El baúl de los deportes
Aquella impactante y oscura retirada de Michael Jordan
El 6 de octubre de 1993, el legendario jugador de baloncesto anunció por sorpresa su primer adiós
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Aunque lo leamos y oigamos con demasiada frecuencia, noticias de verdadero impacto mundial con protagonista individual hay pocas. Muy pocas. Porque son escasos los personajes de cualquier ámbito que a lo largo de la historia han tenido un auténtico renombre universal. Se cuentan con los ... dedos las figuras conocidas en las aldeas del país más recóndito de la Tierra. Michael Jordan (Nueva York, 17 de febrero de 1963) es uno de esos iconos, y de ahí la conmoción global que provocó su comparecencia pública del 6 de octubre de 1993.
Aquel miércoles de hace 30 años, el jugador de los Chicago Bulls citó a los periodistas en el pabellón donde se entrenaba el equipo, situado a las afueras de la ciudad estadounidense. Jordan compareció vestido con traje marrón claro, camisa blanca y corbata de rayas. Le acompañaron Jerry Reinsdorf, accionista mayoritario de los Bulls; Jerry Krause, gerente del club; Phil Jackson, entrenador; e incluso David Stern, el comisionado (máximo dirigente) de la potente Liga Profesional de Baloncesto norteamericana (NBA). Y sentada a la izquierda de Michael, su esposa Juanita.
El hombre, superhombre, que ocupaba sin discusión el trono del baloncesto mundial dijo adiós sin más. En realidad, dio una razón principal –«he perdido la ilusión por ganar»–, pero nadie le creyó. Y esa incredulidad acabó por destapar el lado más desconocido y oscuro del mito. La noticia ocupó horas de televisión y radio, y llenó cientos de páginas en los periódicos y revistas de todos los continentes. Una acrobática foto de Jordan, desnudo de cintura para arriba y con un balón en la mano derecha, ilustró la portada de Blanco y Negro, suplemento dominical de ABC, el 17 de octubre de 1993. Como descriptivo titular: «El vuelo suspendido».
En páginas interiores, el reportaje principal (7 páginas) de aquel número: «En las calles de las ciudades la decepción consiguió canasta de tres puntos. En los suburbios, los niños negros se frotaron los ojos y miraron al cielo, y nadie volaba ni desafiaba las leyes de la gravedad, ni se reía nadie de medio lado con una gran cabeza calva. Su último gran héroe –ni Schwarzenegger ni Stallone– había anunciado que abandonaba las canchas porque, decía, «ya no siento ninguna motivación por el baloncesto». ¿Podían ser esas sus palabras? Michael Jordan había tirado al cesto las ilusiones de miles de niños que juegan en un palmo de cemento y que sólo le pedían que volase por encima de su radiocassete gigante. ¿Qué oculta tras su inesperada retirada el mejor jugador de baloncesto de todos los tiempos? La muerte de su padre, su afición por las apuestas, son heridas que han quebrado las alas del mito».
El 23 de julio de 1993, James Jordan, padre de Michael, regresaba a su casa en coche tras haber asistido a un funeral cuando le pudo el cansancio. Decidió hacer una parada y aparcó su Lexus SC400 –un llamativo deportivo de color rojo, regalo de su hijo, cuyo precio rondaba los 46.000 euros– con la intención de echar una cabezada. Minutos después, murió asesinado.
«Acto de violencia irracional»
Pasaron diez días hasta que apareció el cadáver. Y el 15 de agosto la policía resolvió el crimen: «Dos jóvenes de dieciocho años han sido detenidos por la Policía estadounidense en Fayetteville (Carolina del Norte), acusados del asesinato de James Jordan, padre del conocido jugador de baloncesto Michael Jordan. Los agentes han calificado esta muerte de 'un acto de violencia irracional'».
«Los dos jóvenes fueron detenidos por utilizar un teléfono celular que robaron del vehículo del padre de Michael Jordan después de asesinarlo e intentar esconder su cuerpo a unos 90 kilómetros de distancia al darse cuenta de su identidad. La Policía identificó a los detenidos como Larry Demery y Daniel André Green, y dijo que ambos están acusados de asesinato en primer grado y conspiración para cometer robo con arma. Jim Coman, portavoz de la Oficina de Investigaciones de Carolina del Norte, declaró que en la noche del 23 de julio los dos jóvenes 'salieron a robar a alguien'. Para ello se escondieron en la salida número 14 de la autopista 74 a la espera de una víctima. Según Coman, el padre de Jordan debió sentirse cansado cuando viajaba de Wilmington a Charlotte (Carolina del Norte) y paró en la cuneta cerca de Lumberton para dormir un rato».
«La muerte de su padre, su afición por las apuestas, son heridas que han quebrado las alas del mito»
Blanco y Negro
Suplemento dominical de ABC (17-10-1993)
«James Jordan recibió un disparo en el pecho cuando aún estaba dentro del vehículo, y su cuerpo fue trasladado después a Carolina del Sur y abandonado en un pantano con la esperanza de que las aguas del río lo ocultaran y no fuera descubierto. La Policía explicó que los dos presuntos asesinos reconocieron al padre de Jordan por la documentación que encontraron en su cartera y fue entonces cuando pensaron en ocultar el cadáver para que no fuera localizado. El arma con que fue asesinado, del calibre 38, no ha sido recuperada».
