El Baúl de los deportes
Bienvenido, míster Larry Bird: cuando los chavales flipaban con la NBA
El 23 de octubre de 1988, el Palacio de los Deportes de la Comunidad vibró con el partido Real Madrid-Boston Celtics
Aquella alegría del Rey Juan Carlos en catalán: «Estic molt content»
![Fernando Martín, ante los Boston Celtics](https://s1.abcstatics.com/abc/www/multimedia/deportes/2023/10/26/fernando-martin-R0oxphPhvsv0HcdadTSMm2N-1200x840@abc.jpg)
Fue y sigue siendo único. Especial. Inolvidable. Y lo es porque resulta insólito el enorme impacto que provocó y sigue provocando –evocando- un partido amistoso de un torneo con nombre de cadena multinacional de hamburguesas: Open McDonalds. El Real Madrid-Boston Celtics jugado el ... 23 de octubre de 1988 en el Palacio de los Deportes de la Comunidad de Madrid es y será historia indeleble del baloncesto español.
A finales de los 80, la NBA era 'El Dorado' para los aficionados al deporte de la canasta. Los escasos ecos que llegaban desde la lejana Liga profesional de Estados Unidos deslumbraban y despertaban creciente interés, aumentado tras el aterrizaje de un jugador español, Fernando Martín, en Portland (octubre de 1986). En 1987, solo Euskal Telebista, televisión autonómica vasca, informaba con asiduidad sobre dicha competición. Y el lunes 9 de febrero de aquel mismo año la sección de 'Televisión' de ABC destacó una de las previsiones en la programación del día de Televisión Española (TVE): «Partido de la NBA a las once y cuarto de la noche».
El texto de la información muestra un claro matiz crítico relativo al trato que recibía entonces la NBA en casi toda la prensa española: «La segunda cadena ofrece a las once y cuarto de la noche, una hora poco corriente, la retransmisión en diferido del concurso de mates y el posterior partido celebrado entre las selecciones Este y Oeste de la Liga profesional de baloncesto de Estados Unidos. El encuentro se celebró en la ciudad de Seattle, capital del Estado de Oregón, y parece ser que TVE no ha encontrado otro hueco en su programación para difundirlo. De manera que los aficionados al deporte de la canasta deberán mantenerse despiertos hasta la una de la madrugada si desean contemplar el desarrollo íntegro del encuentro de la NBA».
Sin embargo, la fiebre del baloncesto americano crecía en España, así que apenas un año más tarde, febrero de 1988, TVE estrenó 'Cerca de las Estrellas', programa dirigido por Ramón Trecet, periodista especializado en el deporte de la canasta. Partidos (en diferido), los resúmenes de las jugadas más espectaculares y el carácter desenfadado de los comentarios tocaron de manera muy especial la fibra de adolescentes y jóvenes aficionados.
El terreno de la NBA estaba abonado de interés y pasión cuando, en octubre de 1988, aterrizó en Madrid un club mítico, los Celtics de Boston, comandado por una leyenda de las canchas, Larry Bird. La Liga Profesional estadounidense y la Federación Internacional (FIBA), organismos cuya relación sufría frecuentes desavenencias, se habían puesto de acuerdo para organizar un torneo que enfrentara a equipos de la NBA con otros del resto del mundo. El primer «Open McDonalds», así llamado por razones publicitarias obvias, se jugó en Milwaukee (Estados Unidos) en 1987; el segundo, al año siguiente, tocaba en Europa. Y se celebró en España. El Real Madrid, el Scavolini de Pésaro (Italia), la potente selección de Yugoslavia y los citados Celtics completaron un cartel fabuloso.
Tal era la expectación, que la portada de ABC del viernes 21 de octubre de 1988 la ocupa en su totalidad una foto de Larry Bird entrando a canasta: «El mejor baloncesto del mundo ha llegado a Madrid… Los aficionados disfrutarán del gran espectáculo del deporte de la canasta con el equipo que más títulos ha ganado en la historia de la NBA y especialmente con su jugador más prestigioso, Larry Bird, que compendia toda la habilidad, la rapidez, la potencia y la precisión de la espectacular Liga profesional estadounidense».
Fue mucho más que un acontecimiento deportivo. Los americanos, especialistas en potenciar el espectáculo y cuidar todo lo que rodea al mismo, brillaron desde el mismo momento en el que aterrizaron en Barajas a las 6:40 horas del 19 de octubre. Descansaron toda la mañana en su hotel y a las 5 de la tarde se entrenaron/exhibieron ante los periodistas acreditados para la ocasión.
Las entradas para el partido final alcanzaron en la reventa un precio de 20.000 pesetas (120 euros), una barbaridad para la época.
