El Baúl de los deportes

«Ramos de flores a las señoritas» para perdonar el cierre de un campo por graves incidentes

Hace 100 años, noviembre de 1923, el gobernador de Guipúzcoa levantó la sanción impuesta tras un violento partido Tolosa–Real Sociedad

Primero le pidieron a Alonso que sacara a Hamilton de la pista y luego querían pegarle un tiro a Glock

Aquel brutal accidente de tráfico del Valladolid

Estadio de Berazubi, Tolosa Iñigo Royo (El diario Vasco)

Todo está en el baúl de la hemeroteca. La Historia, con mayúscula, y las historias que, escondidas y aparentemente menores, surgen como inesperados tesoros de un pasado no tan lejano. El capítulo de hoy está datado hace exactamente un siglo, pero el argumento sigue de ... plena actualidad. Trata sobre la violencia en el fútbol y su entorno.

Corría el año1923. Aún faltaba un lustro para el nacimiento de la Liga española como competición nacional (1928), así que los numerosos clubes de un deporte en plena eclosión, el fútbol, jugaban campeonatos regionales. En uno de esos torneos, el de Guipúzcoa, el domingo 11 de noviembre se disputó un partido entre el Tolosa Fútbol Club y la Real Sociedad de San Sebastián.

El encuentro tuvo lugar en Tolosa –municipio situado a 27 kilómetros de San Sebastián– y finalizó con la victoria visitante (0–1), pero el resultado fue lo de menos. Lo que hizo correr ríos de tinta fue lo no deportivo, nunca mejor dicho; los graves incidentes habidos durante el partido y sus consecuencias posteriores.

A modo de resumen y aperitivo inicial sobre lo sucedido, el siguiente breve publicado en 'El Sol' (13–11–1923), diario editado en Madrid: «Jugaron partido de campeonato regional la Real Sociedad de San Sebastián con el Tolosa F. C. Ganó el primero por uno a cero. Se registraron algunos incidentes, y ambos bandos llegaron a las manos, siendo precisa la intervención de la Guardia civil y de los miqueletes. En la tribuna también hubo palos y bofetadas. El espectáculo fue deplorable en extremo. Resultó con grave conmoción cerebral el jugador del Tolosa, Fernando. Otro jugador de este equipo abofeteó a un compañero del bando contrario. El agresor fue expulsado del campo».

Evidentemente, la prensa guipuzcoana trató con mucho más detalle y extensión lo sucedido en el histórico campo de Berazubi aquel lejano domingo a partir de las 3:15 de la tarde, hora de comienzo del accidentado choque. En las amplias crónicas se combina información con peculiares y duros párrafos de opinión sobre futbolistas, aficionados, árbitro, directivos y autoridades de la época. He aquí un extracto de lo publicado en el diario 'El País Vasco' el martes 13 de noviembre (como curiosidad, el texto está dividido en dos bloques:primero, la versión donostiarra; a continuación, la tolosarra):

«Broncas, bofetadas, carreras y pedreas»

«A no ser porque el apasionamiento del público y los incidentes entre jugadores dieron un poco de emoción al partido de campeonato jugado el domingo en el magnífico stadium de Berazubi, nos hubiera parecido aquel resultado uno de los más aburridos a que hemos asistido. Dos buenísimos equipos, el de la Real Sociedad de San Sebastián y el Tolosa F.C., se empeñaron en demostrarnos que cuando la pasión altera los ánimos no hay fútbol posible y eso es una verdadera pena porque el campeonato, que es esencia del deporte, resulta así la negación de todos los principios deportivos. El que peor parado quedó en Berazubi el domingo fue el deporte...».

«No habían transcurrido muchos minutos cuando Yurrita quedó casi inutilizado de resultas de un encontronazo con uno de los hermanos Iguarán. Poco después, Fernando, el notable extremo derecha tolosano, en uno de sus avances y después de sortear a Galdós, tiene un fuerte encontronazo con Arriaga saliendo este despedido y resultando aquel con una herida en la cara que le obliga a abandonar el campo».

