiguo Palacio de Deportes de Madrid.
El diputado por Cáceres, en aquel momento miembro de la dirección del Partido Popular (PP) -donde se encargaba del área de Organización, a las órdenes del secretario general y número dos de Pablo Casado, Teodoro García Egea- tuvo que posponer su agenda. España vivía una de las últimas olas fuertes de la pandemia, y las mascarillas eran todavía de uso obligado en muchos lugares. También en los plenos del Congreso, donde el voto telemático era aún una modalidad muy empleada. Casero decidió que votaría así el jueves día 3, sólo 48 horas después del concierto que se había perdido, y dado que no mejoraba.
No era una votación cualquiera y la dirección del Grupo Popular se había encargado de aleccionar sobre la misma a todos y cada uno de sus 89 diputados. La reforma laboral impulsada por Yolanda Díaz llegaba con los apoyos justos, después de que la vicepresidenta segunda fracasase en el intento de lograr los de PNV, ERC y Bildu, sus socios. La votación podía decantarse por poco y los de Casado, ante la posibilidad de tumbar uno de los principales proyectos del Gobierno, no querían dejar cabos sueltos.
Semanas antes, el entonces portavoz del Grupo Socialista, Héctor Gómez, se cruzó en el patio del Congreso con un veterano corresponsal parlamentario de un grupo barcelonés. El periodista le preguntó por la negociación de la reforma laboral. «Dependerá de los dos navarros», le contestó, dejándole estupefacto. Era difícil vaticinar, incluso para alguien bien informado, que el Ejecutivo tendría que recurrir como nunca antes a la llamada geometría variable, buscando el apoyo de los nueve diputados de Ciudadanos (CS), el de los cuatro del PDECat e incluso el de esos dos parlamentarios de Unión del Pueblo Navarro (UPN), Sergio Sayas y Carlos Adanero.
El lunes 31 de enero, UPN reúne a su Ejecutiva en Pamplona. La dirección invita a la reunión a Sayas, que a diferencia de Adanero no forma parte de la cúpula del partido. El presidente de la formación foral, Javier Esparza, les hace partícipes de las negociaciones abiertas con el Gobierno para un eventual apoyo a la reforma laboral en la votación de tres días después. Se les dice, según la versión que desde entonces han reiterado los dos diputados nacionales —hoy expulsados de UPN e incorporados al PP— que se intentará combatir la influencia de Bildu en el Goberno central.
De la reunión se sale sin una orden concreta de voto, aunque la dirección del partido y los diputados se emplazan a futuras conversaciones en los días siguientes. El miércoles por la noche, víspera de la votación, la secretaria general del partido y mano derecha de Esparza, Yolanda Ibáñez, tiene sendas conversaciones con los dos parlamentarios en Madrid. Les dice que han decidido apoyar la reforma. Ellos piden hablar con Esparza y conocer el acuerdo. Pero la llamada de su jefe de filas no llega, tampoco al día siguiente. Empiezan entonces a macerar su voto negativo a la reforma, lo que será una de las grandes campanadas de la jornada parlamentaria, pero ni la única ni la más decisiva.
La votación
Jueves, 3 de febrero. Día grande en el Congreso. Aunque todavía con fuertes restricciones fruto de la pandemia para el trabajo de la prensa, que tiene muy limitado su acceso al pasillo que circunvala el Hemiciclo, la célebre 'M-30' que en los días de pleno se convierte en un hervidero de diputados y periodistas. Son cerca de las once de la mañana, la sesión lleva tiempo en marcha pero aún faltan horas para la decisiva votación, que será bien entrada la tarde, y que además de la reforma laboral incluye muchos otros asuntos de menor trascendencia.
Héctor Gómez llama a su homólogo el portavoz de Ciudadanos (CS), Edmundo Bal, para hablar juntos con el secretario de Organización del PSOE, Santos Cerdán, un dirigente importante del Partido Socialista de Navarra (PSN). Los de Inés Arrimadas ya han comprometido su apoyo —despreciado incluso públicamente por Yolanda Díaz— pero no saben si será suficiente para validar la reforma.