«Nadie hubiera dicho que pocas horas antes habían cruzado el océano Atlántico. La preparación resultó suave, pero todos se esforzaron al máximo. Verles entrenarse, aunque sólo sea en una toma de contacto con la cancha, revela la superioridad del baloncecsto profesional americano sobre el europeo. Si algo llama la atención, es la velocidad con que desarrollan todos sus movimientos. Masas enormes como los veteranos Parish o Machale, el seminovato Lohaus y el recién llegado Ramón Rivas, una nota hispana en el equipo de Boston, se desplazan con una rapidez casi increíble para el volumen que exhiben. La sudada resultó, en cualquier caso, abundante». Por supuesto, tras hidratarse y recuperar el resuello, los jugadores americanos atendieron sin problema a los numerosos informadores.
Al día siguiente acudieron al Palacio de la Zarzuela, donde fueron recibidos por el entonces Príncipe de Asturias, hoy Rey Felipe VI: «Su Alteza Real el Príncipe de Asturias recibió una camiseta de los Boton Celtics, equipo del que ha sido nombrado jugador de honor. El número '1' de su dorsal, como se hace con los grandes jugadores de la NBA retirados, no podrá ser utilizado ya por ningún componente de este club. La afición de Don Felipe por este deporte es conocida, y ha formado parte de los equipos de las Academias Militares donde ha estudiado. Durante la entrega de la camiseta, la altura del Príncipe de Asturias fue destacada por los 'gigantes' del Boston. Don Felipe recibió un equipo de la NBA con el número '33' (dorsal de Larry Bird). Además, Bird y Robert Parish le entregaron un balón firmado por todo el equipo».
El 21 de octubre se disputaron las dos semifinales. El Real Madrid ganó al Scavolini (108-96), y los Celtics hicieron lo propio ante Yugoslavia (113-85). La final soñada estaba servida. Los derechos de televisión del torneo pertenecían a la cadena estadounidense ABC, así que ese viernes TVE emitió íntegro, pero en diferido (22:30h), el segundo partido jugado por americanos y yugoslavos. A continuación ofreció un resumen de la primera semifinal.
Homenaje a Raimundo Saporta
El sábado 22 de octubre, día de descanso para los equipos, los organizadores programaron otra cita especial: una clase magistral impartida por Julius Erving, estrella histórica de la NBA. Miles de niños –acompañados de muchos papás y mamás- llenaron el Palacio de los Deportes para pasar 'consulta' con el mítico 'Doctor J'.
Las entradas para la gran final del domingo habían volado. Algunas crónicas cifraron en 20.000 pesetas (120 euros), una barbaridad para la época, el precio que se pedía en la reventa por un boleto. 12.000 espectadores abarrotaron las gradas para asistir a una cita histórica en la que, además, se homenajeaba a Raimundo Saporta, directivo y responsable de la sección de baloncesto del Real Madrid durante muchos años y varias etapas.
Nadie dudaba del favoritismo absoluto de los Celtics, pero aquel Real Madrid era un equipazo. Bajo la batuta de Lolo Sainz (entrenador) y con el genial liderazgo en cancha de Drazen Petrovic, Fernando Martín, Biriukov, Romay, Llorente, Villalobos, Antonio Martín, Johnny Rogers y Cargol plantaron cara a los Larry Bird, Robert Parish, Kevin Mc Hale, Dennis Johnson, Danny Ainge, Brian Shaw, Reggie Lewis y compañía.
El Rey Felipe VI, entonces Príncipe de Asturias, fue nombrado jugador de honor del los Celtics y le asignaron el número '1', dorsal que no puede ser utilizado por nadie desde entonces.
«Enfrentarse a los Celtics es una aventura insalvable para cualquier equipo europeo. La selección de Yugoslavia no pudo con los profesionales de la NBA en la primera jornada del torneo mixto de Madrid y renunció a seguir luchando por el triunfo en cuanto los norteamericanos se fueron en el marcador. El Madrid, en cambió, luchó hasta el final, con esa garra que le caracteriza. No le importó pegarse contra una pared y, en ocasiones, tuteó a sus rivales. Al final, cayó por 96-111, quince puntos que significan poco ante tan formidable enemigo», resume la entradilla de la crónica publicada en ABC.
Uno de los protagonistas españoles, José Luis Llorente, firma en la web madridista 'La Galerna' un artículo donde recuerda todo lo vivido aquel fin de semana de octubre de hace 35 años: «Lo que de verdad nos encendía era la oportunidad de medirnos contra los orgullosos célticos. No nos importaba ni que fuera en su principio de temporada ni medio amistoso: ya nos encargaríamos nosotros de convertirlo en algo más que un bolo».