«Unos cuantos sujetos se imponen y campan por los campos de fútbol mientras las autoridades deportivas se cruzan brazos y las civiles se limitan a salir del paso sin denunciar ni poner severos castigos a los deslenguados y a los terroristas»

Crónica de 'El Pueblo Vasco' 13 de noviembre de 1923

«Como se ve, los comienzos no pudieron ser más desastrosos. El público tolosano empezó a excitarse y a jalear ruidosamente al equipo de casa. Esto produce bastante efecto en los jugadores donostiarras, cuyo desconcierto y azoramiento aumenta a medida que transcurre el partido. En estas condiciones se comprende que se hiciese fútbol de la peor calidad. A pesar de todo, el dominio correspondió en general al equipo realista. No logró abrir el tanteador hasta el final del primer tiempo, en parte por ese desconcierto que hemos señalado y principalmente por la gran labor de los hermanos Iguarán, que son los amos del campo. Sus despejes son decididos y seguros, lo mismo de cabeza que por bajo. Faltando algunos minutos para finalizar el primer tiempo, Juantegui, que ha pasado a interior, avanza con el balón hasta llegar a las defensas tolosanas, hace un paso horizontal a Urbina quien, sin parar, dibuja un pase adelantado al mismo Juantegui, esté haciendo las de velocidad, lo recoge y solo ante el portero coloca el balón en la red de un chut fuerte por alto. Fue el único gol de la tarde porque, aun cuando Amador en la segunda parte introdujo el balón en la red, el árbitro anuló la jugada por haberla precedido un 'offside' (fuera de juego)… El resto del partido no merece la pena que lo describamos, pues careció de todo interés deportivo…».

«Incidentes a granel: Nada diremos de las broncas, bofetadas, carreras y pedreas ocurridas fuera del campo de juego. En el estado de excitación en que se encontraban los partidarios de uno y otro bando, es muy difícil acertar a distribuir responsabilidad».

«Es lamentable por tratarse de dos pueblos hermanos y porque con todo esto se sacan las cosas de quicio. La lucha es entre dos equipos, no entre los pueblos, y solo se discutían los dos puntos del campeonato, no estando en discusión la superioridad de donostiarras y tolosarras... Limitándonos pues a lo ocurrido en el campo de juego, no debemos ocultar nuestra enérgica desaprobación de la actitud del jugador tolosano que agredió a Amador Arrate, tomándose la justicia por su propia mano. Eso no lo debe hacer jamás un jugador. Para cortar abusos y castigar faltas está el árbitro. Si creyó que Amador le cargaba con mala intención, debió quejarse al árbitro por intermedio del capitán de su equipo».

«El acto irreflexivo de Luzuriaga arremetiendo contra Amador provocó el desbordamiento del público, que hasta entonces se había limitado a animar a los suyos. Fue también perjudicial a su propio equipo porque lo dejo reducido a nueve jugadores, pues el árbitro, cumpliendo con su deber, expulsó al agresor».

«Y ahora séanos permitida una exhortación de calma y de prudencia al público de entusiastas con que cuenta el Tolosa. Es natural que sientan cariño por el equipo de casa, en primer lugar por eso, porque es de casa, y en segundo lugar porque se lo merece pues se trata de un equipo buenísimo que solo necesita tiempo y lucha para destacar. Pero ese público al que nos dirigimos necesita también, lo mismo que su equipo, tiempo y ver muchos partidos porque solo así se vulgarizan las reglas porque se rige el juego. Hay en Tolosa muchos que están familiarizados con ellas, pero abundan también, como en todas las ciudades nuevas en el fútbol, los que confunden una carga legal con una entrada que no lo es y ven un 'ofside' en cada avance del contrario. Poco a poco se aprende fútbol y se aprende también a aplaudir todas las buenas jugadas, aunque las haga el contrario».

«Con esto no queremos decir que toda la culpa de lo ocurrido la tenga el público de Tolosa, pues también San Sebastián envía por estos campos cada 'voceras' que hay que taparse los oídos. Y nada más, porque de estas cosas cuanto menos se escriba, mejor... El árbitro (Steinborn), débil y completamente desconcertado por la actitud del público».

«Calzón hecho trizas» y puñetazo

El segundo bloque de la crónica lo encabeza un epígrafe inequívoco: «Comentarios tolosanos: Comenzaron las broncas entre pasionistas, que los había de ambos bandos y se iba más al cuerpo que al balón. Comenzaron las zancadillas, cargas, entradas peligrosas y se caldeó la atmósfera ¡con el frío que hacía! No sabemos cómo, pero en pugna por el balón Amador y Luzuriaga, probablemente por engancharse algún taco de Luzu en el pantalón del medio realista, Amador salió con el calzón hecho trizas, en forma de que las espectadoras tuvieran que taparse el rostro con las manos».

