Todo irá bien
Laporta esconde a los socios cómo ha hipotecado al Barcelona
«El mayor temor es que el hijo de Enríquez Negreira, que se lleva muy mal con su padre, pueda realizar unas declaraciones incriminando a su progenitor o contando detalles para obtener alguna ventaja procesal judicial»
Alianzas que duran un segundo

Es la operación económica más importante de la historia del club pero el Barcelona ha dicho que no tiene previsto de momento dar ninguna rueda de prensa para explicar los detalles. Un club que, dejando las palancas a un lado, pierde alrededor de 200 ... millones de euros al año, no puede ir a una operación de 1.500 millones de euros –que acabarán siendo más de 2.000–- al 5,5% de interés –por lo menos, 75 millones de intereses al año– y con una banda de turcos como arquitectos y unos supervisores de las obras de pueblo (Ingeniería Torrella). No puede ser, pero es lo que ha sido. Sólo Laporta sabe a cambio de qué ha empujado al club al abismo. Sólo Laporta sabe el precio que tendrán que pagar los socios del Barça para que su presidente se asegure su futuro.
Porque a pesar de ser la obra de más envergadura que una empresa de la UE ha encargado jamás a una empresa turca, en un alarde sin precedentes de opacidad, el Barça no quiere explicar las garantías que JP Morgan y Goldman le han exigido en el caso, altamente probable, de que no pueda pagar. Con el Camp Nou cerrado y la acumulación de las pérdidas anuales, lo más normal es que el club colapse y quiebre, y los inversores ejecuten las garantías, que aunque el club quiera ocultarlo a los socios, tienen que ver con la propiedad de la entidad y el suelo donde se encuentra el estadio. Este escenario de privatización del club –con la aquiescencia de las fuerzas vivas de la sociedad catalana– estaba desde el principio en el guion de la segunda presidencia de Joan Laporta, que si se ha buscado a unos turcos para que hagan las obras es por no quedarse mirando cómo el dinero va de un lado a otro y él con los brazos cruzados.
En otro orden de cosas, pero siempre en la madeja del Barça, el miércoles por la tarde llamé a mi querido José María Fuster Fabra y me contestó desde Bari, Italia, muy sorprendido porque 'La Vanguardia' había publicado que Josep María Bartomeu iba a demandar a Javier Tebas por haber presentado a Fiscalía una documentación con la que falsamente pretendía incriminar a su cliente. Ni Bartomeu ni su abogado tienen aún decidido si van a querellarse, y aunque no descartan ningún escenario, lo más probable es que la cosa quede en un escrito aclarando que los papeles encontrados en el domicilio del exdirectivo Josep Contreras, no tienen ninguna relación con el expresidente del Barcelona.
Fuster Fabra está razonablemente confiado en que su cliente no tenga demasiadas dificultades para demostrar su inocencia, o por lo menos, para que nada en su contra pueda ser probado. En este sentido, el mayor temor de mi amigo es que el hijo de Enríquez Negreira, que se lleva muy mal con su padre, pueda realizar unas declaraciones explosivas, incriminando a su progenitor, o contando detalles que a su padre no le convienen para obtener alguna ventaja procesal judicial. Las familias se quieren y se protegen hasta que pasan a despellejarse, y el rencor y la brutalidad con que lo hacen depara al resto del mundo un espectáculo jugoso, pero espeluznante.
También José María teme que algún árbitro francotirador, con ganas de pasar por extrapuro, declare que efectivamente Negreira, cuando era vicepresidente de los árbitros, intentó ofrecerle dinero, o cualquier otro, pago en especias, pero que él, muy pulcro, no aceptó, y que ahora, con todo el revuelo, se siente en la obligación moral de explicarlo. Estas confesiones tardías abundan en un mundo en que todo es vanidad, y lo que no es vanidad son cosas peores. No hay constancia de que tal árbitro exista, pero tampoco la seguridad de que en cualquier momento no pueda aparecer. De hecho, es raro que no haya aparecido todavía uno con ganas de protagonismo.
Salvo estos dos temores, de momento infundados, pero que un buen abogado como Fuster Fabra hace bien en contemplar, parece que a Bartomeu le va a salir bastante barato el escándalo de que bajo su presidencia –aunque no sólo la suya– el Barcelona, pagara a los árbitros.
También explica el abogado que las defensas de los tres presidentes han ido hasta la fecha coordinadas, y espera que esta cooperación se mantenga hasta el final y que nadie intente salvarse solo, emponzoñando a los demás. Tampoco esta posibilidad tiene de momento ningún indicio de verosimilitud, pero es verdad que en este momento de guerra de guerrillas en el fútbol español, de alianzas que duran un segundo, y en que todos se pelean con todos para sacar cada uno el provecho que a cada momento más le conviene, es imposible predecir absolutamente nada de lo que va a pasar en el minuto siguiente.
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