Cerdán y Gómez confirman a Bal el apoyo de UPN. Habrá, le cuentan sin profundizar excesivamente, algunas partidas para el Ayuntamiento de Pamplona, cuyo alcalde, Enrique Maya, es de UPN. Justo en medio de la charla aparece Sayas. Le paran y le preguntan qué hará. «Tengo una orden de mi partido», les dice, según ha sostenido Sayas, que niega que les desvelase el sentido de su voto. La versión de los socialistas es distinta y le atribuyen esta frase: «Yo he recibido una orden de mi partido. Y yo cumplo con mi partido».
Primera hora de la tarde. El PSN ofrece una rueda de prensa en Pamplona, donde informa del acuerdo con UPN. Además de las partidas para el ayuntamiento de la capital navarra que Cerdán y Gómez habían comentado al portavoz de CS, los socialistas forales se comprometen a no reprobar al alcalde Maya. Sayas y Adanero reciben la información, estiman que no son contrapartidas suficientes, constatan que Esparza no les va a llamar y deciden que votarán 'no', contribuyendo así a tumbar, con las cábalas que hay a esa hora de la tarde, la reforma laboral.
![García Egea y detrás Alberto Casero, en agosto de 2019](https://s3.abcstatics.com/abc/www/multimedia/espana/2023/02/04/casero_20230204182431-U75761638358FkE-624x350@abc.jpg)
Después de comer, los diputados del Grupo Popular van llegando a sus despachos, ubicados en una de las ampliaciones del Congreso. Todo parece rutinario, pero pronto los miembros de la dirección del grupo parlamentario son conscientes de que ha ocurrido algo imprevisto.
En su casa, padeciendo aún el virus que le ha postrado en la cama, Casero comprueba que hay un error en su votación. Se percata de ello cuando quedan unos 30 minutos para que finalice el plazo de votación telemática —anterior al de la presencial— y porque se ha enviado a sí mismo el cuadernillo de votación donde se refleja el sentido de su voto. Casero informa a sus superiores. «Ven inmediatamente», le dicen. Se arregla deprisa, con una cazadora y vaqueros, lejos del traje y corbata que suele lucir en los plenos, y se encamina al Congreso.
Mientras, dos trabajadoras del Grupo Popular contemplan a uno de sus dirigentes, habitualmente de carácter calmado y afable, perder los nervios y proferir un exabrupto al dar una patada a una papelera. El extremo cuidado para que no hubiese fallo alguno de los últimos días no ha podido evitar este percance. Pero aun así, los miembros de la dirección parlamentaria del primer partido de la oposición creen que sumar un voto más a la reforma no será relevante, pues con el acuerdo ya a esa hora público entre los socialistas y UPN al Gobierno le salen los números.
Es entonces cuando alguien de la dirección nacional, de Génova, les comunica que Sayas y Adanero van a votar 'no' (los dos diputados navarros han negado siempre haber compartido con nadie del PP el sentido de su voto, pero fuentes de la dirección popular hacen ese relato de lo sucedido). La zozobra es total.
Lo que podría ser la gran derrota de Sánchez en la legislatura y comprometer seriamente el futuro de la vicepresidenta segunda, Yolanda Díaz, va a terminar, si nada más se altera, como otro paso adelante de la coalición de Unidas Podemos y con el estigma para el PP de que uno de sus diputados, aun por error, lo ha facilitado. Y todo, además, en plena campaña electoral en Castilla y León, que vota en apenas diez días.
El voto de Casero
El célebre fallo en la votación telemática del diputado del PP decantó la sesión plenaria a favor del Gobierno
Se acerca la hora de la verdad. Con los parlamentarios tomando aún asiento tras el receso habitual antes de las votaciones, y —como refleja la fotografía de ABC captada por Isabel Permuy del inicio de esta crónica— la portavoz del PP, Cuca Gamarra, su número dos, Guillermo Mariscal, y la vicepresidenta segunda del Congreso, Ana Pastor, hacen un aparte, en la zona trasera de la Mesa, con la presidenta de la Cámara Baja, Meritxell Batet, y el vicepresidente primero, el socialista Alfonso Gómez de Celis. Asiste también el secretario de la Mesa, que no es diputado, sino alguien de perfil técnico.