«Como Amador seguía jugando en aquella forma, el público le abroncó y a pesar de que Steinborn le llamó al orden para que se retirara, completó el espectáculo (en aquel momento de nerviosidad perdonable por ser precisamente un momento de peligro) haciendo un ademán poco edificante y sumamente peligroso para su integridad personal. ¡Todo se tapó con un nuevo calzón! ».

«Comenzaron a menudear las broncas en las localidades «bien» y de pronto Luzuriaga, que había aguantado dos zancadillas a Amador, le largó un directo, ¡que ni Uzkudun (Paulino Uzcudun Eizmendi fue un popular boxeador guipuzcoano, campeón de España y de Europa en la categoría de los pesos pesados en los años 20 del siglo XX)! Se armó la gorda, que la completaron cerca de la tribuna de la prensa entre unos señores realistas y otros caracterizados osasunistas, se hizo el coro, hubo piñas, paraguazos, palabras gruesas y no quieran ustedes saber más, porque seguramente ya lo dirá un redactor deportivo de un diario donostiarra y otro navarro».

«Comenzaron a menudear las broncas en las localidades 'bien' y de pronto Luzuriaga, que había aguantado dos zancadillas a Amador, le largó un directo, ¡que ni Uzkudun!»

Crónica de 'El País Vasco' 13 de noviembre de 1923

Según se relata en el texto, el árbitro expulsó a los dos futbolistas involucrados en la pelea. Luzuriaga abandonó el campo, pero Amador se negó y jugó hasta el final del partido. En aquella época los dos jueces de línea los ponían los equipos contendientes, uno cada uno. El linier aportado por el Tolosa, viendo que el colegiado no obligaba a irse al jugador de la Real, abandonó su puesto y dejó de actuar.

«Lo lamentable es que la pasión llegue a estas cosas y que se tomase el día de ayer para armar estas camorras», concluye el texto.

«Espectáculo bochornoso»

La segunda crónica provincial es la del diario 'El Pueblo Vasco', también correspondiente a la edición del martes 13 de noviembre de 1923 (la mayoría de periódicos no se publicaban los lunes). El epígrafe es suficientemente descriptivo: «¡Bochornoso!». Eso sí, antes de relatar los hechos, un primer párrafo tan chocante como delicioso en el cual el firmante de la noticia, J. Hutz, cuenta con toda naturalidad que llegó tarde al encuentro: «Un percance sin importancia fue la causa de que llegáramos al campo de Berazubi cuando los equipos en pugna llevaban jugados varios minutos. La Real Sociedad había marcado el único 'goal' de la tarde por intermedio de Juantegui. El equipo tolosano aparecía amputado de su extremo derecha, Fernando, que se había retirado lesionado. El terreno de juego era el más a propósito para hacer un juego «sucio»; especialmente por el lado de la entrada general, los charcos eran abundantes. La tribuna estaba repleta de público distinguido; y el aspecto del campo, en conjunto, era bastante animado... ¡Cuán lejos estábamos de sospechar que en el bonito campo del Tolosa se estaba librando un torneo desaforado de groserías!».

«Mientras los jugadores se esforzaban en una lucha fuerte pero noble (luego hablaremos de algunos casos contrarios aislados) por ganar las metas respectivas, una parte del público parecía tan apasionadamente interesada en la pugna, que olvidaba el respeto que a sí mismo se debe y al de los espectadores que al deporte consagran sus aficiones sin renunciar a la buena educación que recibieron en la escuela. El espectáculo era sencillamente bochornoso».

«Nunca, en ninguno de los casos, ni siquiera en aquellos que el cariño a un equipo impele a creer que el árbitro se inclina a favor del bando adverso, está justificada, la protesta procaz y destemplada. ¡Dónde vamos a parar por este camino! Y si ha de ser el público quien a gritos destemplados lleve la dirección de los partidos, imponiendo por el terror los castigos, apuntando con la estaca las faltas, subrayando los golpes ilegales de los jugadores con frases del peor gusto, quédense en casa los árbitros que, entre los goces del hogar y las coces de los campos de fútbol, la elección no es dudosa. Que arbitren ellos… Y conste que, al expresarnos así, envolvemos en la censura a todos los campos donde se vienen dando estos espectáculos que denigran al deporte».

