Operación Ogro: el atentado contra Carrero Blanco nunca explicado del todo
Cada mañana, el presidente del Gobierno salía de su casa para ir a misa. ETA sabía de sus hábitos y movimientos. Ese 20 de diciembre de 1973, miembros del grupo Txikia le esperaban con una potente carga explosiva que levantó su coche 20 metros y dejó un cráter de 8 metros de diámetro y tres de profundidad
Carrero Blanco, un magnicidio bajo sospecha
ETA ya vigilaba al almirante Carrero Blanco antes de diciembre de 1973. Conocían sus hábitos, los movimientos que mantenía día tras día. La organización sabía que el presidente acudía a misa sin seguridad. Para la cúpula de la banda terrorista es factible su secuestro con mínimo riesgo.
Para vigilar a ETA y su entorno es enviado a Bilbao al comisario José Sáinz 'Pepe el secreta'. Su labor de infiltración en el mundo etarra le proporciona informes sobre una posible e inminente gran acción en Madrid. Estos documentos hablan de varios comandos que habrían llegado a la capital para secuestrar al Príncipe, al presidente del Gobierno o al director general de la Guardia Civil. La seguridad del Príncipe y del ministro del Ejército (Gabriel Pita da Veiga y Sanz) se refuerzan, pero no la de Carrero Blanco.
Y ETA actuó.
Día 20 de diciembre de 1973
El itinerario
Cada mañana, el almirante salía de su casa para ir a misa de nueve a la Iglesia de San Francisco de Borja. A su término, Carrero siempre volvía a casa a desayunar siguiendo un itinerario habitual que transcurría por la calle de Claudio Coello. Después iba a trabajar a su despacho situado en el Paseo de la Castellana.
La comitiva de Carrero Blanco
Estaba formada por dos vehículos Dodge 3700 GT. El Dodge del Presidente era de color negro, matrícula 16416 PMM y pesaba unos 1.900 kg. Estos dos coches y el resto de los Dodge de los ministros fueron fabricados en Villaverde (Madrid) y no había ninguno blindado, al contrario de lo que durante mucho tiempo se publicó.
Sus últimos 28 minutos
El atentado
9.00 h
Como cada día Luis Carrero Blancoasistió a la misa en la iglesia parroquial de los padres jesuitas, situada en la calle de Serrano.
9.25 h
Una vez terminada la eucaristía el almirante subió a su coche oficial estacionado frente a la puerta. En el coche le esperaban el conductor, José Luis Pérez Mógena, y el inspector de escolta Juan Antonio Bueno Fernández. Seguido de un automóvil de escolta, ocupado por tres policías, el vehículo emprendió el camino habitual: siguió por el carril izquierdo de Serrano hasta llegar a Juan Bravo, donde torció a la izquierda para tomar la calle de Claudio Coello.
Carrero Blanco regresaba a su domicilio de la calle Hermanos Bécquer a desayunar. Todas las mañanas, a la misma hora, completaba el mismo recorrido. A las diez de la mañana, tenía una cita en su despacho de Castellana, 3 con el ministro de Obras Públicas, Gonzalo Fernández, y con el ministro de Trabajo, Licinio de la Fuente.
El comando Txikia de ETA conocía bien sus costumbres, tan inamovibles como sus convicciones. Los terroristas lo tenían todo preparado: habían alquilado un sótano en el número 104 de Claudio Coello y excavaron un túnel hasta el centro de la calle, donde colocaron unos ochenta kilos de explosivo que conectaron con un cable que tendieron, por la fachada, hasta la esquina con Diego de León. Marcaron una raya roja en una pared de la calle para indicar el lugar exacto donde debía producirse la explosión.
9.28 h
A las 9.28 del 20 de diciembre de 1973, miembros del grupo Txikia de ETA accionaron una potente carga explosiva colocada bajo la calle, al paso del coche oficial en el que viajaban Carrero Blanco junto al conductor y su escolta. El coche acababa de cruzar la calle Maldonado cuando José Miguel Beñarán, alias Argala, activó la bomba.
El coche de Carrero Blanco se elevó más de 20 metros, saltó por encima del edificio de los jesuitas y, tras chocar con una cornisa, se empotró entre la barandilla y una pared del patio interior. En la calle Claudio Coello quedó un cráter de ocho metros y medio de diámetro y tres de profundidad.
«Carrero Blanco sangraba por la nariz y el oído, pero tenía el rostro sereno, los ojos cerrados» según un testimonio del exministro Gregorio López Bravo. Sin embargo, estaba destrozado por dentro.
Los servicios de emergencia lo trasladaron ya cadáver al hospital Francisco Franco (hoy Gregorio Marañón). El chófer situado en la parte menos afectada vivió unas horas más, falleciendo en el hospital. El copiloto se llevó la peor parte muriendo en el acto.
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