Los representantes del PP en el Grupo y la Mesa (salvo Adolfo Suárez Illana, que se queda en su escaño) comunican a Batet que ha habido un error y le piden que se pueda subsanar permitiendo a ese diputado en concreto que vote presencialmente. Todo mientras Casero se apresura, con el tiempo justo, hacia el Congreso, entra al patio desde la calle Zorrilla y atraviesa luego el pasillo principal, pero comprueba que las puertas del Hemiciclo ya están cerradas.
La conversación en la trasera de la Mesa se ha disuelto, después de que los socialistas les digan a los populares —casi nadie sabe a esa hora el bombazo que va a suponer el voto de los diputados de UPN— que el fallo de Casero no alterará el resultado. Gamarra y Mariscal, que evitan mostrar sus cartas, tratan de argumentar que precisamente por eso no debería haber ningún problema en que el diputado que se ha confundido vote presencialmente. Gómez de Celis, que parece darse cuenta de que hay gato encerrado, coge del brazo a Batet y zanja: «A votar». Luego informa por mensaje al portavoz socialista de lo hablado.
Cuando comienza la votación, pasadas las seis de la tarde, hay varios diputados que conocen datos que ignoran la mayoría de los 350 miembros de la Cámara Baja y todos los españoles. Sayas y Adanero saben que su 'no' a la reforma sumará dos votos más, pero desconocen que eso no hará al Gobierno perder la votación.
Algunos miembros de la primera fila de la bancada popular saben que el 'sí' a la reforma sumará otro voto, el de Casero, y que será decisivo para que Pedro Sánchez y Yolanda Díaz ganen 'in extremis'. Cuando Adanero pulsa el botón de 'no', la diputada de la CUP que se sienta a su lado, Mireia Vehí (también del Grupo Mixto y en sus antípodas ideológicas), le mira y le dice: «Buff, la que habéis liado», aunque con media sonrisa, dado que ha votado lo mismo.
El 'no' de los diputados de UPN
Sayas y Adanero, hoy en el PP, votaron en contra de la reforma, pese al acuerdo alcanzado entre el PSOE y UPN
Por si faltase algo a lo que esa hora ya parece un afilado guión de una serie de Aaron Sorkin, Batet se equivoca al contar los votos y se produce la escena que hoy, un año después, todo el mundo recuerda como la más rocambolesca de la XIV legislatura. La presidenta anuncia en primer lugar: «Presentes 335, más 14 votos emitidos telemáticamente, 'sí' 166 más 9 votos emitidos telemáticamente, 'no' 169 más 5 votos emitidos telemáticamente, ninguna abstención. Por lo tanto no queda... —justo al pronunciar esas palabras titubea y mira a su derecha, donde se encuentra el secretario general del Congreso— queda derogado el real decreto». La euforia se desata en las bancadas del PP y Vox y el estupor cunde en la bancada azul del Gobierno, donde aún así Sánchez pide calma a Nadia Calviño y a Díaz, que parecen no dar crédito a lo que está sucediendo.
Enfrente, rodeados de diputados del PP y Vox que aplauden y gritan, Arrimadas y Edmundo Bal se miran desconcertados, pero este último le dice: «Inés, ha contado mal, ganamos la votación». En cuestión de segundos Batet se enmienda: «Señorías, los servicios de la Cámara me informan de que queda convalidado el real decreto ley». La euforia cambia de bando.
Sánchez y sus vicepresidentas juntan las manos con alegría; Héctor Gómez aplaude y lanza un gesto retador a la oposición, en el que parece decirles: «Aplaudid ahora». Luego se vuelve para abrazar a Santos Cerdán y a la entonces número dos del PSOE, Adriana Lastra; el ministro de la Presidencia, Félix Bolaños, el hombre que negoció junto a Cerdán el apoyo de UPN, abandona aliviado su escaño y acude a felicitar a Díaz; los diputados de Podemos gritan el «sí se puede» de las grandes ocasiones… y Casado sabe entonces, sentado en su escaño, que nunca ha estado tan cerca de doblarle el pulso a Sánchez.