Invasión de campo

«Los jugadores Luzuriaga y Amador, dispuestos sin duda a ventilar algo que había quedado pendiente en el partido de Atocha, se buscaban en la lucha para zurrarse sin compasión –cosa que debía haber visto y cortado a tiempo el árbitro–, y surgió el incidente. Luzuriaga, tirándole a Amador un envite a una pierna, le rasgó medio pantalón; Amador le replicó con una zancadilla y el jugador tolosano se tomó la justicia por su mano largándole un directo con la diestra, que el 'equipier' realista esquivó a tiempo. Un grupo de la general, que a juzgar por sus gestos debía estar deseando pelea, invadió el campo de juego con el claro propósito de participar en el combate; pero la rápida y enérgica intervención de los miqueletes (antiguo cuerpo policial guipuzcoano) puso fin a este incidente. El árbitro expulsó del campo a Luzuriaga, y este recibió palmas abundantes al abandonar el terreno, suponemos que por su brava hazaña...».

«Bien lejos del foco de los diálogos distinguidos –que también los hubo en la tribuna y entrada de preferencia– presenciábamos el partido, o lo que fuera, cuando vimos que los miqueletes corrían a intervenir en otra refriega. De esta, según luego nos contaron, salió maltrecho un conocido deportista donostiarra. Un grupo de valientes le aporrearon porque les dio la gana. Es decir, que cuanto más se predica en favor de la cultura y disciplina deportivas, se reclama respeto para los árbitros y corrección en los campos, unos cuantos –demasiados, desgraciadamente– sujetos, cuyo deportivismo lo llevan en la lengua punzante o en el brazo amenazador, se imponen y campan por los campos de fútbol, mientras las autoridades deportivas se cruzan brazos y las civiles se limitan a salir del paso sin ir más allá en su intervención necesaria, denunciando y poniendo severos castigos a los deslenguados y a los terroristas».

«Haga usted afición; fomente en las columnas de la prensa los espectáculos deportivos; sacrifíquense los clubs y los que cargan con la responsabilidad de sus dirección; ¿y para qué? Para que los rencores menudos y los desahogos personales tengan un amplio escenario para manifestarse. ¡Muy edificante! »

«No tan solo los espíritus más sensibles, sino los que en los vaivenes de la vida hanse acostumbrado a toda clase de sensaciones, no han de soportar –si las cosas del fútbol siguen por este camino desdichado– con su asistencia un espectáculo deportivo (?) que lo están denigrando esos espectadores intangibles... »

«Los buenos deportistas tolosanos, cuyos nombres distinguidos tantas veces se han citado en estas columnas en encomio suyo, serán los primeros en lamentar y condenar los sucesos del domingo. Al dar una muestra gallarda de sus sanos entusiasmos dotando a Tolosa de un magnífico campo de deportes, como es el de Berazubi, estaban bien lejos de suponer que sirviera este para manifestaciones tan desagradables como las presenciadas en el partido del campeonato entre tolosanos y donostiarras».

«¿Había razón, motivo o excusa para que aquellas cuadrillas de mozalbetes, y no pocos catalogados entre los «señoritos», se metieran despiadadamente con los actores del partido? Absolutamente ninguna. Lo que pasa es que aún hay muchas gentes que están sin pasar por el tamiz del respeto y la educación; y mucho menos por la escuela de las esencias deportivas, que ni las huelen y acuden a los campos de fútbol a manifestar su espíritu rebelde y a meterse con cualquier hijo de vecino».

«Todos los equipos tienen su cuadrilla de «voceras»; y al Tolosa no le falta la suya, bien nutridita. Estos son los puntos peligrosos que, por ser generalmente conocidos incluso por los directivos de los clubs (cuando no son también de la cuadrilla algunos de estos; y conste que generalizamos), debieran ser sometidos a la fuerza a conducirse como deportistas verdaderos. Y si las enseñanzas no vienen de arriba, ¿cómo va a exigirse a los mozalbetes corrección y respeto para los visitantes? Cuando los escasos donostiarras abandonaron el campo de Berazubi para regresar a la capital, varios grupos de estos jovenzuelos se recrearon dirigiéndoles frases y gritos mortificantes. No nos extrañó después de cuanto hubimos visto y oído en el campo».