«El partido comenzó con dominio céltico, con Petrovic acelerado y Biriukov anotando lo que no conseguía el croata. Por su parte, Romay repartía a diestro y siniestro, como en sus mejores días, al tiempo que capturaba rebotes con asiduidad. Digamos que nuestros hombres altos, los Fernandos, Antonio Martín y Rogers se batieron bien el cobre, aunque nos costaba superar su defensa, mientras Larry Bird también repartía a diestro y siniestro, en su caso, juego. El equipo de Boston se había distinguido por un juego táctico exquisito con el que contrarrestar el físico deslumbrante de los Lakers, los Rockets y los Sixers para conseguir tres títulos de la NBA en los 80. Se sabían la lección de memoria y la recitaban al dedillo, así que hacíamos lo que podíamos para capear el temporal y anotar a trompicones. Nuestra voluntad era no perderlos de vista para ver si en un momento de descuido conseguíamos acercarnos».
«Soberbio Cargol»
«Y así fue en el tercer cuarto. Una serie de aciertos consecutivos de Petrovic, la aparición esplendente de Cargol, más el acierto de este escribidor -un robo en línea de pase sobre Danny Ainge que me agarró para que no saliera disparado (lo que hoy sería una antideportiva)- y unos contraataques, encendieron los ánimos de las gradas, desconcertaron ligeramente a visitantes y nos lanzaron en pos de lo imposible. Fueron momentos eléctricos, desbordantes de pasión, en los que maldecía cada vez que el maldito reglamento de la NBA detenía el juego y, junto a él, nuestro ritmo. Pero ni siquiera la fragmentación del tiempo reglamentado nos impidió que ganáramos el cuarto por 30-24».
«Pero al comienzo del último cuarto, Larry Bird se puso las pilas después de fallar unos tiros y de que unos balones divididos acabaran en las manos de los visitantes del otro lado del Atlántico… A Bird no le gustaba perder ni a las canicas y se puso a jugar como si de ello dependiera el titulo de la NBA... Aunque Pep Cargol jugó un encuentro soberbio y fue destacado ampliamente por toda la prensa, en mi repaso televisivo del partido reparé en que el mejor fue Romay -que hartó a Robert Parish y dominó su zona- y en el buen hacer de Johnny Rogers. También Chechu (Biriukov) jugó muy bien al principio y Drazen a ráfagas... El tempestuoso curso del partido devino en alguna que otra refriega. Nuestro ímpetu sorprendió a sus hombres grandes y Danny Ainge me agarraba y se quejaba por mi marcaje pegadizo y soberbio cual canción de Abba».
«En los últimos compases del partido salieron a jugar los suplentes, algunos de los cuales me parecieron un poco «paquetillos» y me fui a casa con la creencia de que podría jugar en los Celtics. El consuelo es libre y no sujeto a normas, sino a la voluntad del individuo. En uno de aquellos lances postreros le di un pase largo a Villalobos que, en lugar de machacar con una mano como le gustaba, rectificó en el aire y le dio una asistencia sorprendente a Cargol, que anotó más solo que Gary Cooper. La jugada fue muy rápida y ovacionada, por lo que Ki Ke (según la grafía de George Karl) lo celebró saltando de forma entusiástica. Me acerqué a él y le dije: «¡Quique (Villalobos), coño, que vamos perdiendo por veinte, mantén la compostura!». Y me dijo: «Joder, es verdad». Y nos echamos a reír. Lo cierto es que la jugada merecía el premio de aplausos y oés que tuvimos y después lo hemos recordado tantas veces como ha salido el partido en la conversación».
«Al término del encuentro, el entrenador bostonista comentó en la prensa de su país la calidad de nuestro juego y la pasión de la hinchada madridista, y remarcó que el baloncesto europeo había progresado mucho. «Tuvimos que apretar para ganar en el último tramo del enfrentamiento», concluyó Jimmy Rodgers. Y tenían a Larry Bird, concluyo yo».
Ese mismo fin de semana estaba programada la segunda jornada de la Liga ACB 1988-89. Se jugaron todos los partidos excepto el del Madrid, que recibía en casa al Magia Huesca. El encuentro liguero se disputó el lunes, apenas 24 horas después del enfrentamiento con los Celtics, y los blancos ganaron 98-87.
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Los jugadores del Real Madrid estaban exhaustos, pero tenían el depósito lleno de orgullo, adrenalina y entusiasmo. Unos sentimientos deportivos compartidos entonces por buena parte de la afición española y recordados por Ramón Trecet: «Aquí no estábamos acostumbrados a ese nivel de baloncesto. Aquello era grandioso, otro mundo. Chavales entre los doce y los veinte años alucinaban con todo aquello».
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