La analogía con la célebre 'Match Point', de Woody Allen, no tardará, ese mismo fin de semana, en socorrer a los analistas. La pelota de la legislatura, sí, ha golpeado el borde de la red y se ha suspendido unos segundos en el aire, pero finalmente ha caído en su campo y no en el de Moncloa.
García Egea contra Batet
Naturalmente, ni Casado ni nadie puede siquiera imaginar en esos momento que apenas 20 días después, el 23 de febrero, pronunciará en ese mismo escaño el discurso de despedida de su carrera política, tras perder una dura y celérica batalla interna con Isabel Díaz Ayuso, que termina con su relevo en la presidencia del PP por Alberto Núñez Feijóo. Pero ese mismo día, y sobre todo después del pleno, la actuación de su numero dos, Teodoro García Egea, va a suponer un antes y un después para muchos en el partido, singularmente en el grupo parlamentario, tal y como relatan a ABC varios de sus miembros, que prefieren mantener el anonimato.
Recuerdan, en un relato que coincide con fuentes del PSOE también presentes, la tensa reunión en el despacho de Batet, adonde el secretario general de los populares ha acudido con la portavoz, Cuca Gamarra, y otros miembros del PP, y cómo García Egea, con las mangas de la camisa remangadas, «le falta al respeto y al decoro a la presidenta». Fue, según esas fuentes, tanto populares como socialistas, «una situación bochornosa». Una escena similar a la de minutos antes, saliendo del pleno, de la que son testigos diputados de Vox.
El error de Batet
La presidenta del Congreso anunció que caía el decreto. Luego rectificó y la euforia pasó de la oposición a la bancada de la izquierda
Pero incluso en el pleno, García Egea se ha mostrado iracundo. Después de las votaciones, Cuca Gamarra pide la palabra y dice: «Señora presidenta, con carácter previo se ha puesto en conocimiento de la Mesa un error informático…», momento en el que Batet la interrumpe: «Señora Gamarra: precisamente porque la Mesa es conocedora, y ha podido analizar lo que usted me va a plantear, y es una cuestión técnica de la Mesa, de decisión de la Mesa, y no de tratamiento de pleno, no le voy a dar la palabra».
García Egea se levanta haciendo aspavientos y grita: «¡¿Pero esto qué es?!». Batet, imperturbable, da por concluido el pleno: «Se levanta la sesión». Gamarra ha pronunciado esas palabras instantes después de que Casero, ya finalizadas las votaciones pero con el pleno aún en marcha, entre al Hemiciclo y se siente en su escaño. Será de los últimos en irse, charlando constantemente con algunos compañeros que le acompañan a su despacho, donde su móvil colapsa por centenares de mensajes.
Poco más de dos semanas después de esa agitada jornada, la dirección del grupo sentencia a García Egea con un comunicado público firmado por la mayoría de sus miembros en el que se pide tanto la destitución del número dos del partido (lo que en ese momento ya reclaman también la mayoría de barones autonómicos) como, de manera implícita, el relevo del propio Casado.
Los firmantes, cuyas cuitas con el secretario general son variadas y vienen de lejos, tienen un denominador común, y es que no olvidan lo ocurrido aquella tarde del 3 de febrero. La tarde en la que Cuca Gamarra compareció en rueda de prensa sin aceptar preguntas —algo insólito en la portavoz— para denunciar un supuesto «error informático» que explicaría el voto de Casero. Y la tarde en la que el partido decidió recurrir al Tribunal Constitucional (TC), que aún debe resolver sobre el caso.
Los populares sostienen que Batet se equivocó cuando dio a entender que había reunido a la Mesa para estudiar la reclamación sobre el voto de Casero, lo que no sucedió, y que eso podrá decantar un fallo favorable del TC. Pero ya todos pasan página de un episodio que a punto estuvo de poner en un serio aprieto a Sánchez y a Díaz, pero que terminó siendo el principio del fin de la era Casado.
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