El patio de mi casa no es particular
aquellos maravillosos años
Todo analógico, nada tecnológico. En los parques infantiles solo tenían cabida los toboganes, las carreras de chapas, las peonzas o las persecuciones de 'polis y cacos'
Una mayor exposición a pantallas en la primera infancia afecta negativamente a su desarrollo posterior
![Una cola infinita de chicos impacientes por subir al tobogán](https://s2.abcstatics.com/abc/www/multimedia/cultura/2023/09/27/parque-RYZymQ2XOm4tUQglKGnk02J-1200x840@abc.jpg)
Hoy en día, tirar la basura es como un viaje al país multicolor de la serie de dibujos de la abeja Maya, su amigo Willy y la araña Tecla. La aventura de acertar el destino de cada bolsa en el arcoíris de contenedores alineados ... sobre la acera genera ansiedad y estrés cromático. Hace años, sin ser conscientes, los niños reciclaban, y mucho. Lo más importante en aquella época era mantener una buena relación con el encargado del bar o el «camarero, una de mero», como el cántico de celebración de Pepe Reina tras ganar la selección española la Copa Mundial de Fútbol en 2010. No para que te invitara a una Mirinda, que también, sino para que te abasteciera de un montón de chapas con el dorso bien liso, sin dobleces ni fisuras.
En casa, con el botín en mano, llegaba la hora de personalizar cada una de ellas con imágenes de futbolistas, ciclistas o, si se era un poco artista, pintar los logos de los equipos con lápices, ceras y rotuladores. Unas tijeras para recortar el papel con el diámetro exacto de la chapa, un poco de celo para fijar la imagen, y al parque a jugar con los amigos. El circuito sinuoso de la carrera, lleno de curvas y rectas, se diseñaba retirando la arena con las palmas de las manos, se marcaba la meta, la línea de inicio y ¡disparo de salida! En otro extremo del patio, unos chavales lanzaban las tabas (huesos de cordero) al aire, auténtico reciclaje orgánico. Y más allá, con un golpe de pulgar e índice, impulsaban las canicas de cristal hasta lograr que entraran en el agujero o gua. ¡Victoria absoluta!
otros maravillosos años
El concepto de ahorro energético se desconocía, todos los juegos eran analógicos y bastante económicos: cartas de las familias del mundo, el 'hula hoop'... En cuanto a entretenimientos de cuerda, la comba, la goma, la peonza y el yoyó eran lo más. Los auténticos especialistas en la materia conseguían que la peonza girase sobre el dorso de su mano o la lanzaban al aire y, oh, milagro de la ciencia, mantenía su rotación como la Tierra alrededor del Sol al caer sobre el pavimento. Con la tiza, además de pintar un corazón en la pared, se dibujaban las diez casillas de la rayuela en el suelo, se lanzaba una piedra hasta uno de los cubículos, se saltaba a la pata coja hasta recogerla y, misión casi imposible, se volvía a la casilla inicial sin perder el equilibrio.
Apuntarse a un gimnasio moderno con cintas de correr, bicicletas elípticas o máquinas de remo para realizar ejercicios de cardio no estaba de moda. El grito «¡¿quién se apunta al churro, media manga, manga entera?!» alertaba al grupo de chavales que, en un pispás, formaban una fila contra la pared, con la cabeza metida entre las piernas del que se tenía delante, tensaban el cuerpo y soportaban el peso de los miembros del equipo contrario que saltaban sobre sus espaldas para intentar romper el 'churro' y triunfar.
Vida de parque
Rostros con heridas y cicatrices de guerra por las batallas campales con los tirachinas
Con la mezcla explosiva de adrenalina y estrés en las persecuciones de 'polis y cacos' casi se superaba el récord mundial de Usain Bolt y Florence Griffith Joyner en los cien metros lisos de atletismo. «¡Corre, Forrest, corre!». 'La gallinita ciega', el 'escondite inglés', el 'balón prisionero' o 'el pañuelo', aunque tensos, eran más relajados. Las medidas de protección en los parques infantiles no eran de interés general. Todo hierro, con su óxido y deterioro. Junto a la escalera del tobogán se formaban largas colas para deslizarse por su rampa o se trepaba por la 'bola' para descender como los bomberos por su barra central.
Vida de patio, de jardín, de recreo, de pandillas. Rostros con heridas y cicatrices de guerra por las batallas campales con los tirachinas. En aquellos maravillosos años a nadie le preocupaba si la 'tablet' se quedaba sin batería, si no aparecía el cargador del móvil, desconocer la clave del 'wifi' o la falta de cobertura. Pero, qué drama, si te castigaban sin salir de casa y sin ir al parque.
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