«El cuerpo de James Jordan fue descubierto el 3 de agosto por un pescador, pero no fue identificado hasta el pasado viernes (13 de agosto). La Policía local tomó sus huellas digitales, retiró la mandíbula e hizo una copia de la dentadura y luego incineró el cadáver al no haber sido reclamado por nadie. El vehículo fue encontrado el 5 de agosto totalmente desvalijado y sin las matrículas. Las autoridades detuvieron también a otros cuatro jóvenes acusados de robar las ruedas, la radio y otros objetos del vehículo pero, en un principio, estos no están relacionados con la muerte de James».
No denunciaron la desaparición
En el juicio, los dos detenidos se acusaron mutuamente de apretar el gatillo. Finalmente Demery fue considerado autor, y Green, coautor del crimen. Ambos fueron condenados a cadena perpetua por homicidio en primer grado.
El suceso, tenebroso en sí mismo, se pintó todavía más siniestro por la sorprendente actitud de la familia Jordan. Ni siquiera habían denunciado la desaparición: «La gente sigue preguntándose cómo es posible que James Jordan desapareciera durante tanto tiempo sin que su familia diera la menor muestra de preocupación. Resulta tentador elaborar argumentos y extraer conclusiones a partir de este dato, pero un patrón de conducta familiar atípico sigue siendo más verosímil que cualquier inducción más o menos precipitada que pueda manchar la reputación del difunto, su viuda y sus hijos, a pesar de que a los Jordan no les preocupara que el padre de familia no diera señales de vida el 31 de julio, día de su cumpleaños, o que este no hubiera dejado ni un sólo mensaje en el contestador automático de su domicilio».
De esos insólitos polvos que rodearon al asesinato vinieron los lodos que ya había manchado anteriormente a Michael Jordan: los problemas derivados de su desmedida afición por las apuestas deportivas. En mayo de ese mismo año (1993), la noche antes de jugar un partido de la final de Conferencia contra los Knicks en Nueva York, la estrella de los Bulls y su padre fueron vistos en el casino de Atlantic City, donde perdieron una considerable suma de dinero.
El 7 de octubre, tras el anuncio de la retirada, Miguel Ángel Paniagua, periodista especializado en baloncesto, agente de jugadores y ojeador para varios equipos de la NBA, dio más detalles sobre el peliagudo asunto de las apuestas en un artículo de 'El País' titulado «El lado oscuro de Jordan».
«Vivir la vida como uno quiera. Jordan siempre tuvo esa respuesta a mano. También cuando el diario 'Charlotte Observer' informó que un traficante de cocaína convicto, James Bouler, había confesado, al ser detenido por la policía, que los 57.000 dólares que llevaba encima eran producto de una apuesta ganada a Michael Jordan en un partido de golf. Una cantidad mayor, dos millones de dólares, es el supuesto débito que Jordan contrajo recientemente con otro jugador-apostador de golf, Richard Esquinas», escribe Paniagua.
«La NBA tomó cartas en el asunto y advirtió a Jordan sobre sus hábitos de apostador y jugador, presumiblemente patológicos. Tras el aviso, Jordan volvió a su discurso habitual frente a los periodistas. 'Vivo la vida como quiero'. Esta vez, sin embargo, fue un discurso aún más cargado de amargura. 'No tengo nada que contestar relativo a las apuestas. Fuera de la cancha quiero vivir mi vida, aunque últimamente no he elegido bien a mis amigos. No disfruto de las cosas como antes. No me preguntéis nada más. No sois mi padre'».
Hablando del padre, Michael negó que su asesinato fuese la única razón para decir adiós al baloncesto: «Naturalmente, cuando se te muere el padre pones un énfasis distinto en tu vida en general. El mío, como todo el mundo sabe, nos ha dejado pero tuvo la ocasión de ver mi último partido y esto significa mucho para mí. Mi determinación habría sido la misma si él siguiera vivo». Y desveló que James Jordan le había aconsejado que se retirara cuando ganó su primer anillo de la NBA, en 1991. «Al final de esta temporada, cuando ya había ganado el tercer título de la NBA, hablamos otra vez sobre esta posibilidad –abundó el escolta de Chicago-. Yo me inclinaba por tomar una decisión de ese tipo pero no existía un verdadero deseo de cambiar de vida. Ello suponía perder oportunidades de ganar nuevos campeonatos». Respecto al delicado asunto de las apuestas, Michael Jordan optó por darle un toque a los periodistas, pero sin cargar las tintas: «En los primeros años de mi carrera como profesional se habló mucho de mi juego, pero al final había muchos que se querían meter en mi vida privada. Sin embargo, quiero deciros que vosotros no sois culpables directos de mi decisión».
El escolta tenía dos años más de contrato con los Chicago Bulls. Cobraba cuatro millones de euros anuales, cantidad considerable para la época pero muy lejos de sus ingentes ingresos en concepto de publicidad. Así, entre Nike, McDonalds y Gatorade le pagaban unos 30 millones de euros. Y esos acuerdos comerciales siguieron vigentes independientemente de su ausencia de las canchas.
«Quizá volver sea el reto que me plantee en un futuro. No quiero descartarlo porque no soy de los que dicen nunca jamás», avisó Jordan aquel 6 de octubre de hace 30 años. En efecto, después jugó al beisbol, volvió a la NBA, se retiró otra vez, regresó de nuevo… Pero esos son otros capítulos en el apasionante libro vital del mejor jugador de baloncesto de la historia.
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