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El baúl de los deportes

El escandaloso y estrafalario viaje de Mohamed Ali a España

En agosto de 1972, el mítico boxeador peleó en un combate de exhibición en Barcelona, desafió a Urtain y la montó con algunas frases

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Urtain y Mohamed Ali, en la exhibición de este en Barcelona en 1972 ABC
Ángel Luis Menéndez

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Hace más de medio siglo los ojos de la sociedad española no estaban habituados a contemplar en acción el show histriónico y todo lo que rodeaba a un personaje de talla y ego universales. Ni siquiera éramos capaces de asimilar que alguien nacido y bautizado como Cassius Marcellus Clay hubiese decidido cambiar su nombre y apellidos por el de Muhammad (o Mohamed) Ali (Louisville, Estados Unidos, 17 de enero de 1942– Scottsdale, EE.UU., 3 de junio de 2016).

El 1 de agosto de 1972, el legendario boxeador norteamericano se subió a un ring en la abarrotada Plaza Monumental de Barcelona —entre 10.000 y 12.000 espectadores según las diferentes crónicas de la época— para disputar un combate de exhibición con el argentino Goyo Peralta. Los periódicos contaron con detalle lo sucedido aquella noche de verano, así como las andanzas del famoso púgil antes y después de la pelea. Como resumen de la opinión generalizada de la prensa, este párrafo inicial del reportaje de Blanco y Negro (suplemento semanal de ABC):

«Cassius Clay-Mohamed Alí, el mayor histrión que ha dado el boxeo de cualquier época, el gladiador exhibicionista, y objetor de conciencia por razones de no violencia (se negó a luchar como soldado de su país en la guerra de Vietnam), el ex campeón mundial de los grandes pesos y campeón en extravagancias calculadas de efectos propagandísticos, ha venido a Barcelona para una pelea de exhibición. Y como era de esperar, tratándose de tan extrovertido personaje, con él llegó el escándalo».

Con tono similar arranca el primer capítulo de un serial que publicó el diario 'Pueblo': «No voy a comenzar contándoles la vida de Cassius Clay o Mohamed Ali, como ahora quiere que se le llame. Lo digo, porque es poco menos que imposible hilar una conversación larga y pausada con este hombre, que él mismo es su mejor relaciones públicas y el mejor 'showman' que contratar se pudiera».

Procedente de Casablanca (Marruecos), el 30 de julio Ali hizo escala en Madrid antes de volar hacia la Ciudad Condal. Ya aterrizó con mal pie. «Mohamed Alí o Cassius Clay llegó con cara de pocos amigos y sorprendió a todos los periodistas que se habían dado cita en el aeropuerto de Barajas con un seco 'no quiero hablar' —se lee en ABC—. Poco después, ante la insistencia de los informadores, el púgil de color rectificó y dijo que 'no quería hablar de boxeo'. Alguien le preguntó de qué quería hablar, a lo que Clay contestó: 'Ustedes pregunten y yo contestaré'. Cuando todo daba por entender que no iba a hablar, se arrancó con una frase, en inglés, casi aprendida de memoria: 'Urtain es un gran púgil, muy luchador. Creo que es lo mejor que hay en España. ¿Peralta? Bueno, también, pero me parece que ya no está en su mejor edad… Yo quiero barrer a todos los púgiles mejores del mundo y el español (Urtain) está entre ellos. No tendría ningún inconveniente en encerrarme en un cuadrilátero con él'. Clay, ya metido en conversación, pero aún con cara de pocos amigos, explicó después que él se había hecho un gran boxeador gracias a su estricto espíritu religioso. 'Para mí —dijo respondiendo a una pregunta— lo más importante es la religión, mucho más que el dinero'».

Oro olímpico y tetracampeón mundial

Tras llegar a Barcelona e instalarse en su hotel, «Ali quiso ir a un tablao a ver eso de lo que tanto le habían hablado sobre 'la noche typical'. Y 'typical' fue su salida del hotel —cuenta 'Pueblo'—. Aguantó impávido ।os aplausos de la multitud que se amontonaba, apretaba y le estrujaba al borde de la calzada para conseguir un autógrafo, un apretón de manos, una sonrisa escueta —una mueca diría yo— del hombre que sin ostentar la corona de la máxima categoría tiene ese algo que llamamos impacto o gancho popular».

En 1972, Ali tenía 30 años. Había ganado la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Roma 1960 en la categoría de 75-81 kg y era bicampeón mundial del peso pesado (1964 y 1967), un título que obtendría dos veces más (1974 y 1978).

Fue precisamente después de lograr su primera corona mundial (1964) cuando anunció que se cambiaba de nombre. Primero dijo que se llamaría 'Cassius X', pero varios días más tarde comunicó su identidad definitiva: 'Muhammad Ali', que significa «el amado de Dios». Además del argumento religioso —había abrazado el islamismo—, explicó: «Clay es un apellido de esclavo que yo no había escogido». Es decir, en 1972 ya hacía ocho años que había mudado de nombre, pero en España no había cuajado tal cambio. Le seguían llamando mayoritariamente Cassius Clay.

