ruido blanco
El hombre del parque
Quizá decidiera bajarse de la jauría después de hacer un juramento de silencio
Metáfora de la vida
Ni azotes ni voceros
![El hombre del parque](https://s2.abcstatics.com/abc/www/multimedia/espana/2024/04/02/poblacion-envejecida-RArBdwIBQsWnKh2ph06bsQJ-1200x840@diario_abc.jpg)
Esta es una historia mínima. Un puñetazo furtivo a la soledad de un desconocido al que esquivan las miradas. Le veo casi todas las mañanas en el parque frente a mi casa. Es un hombre singular, lo que hoy en día significa extraño. Viste chándal ... viejo y abrigo, zapatillas de deporte y una paz ancha de hombros que incomoda a todo el que se cruza con él arrastrando las prisas de los días cuando empiezan.
Avanza a pasitos pequeños como si fuera a terminársele la tierra en el siguiente. Nunca hace ningún gesto ni eleva la mirada, él simplemente camina hasta uno de los bancos de madera con vistas al horizonte. Permanece allí, mudo e invisible, mientras pasa por su lado una señora rubia que corre a diario dando decenas de vueltas a los columpios o los que paseamos con prisa al perro antes del primer café. Es un Gandhi inmutable incluso cuando alguno de los perros le da por ladrarle insistente pidiendo también explicaciones sobre su actitud calma mientras el mundo corre.
Me preguntó quién será. Qué le pasará para ser tan distinto. Imagino historias posibles y otras estrambóticas como cuando de adolescente jugábamos a pasar la tarde inventando la vida de los que cruzaban por delante de nuestro banco en el Paseo de Zorrilla. Aunque las más probables empiezan en enfermedad prefiero quedarme con las improbables. Quizá decidiera bajarse de la jauría después de hacer un juramento de silencio, sea un millonario ladrón buscado en tres continentes o quizá fue pirata y tras mil fechorías ha decidido hacerse invisible entre la multitud que es la mejor forma de no dejarse ver. Lo pensé un lunes porque miraba la lejanía de campos y nubes igual que quien mira al mar cuando desea que alguien regrese. Puede que simplemente esté esperando y que partieran sin él porque su soledad permanente aplasta.
No lo sabe. Pero si un día no llega en pasitos pequeños hasta el banco sin hacer gestos, ni permanece allí un tiempo indeterminado, ni fija esa mirada imprecisa en el horizonte, ni se queda mientras el resto pasamos… Seremos muchos los que le echaremos de menos. Hasta sin querer entramos en la vida de alguien.
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