Los veranos de los arqueólogos
Martín Almagro Gorbea: «Creo que descubrí dónde está enterrado el último rey de Gabii»
El reputado arqueólogo rememora sus inicios en Ampurias junto a su padre y algunas de sus excavaciones más destacadas
A Martín Almagro Gorbea (Barcelona, 1946) le resulta difícil decir cuál fue su primera excavación arqueológica, porque pasó los veranos de su infancia en el yacimiento de Ampurias que investigaba su padre, Martín Almagro Basch . Recuerda la curiosidad que le suscitaban los ... trabajos de los arqueólogos y los grupos de estudiantes llegados de distintos lugares de España, así como de Francia e Italia, para participar en los cursos que dirigía su padre, junto al famoso profesor italiano Nino Lamboglia, de Bordighera, o el profesor Fernand Benoit, de Marsella. Llegó a aprenderse de memoria la explicación que daba su padre a los recién llegados cada año y «en ese ambiente de intercambio de los estudiantes, que se lo pasaban muy bien y era muy estimulante, me fui aficionando a la arqueología al mismo tiempo que me formaba», relata.
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Le atraía ver lo que iba saliendo. «Una excavación -dice- e s como un libro que vas leyendo. Cada página es distinta . Por lo que has leído te figuras lo que vas a encontrar, pero siempre hay novedades que te cambian lo que tú habías pensado». Aún hoy considera que ese diálogo del arqueólogo con la tierra , con lo que se va descubriendo, es uno de los alicientes de la arqueología. «Es adivinar y al mismo tiempo interpretar lo que te dice. Eso es lo fascinante de participar en una excavación. Más que encontrar un tesoro, que también. El hallazgo de una pieza bonita te genera una satisfacción, pero sobre todo es e l placer intelectual de ir leyendo lo que nos ha dejado la tierra a lo largo del tiempo ».
Desde aquellos primeros balbuceos en la arqueología, Almagro Gorbea ha participado en innumerables excavaciones. Iba prácticamente todos los años y, a veces, a varios sitios. Como aportaciones importantes, destaca las excavaciones del monumento de Pozo Moro , una torre funeraria de unos 10 metros de altura que ahora se muestra reconstruida en el Museo Arqueológico Nacional, así como las investigaciones en la necrópolis tartésica de Medellín , las campañas en Segóbriga o el gran proyecto de Bibracte en época de Mitterrand. «Era el lugar donde estaba Diviciaco, el famoso druida que era capaz de hablar de tú a tú con Cicerón sobre filosofía de la naturaleza, piedras sagradas y astronomía», explica. Gracias al entonces rector Gustavo Villapalos, recientemente fallecido, organizaron en este enclave francés unas campañas de excavación en las que participaban los estudiantes de la Universidad Complutense, así como de Checoslovaquia, Hungría, Reino Unido, Bélgica y Francia en un ambiente como el que él había vivido en Ampurias «pero mucho más internacional, mucho más enriquecido». Era una muestra del cambio que había vivido la arqueología y la sociedad europea en una generación.
«Nos tomaron por atracadores»
De todas guarda gratos recuerdos. Algunos de ellos tan divertidos como el día que fue con un compañero a abrir una cuenta corriente para pagar a los obreros que trabajaban en Pozo Moro. « Qué pinta llevaríamos , con el polvo y la ceniza de las tumbas que estábamos excavando y que nos ponía medio negros, que cuando llegamos al banco nos tomaron por atracadores», se ríe. Días después se lo contaron en la sucursal: «¿Quiere usted que le diga un secreto? El día que entró le dije al de al lado: “Cuidado, que son estos los que nos había avisado la Guardia Civil que igual pasaban”».
El monumento de Pozo Moro, «único en todo el Mediterráneo», es quizá su hallazgo más relevante. «Piezas así no te salen ni siquiera una vez por generación, pero a veces es una pequeña moneda, un fragmento que es interesante en un sitio, es lo que le da interés. El verdadero arqueólogo no se apasiona por una pieza en sí. Lo que nos apasiona es a través de esa pieza ir completando el crucigrama . Cada letra ayuda. Una horizontal a leer una vertical. Y eso es lo que realmente es fascinante en nuestro trabajo», sostiene.
«El buen arqueólogo es un buen detective»
A su juicio, la arqueología se parece mucho a la criminología porque intenta descubrir qué ha pasado, sin contar con testigos directos. «El buen arqueólogo es un buen detective» y utiliza cuantas herramientas tiene hoy a su alcance: desde ADN a carbono 14, analíticas, huellas digitales, como lo hace ahora un inspector para encontrar al culpable. «El avance tecnológico ha sido fascinante. Hoy vivimos una etapa que si a mí me lo cuentan cuando estaba en Ampurias hubiera dicho que era ciencia ficción».
A Almagro nunca le ha importado pasar tantos veranos de su vida entre piedras al sol. «Aunque es duro, si tienes vocación se lleva bien». A su juicio, lo peor de una excavación «es la biblioteca» porque «por un mes de excavación tienes por lo menos un año de trabajo en los laboratorios limpiando, restaurando, siglando… y luego estudiando en libros lo que has encontrado. Eso es lo que realmente da la talla de un arqueólogo». Asegura que se pueden contar con los dedos de una mano los arqueólogos que han publicado todo lo que han excavado.
A él le ha tocado hasta publicar excavaciones de otros. Lo recuerda bien porque aún tiene una espinita clavada. «Publiqué el templo de Juno en Gabii, que era uno de los santuarios más importantes del Lacio, en la región de Roma, y creo que descubrí dónde está enterrado el último rey de Gabii. Me gustaría haberlo excavado porque además me tocó publicar lo que yo no había excavado, que es muy duro. Pero España es un país donde los cambios políticos se convierten en transformaciones administrativas y yo me volví a mi universidad de Madrid, a dar mis clases y a seguir otros caminos. Eso me habría gustado hacerlo, porque todavía está pendiente . Pero como tantas otras cosas. También somos limitados. Somos dioses en el querer y hombres en el realizar. Y hay que aprenderse la lección». De momento, el anticuario perpetuo de la Real Academia de la Historia se dedica a estudiar peñas sacras , como la de Manzanares el Real, indagando por qué esos lugares han sido venerados por el hombre desde que es hombre.
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