«Show-Clay en la Monumental», se lee en la portada de 'El Mundo Deportivo' (2-8-1972); «La etapa barcelonesa en la gira mundial de Cassius Clay», tituló 'La Vanguardia'; y en ABC, la crónica de la llegada del púgil americano a la Ciudad Condal comienza así: «A primera hora de la tarde de hoy, en un hotel de las Ramblas se ha levantado el telón del primer acto del 'show' Cassius Clay. El antiguo campeón del mundo se ha presentado a la rueda de Prensa con los labios pintados en un rojo tan vivo como su camisa y ha orquestado estupendamente su número de escándalo y ruidosidad. Contestando a las preguntas que le fueron formuladas, Cassius Clay afirmó que hasta ahora no había encontrado un adversario que le obligase a demostrar toda su valía».

A continuación, el texto reproduce las declaraciones del boxeador. Palabras que dibujan su peculiar personalidad: «Realizo este viaje a dos países solamente para ver el paisaje y dar ocasión a que las gentes de estos países puedan tener la suerte de conocerme… El mundo se preocupa actualmente demasiado de las cosas materiales. Las personas no creen en Dios… No conozco personalmente a Urtain. Creo que es un buen boxeador. Probablemente el mejor de Europa. Me gustaría pelear con él para tener ocasión de machacarle y terminar definitivamente con este fantoche… Mi propósito cuando subo a un ring no es de matar. Los que van a la guerra, en cambio, sí que matan, especialmente mujeres y niños... Yo soy el mejor campeón mundial de todos los tiempos. El único que puede comparárseme, a mucha distancia, es Ray Sugar Robinson… El adversario más difícil que he tenido ha sido mi primera mujer… El 'black power' es el movimiento más noble que existe… Todavía no soy presidente de los Estados Unidos. Cuando lo sea encontraré la fórmula para terminar con la lacra del tráfico de drogas… ¿España? Me ha impresionado mucho este país. Parece muy antiguo y a mí siempre me han gustado las antigüedades».

Rifirrafe con Urtain

En esa rueda de prensa —y durante toda su estancia en España— Ali menciona a José Manuel Ibar Azpiazu, 'Urtain', boxeador español que ostentaba el título de campeón de Europa del peso pesado y que fue también protagonista del espectáculo extra pugilístico aquella madrugada de agosto en la Monumental barcelonesa.

«Brillante y divertido espectáculo de Cassius Clay», tituló ABC: «En las sillas de ring se hallaba la crema del boxeo español. Varios ex campeones del mundo y de Europa subieron al ring. José Legra saludó a ambos boxeadores, así como Pedro Carrasco. Pero cuando Urtain quiso saludar, haciendo lo propio con Cassius Clay, éste le huyó, no queriéndole mirar. El vasco le perseguía, y Cassius Clay huía. Se organizó una partida del juego al escondite, con obstáculos en forma de fotógrafos, managers, segundos, locutores y auxiliares, que parecía un filme de los recordados Marx Brothers. Finalmente, Urtain dio alcance y asió a Clay por la cintura, elevándole como si fuera una piedra de las que levantaba el morrosko antes de subir a los rings. Cassius gritaba casi como una mujer, dando codazos por detrás y procurando desasirse. Su manager y dos asistencias tuvieron sujetarlo porque quería abalanzarse sobre Urtain. Todo quedaba muy bien, pero en un momento dado se le escapó a Cassius Clay una sonrisa traicionera, pero que revelaba que el espectáculo estaba bien organizado».

«Finalmente pudo comenzar la exhibición sin arbitro, lo que desequilibraba el ring y a los dos púgiles. El antiguo campeón mundial se presentó al ring con los labios pintados de carmín y con un maquillaje de 'star' cinematográfico que lo habría envidiado el Marlon Brandon de la mejor época. El público chilló, aplaudió y pudo manifestar su alegría y su protesta por lo que más le convino, y para cerrar la velada, antes de bajar del ring, y desde el borde del mismo, soltó su consabido discurso, que duró unos tres minutos, afirmando con su aterciopelada y grave voz slogans tan inéditos v singulares como los conocidos: 'Soy el mejor', 'nadie puede conmigo', 'Frazier es un usurpador' y toda la letanía que se saben de memoria los públicos de cuatro continentes. Como, además de todo ello, Cassius Clay dio una bella muestra de lo que debe ser el pugilismo, el público se divirtió de lo lindo y recordó que las verbenas no han terminado todavía».