«No podemos menos de recoger una nota poco correcta de Amador Arrate, que indudablemente por un exceso de codicia en el juego, se olvidó que actuaba ante un público que merece todos los respetos. Tan pronto como se vio con el pantalón rasgado debió haberse parado, ocultando lo que exhibió sin ningún escrúpulo. Algo de culpa tuvo en ello el árbitro, que no suspendió el juego inmediatamente para que, como en el rugby –donde son frecuentes estos accidentes de vestimenta– los jugadores formaran el cerco a su rededor, como así lo hicieron, pero no con la celeridad requerida... Steinborn, al que no consideramos infalible, arbitró imparcialmente. Y, sin embargo, ¡lo que tuvo que oír antes del partido, en el partido y después del partido!»

Multa y tres meses de clausura

Como se ha visto –y leído–, el escándalo fue mayúsculo. Tanto, que el gobernador civil y-militar de Guipúzcoa, general Juan de Arzadun Zabala, y la Federación Guipuzcoana apenas tardaron dos días en anunciar una doble sanción: multa de 100 pesetas (60 céntimos de euro) a la directiva del Tolosa F.C. (el sueldo mensual medio en 1923 rondaba las 300 pesetas) y cierre de Berazubi durante tres meses, con advertencia de alargar la clausura a un año o incluso de forma permanente si volvían a repetirse incidentes semejantes.

En cuanto se conoció el castigo, una comisión del Tolosa F.C. fue a San Sebastián para entrevistarse con el general Arzadun. Les acompañaban un industrial tolosano y un concejal del Ayuntamiento donostiarra. Minutos después llegaron al Gobierno Civil tres diputados provinciales del distrito de Tolosa. Todos ellos aseguraron que el club tolosarra no era responsable de lo ocurrido, argumentando que había sido imposible evitar unos incidentes provocados por personas ajenas a la entidad.

Más tarde, también se presentaron en el despacho del Gobernador el presidente y el vicepresidente de la Real Sociedadal, Ramón Machimbarrena y José Gaytan de Ayala respectivamente. En primer lugar, le pidieron al general Arzadun que dejara bien claro que la Real ni había reclamado ni, por tanto, había tenido nada que ver en las sanciones impuestas al Tolosa. A continuación, solicitaron que se atenuara o levantara el castigo por creer que la directiva tolosana no era culpable de lo ocurrido.

«No puedo tolerar, ni como gobernador ni como vasco, que se produzcan discordias entre pueblos hermanos»

Juan de Arzadun Gobernador civil y militar de Guipúzcoa en 1923

El gobernador alabó la actitud de los dos máximos mandatarios de la Real y les comunicó que tras la reunión con la comisión del Tolosa ya había decidido condonar las sanciones, eso sí, previo compromiso de que se restableciese la cordialidad entre ambos clubes. «No puedo tolerar, ni como gobernador ni como vasco, que se produzcan discordias entre pueblos hermanos», proclamó Arzadun.

Además, el perdón conllevaba el cumplimiento de varios requisitos. Así lo contó 'El Mundo Deportivo' (17-11-1923): «Les ha manifestado la primera autoridad de la provincia que no está dispuesto a tolerar escándalo alguno en campos de fútbol, pero que por ser la primera vez durante su mando que ocurren los mismos y atendiendo las explicaciones que se le han dado levanta el castigo impuesto bajo las siguiente condiciones: jugar de nuevo en partido amistoso entre los dos clubs, Real Sociedad y Tolosa, presidiendo el gobernador, y extremándose en dicho partido las pruebas de afecto entre donostiarras y tolosanos, debiendo estos entregar ramos de flores a las señoritas molestadas por los escandalizadores. Los comisionados han contestado aceptando las condiciones gubernativas, pero sustituir el partido amistoso por la celebración del 'match' Probables y Posibles».

Los 'matchs' entre «Probables y Posibles» eran habituales en aquella época. Se llamaba a futbolistas de diferentes clubes que formaban dos equipos y jugaban uno o varios partidos amistosos para verlos en acción. Esos partidos servían para elegir a los integrantes de los combinados regionales que se enfrentaban entre sí en diversos torneos a lo largo del año. Dicho método se llegó a emplear también para escoger a los internacionales de la selección española.

En el caso que nos ocupa, el partido entre «Probables y Posibles» de la selección de Guizpúzcoa (para enfrentarse a Cataluña) se celebró en Berazubi el domingo 18 de noviembre, justo una semana después de los incidentes. Curiosamente, no acudió ninguno de los diez jugadores de la Real Sociedad convocados. Adujeron «bajas fundadas en distintas causas». Eso sí, las señoritas presentes en el estadio recibieron sus correspondientes ramos de flores.

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