Más rubia que las pesetas
AQUELLOS MARAVILLOSOS AÑOS
En 2002, la peseta desapareció de nuestras carteras. Al grito de: «¡Ya somos europeos!», el euro ganó la batalla monetaria, fulminó a la rubia y a los más duros
'Walkman', con la música a todas partes
![Mayra Gómez Kemp junto a las hermanas Hurtado en el programa '1,2,3… Responda otra vez'](https://s3.abcstatics.com/abc/www/multimedia/cultura/2023/09/06/descarga-RfppFApr0JEakM6R1gKudyM-1200x840@abc.jpg)
En los años setenta, Mayra Gómez Kemp se asomaba por la pequeña pantalla, apoyaba sus brazos sobre el atril y preguntaba con una amplia sonrisa a la pareja de jugadores: «Por 25 pesetas la respuesta, lugares donde se colocan flores como, por ejemplo, un ... jarrón de cerámica». Los concursantes, amigos y residentes en Segovia, contestaban mientras el cronómetro jugaba en su contra: un florero, un jardín, en el cementerio, en un bautizo… Al finalizar el tiempo, una de las secretarias del mítico programa de Chicho Ibáñez Serrador '1,2,3… Responda otra vez', ataviada con unas enormes gafas negras de pasta realizaba el cómputo en su calculadora: «Trece respuestas acertadas, a 25 pesetas cada una, hacen un total de 325 pesetas». La emoción por ver si conseguían el apartamento en Torrevieja (Alicante) o, drama absoluto, la calabaza Ruperta concentraba a todos los espectadores frente al televisor al estilo Carol Anne, la protagonista de la película 'Poltergeist' que aterrorizó al mundo con su «ya están aquí».
La peseta, moneda de curso legal, era la más rubia. Y los duros no eran boxeadores o forzudos como Arnold Schwarzenegger, sino cinco pesetas, un auténtico tesoro con el que se podían comprar chucherías en la tienda de la esquina. Las abuelas de aquella época guardaban su pequeña fortuna en un pañuelo de hilo –los higiénicos Kleenex de usar y tirar aún no existían–, que escondían en el sujetador o en la manga de la rebeca. El domingo, después de la comida familiar y con mucho sigilo, desdoblaban su hatillo repleto de monedas y entregaban cinco duros de paga a sus nietos, a no ser que fueran unas peseteras o 'tacañonas' incapaces de abandonar su avaricia. Una riqueza que los chavales gastaban o depositaban en su hucha metálica o su cerdito de barro para concederse más adelante el capricho de un cómic, unos cromos, un Click de Famobil o un Airgam Boy, su competencia directa.
De pronto, ingresamos en la Comunidad Económica Europea «¡Ya somos europeos!». Y, oh, tristeza, en 2002, la rubia fue destronada por el señor euro, que también ganó la batalla al franco francés, la lira italiana, el marco alemán o al escudo portugués. El emperador euro aniquiló a todos sus rivales.
Multiplicar y dividir
«¿Pero eso en pesetas cuánto es?» se convirtió en la muletilla de cualquier conversación
Un euro, 166 pesetas; tres euros, 500 pesetas y seis euros, 1.000 pesetas. Los valores elevados descolocaban las neuronas y la frase '¿pero eso en pesetas cuánto es?' se convirtió en la muletilla de cualquier conversación. Hasta los niños de San Ildefonso, más majos que las pesetas, modificaron la entonación de sus voces en el sorteo de la Lotería de Navidad para cantar el premio gordo en euros.
Ahora las mujeres son rubias naturales, de bote o con mechas, pero la rubia peseta, la más redondita, ya no marca tendencia; la paga de los domingos se abona a través Bizum, la nueva hucha electrónica; y los duros son los más macarras del barrio porque ya nadie da duros por cuatro pesetas.
¡Campana y se acabó!
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