Show y extravagancias aparte, todas las informaciones destacan y se rinden ante la incuestionable clase boxística de uno de los más grandes púgiles de la historia. Como muestra de ello, el vídeo del NO-DO y la crónica de la agencia 'Alfil': «Gran exhibición de Cassius Clay en Barcelona ante Goyo Peralta, que en ningún momento fue adversario capaz de frenar a esta auténtica máquina de gran boxeo que es Mohamed Alí, aun en combates de cara a la galería sin veredicto final de ningún tipo. Antes de comenzar la pelea, Clay dio en la báscula 99 kilos, y Goyo Peralta solamente 90,200... La superioridad de Clay sobre Peralta, que mostró una excelente combatividad, fue realmente abrumadora, casi ofensiva, tanto que en algunos instantes adoptó un aire displicente hacia su adversario, lo que mereció que el público le abroncara en algunas fases».

«La realidad es que Clay se ha mostrado en forma y ha dado una soberbia lección de boxeo. Su directo de izquierda fue centellante y preciso, y con el punteo, con intención pero sin fuerza, a la cara de Goyo Peralta, desarticuló repetidas veces la guardia del argentino, que veía cómo una y otra vez el florete de izquierda del norteamericano llegaba a su destino. Solamente con este golpe tomó el mando de la pelea desde el primer instante, y ya no lo cedería a lo largo de ocho asaltos sin necesidad de utilizar en ningún momento la derecha, mano que Clay guardó celosamente, temeroso quizá de que alguien pudiera informar a Joe Frazier del estado real de su potencia, y esgrima. En líneas generales, aun dentro del carácter de exhibición de la pelea, Clay ha hecho un buen combate, mostró una buena esgrima y un excelente juego de piernas. Ni uno solo de sus golpes se perdió en el vacío. La verdad es que Clay. con todas sus excentricidades, sigue siendo una auténtica maravilla del boxeo, un peso pesado con la movilidad de un medio y una fabulosa inteligencia pugilística que hace de este duro deporte una obra de fantasía, elevándolo realmente a la categoría de arte».

Volvió a Madrid en 1976

Cuatro años después, en 1976, volvió de visita a España. Esta vez a Madrid para presentar y promocionar su autobiografía, 'El más grande. Mi propia historia', escrita al alimón con su representante, Richard Durham. «Al principio, Ali, que llegó el 28 de mayo y permaneció hasta el mismo 1 de junio, se mostró molesto y decepcionado —cuenta la revista Agente Provocador—. Apenas había una veintena de personas esperándolo a los pies del avión. Junto a él le acompañaban otras diecisiete personas, incluido su consejero espiritual. Una hora más tarde, decenas de periodistas lo esperaban impacientes en el hall del lujoso hotel Palace, donde se hospedó. Luego se citaron en la sala de prensa del hotel. Las primeras preguntas fueron sobre su libro: 'He escrito este libro para todos aquellos hombres del mundo que no tienen fe en sí mismos, que se sienten rechazados en su medio ambiente. Yo nací negro, en una sociedad que desprecia a los negros. En mi libro explico cómo llegué a lo más alto. No sólo por mi constitución sino, por mi trabajo, porque creí en mí, en querer ser capaz de hacerlo'».

«Los periodistas, recordando su anterior visita y el encontronazo con Urtain, esperaban algo del antiguo espectáculo airado y excéntrico, pero nada de eso sucedió. Hablaba con tranquilidad y se confesaba embajador de La Palabra: 'De no haber sido boxeador me hubiese gustado ser predicador. Estudiar la verdad y explicarla'. Así que lo que vino a continuación debió sonar plomizo, teología en lugar de golpes: 'El hombre está atrapado por un progreso estúpido, porque ha edificado ese progreso sobre sus propias leyes, y no sobre las de Dios. El hombre se ha equivocado al olvidar a Dios. Yo siempre pienso en Él'. Pero luego, cuando parecía que terminaría la entrevista, se fue animando: 'Nadie me hace sombra. El mejor que hay después de mí es Ken Norton, pero pelearé con él en septiembre y también caerá… La prueba de que soy el mejor está en mi rostro. Soy tan bello como cuando empecé. ¿Quién adivinaría que soy boxeador? No soy el hombre más bello del mundo, ni mucho menos; pero sí el más bello del mundo del boxeo'. Durante la siguiente jornada visitó Galerías Preciados. Allí le esperó su antiguo 'archienemigo' Urtain, que le estrechó la mano y bromeó con él. Al caer la noche, acudió al famoso tablao flamenco de El Corral de la Morería, cita obligada para decenas de estrellas del cine o la música, como Marlene Dietrich, Lauren Bacall, Omar Shariff, Marlon Brando o Rock Hudson, entre muchos otros. Tanto para él como para su séquito actuó la bailaora Lucero Tena».

Un epílogo muy español con sabor a esa cultura tradicional —antigua— que tanto le gustaba al gran Muhammad Ali.

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