Los veranos de los arqueólogos
José María Luzón: «Quizá mi hallazgo más espectacular fue el dedo meñique de la estatua de Diana Arcaizante»
El académico de la Rabasf relata a ABC las excavaciones arqueológicas de su juventud en Ategua y Riotinto
![José María Luzón, en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando](https://s3.abcstatics.com/media/cultura/2021/07/15/1437977134-kKCD--1248x698@abc.jpg)
De entre todas las estancias de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando (Rabasf), José María Luzón (Jaén, 1941) escoge para hablar de sus inicios en la Arqueología la sala de vaciados de Herculano , entre las copias que ... encargó Carlos III de las esculturas que se rescataron de esta ciudad romana sepultada por las cenizas del Vesubio, como Pompeya. Ante una de estas estatuas, un pequeño Alejandro Magno a caballo , se detiene para señalar un detalle antiguo en el caballo que el original ha perdido con los años y en el que nadie suele reparar. Pocos como él conocen tan bien esa sala y la verde contigua, en la que se detiene a admirar pinturas de lugares históricos. «Es una forma poética de arqueología», dice el académico numerario de la Rabasf.
Luzón lo ha sido todo en el mundo de la Cultura. Catedrático en varias universidades, ha dirigido el Museo Arqueológico Nacional y el Museo del Prado y ha sido director general de Bellas Artes. Capitaneó las excavaciones de Itálica (Santiponce, Sevilla) y en los últimos años ha excavado con grupos de alumnos de la Universidad Complutense en Pompeya , precisamente en la casa de Diana Arcaizante que se estaba investigando cuando Carlos III vino a España en 1759. Cuando comenzaron, en 2007, se encontraron con que toda la documentación que habían dejado sus predecesores del siglo XVIII usaba como punto de referencia el lugar donde se halló la estatua de Diana. En los escritos se leían anotaciones del tipo «este caldero ha aparecido a veinte pasos al norte», pero desconocían dónde estaba ese punto cero. Hasta que en 2009, 250 años después, «nos encontramos el dedo meñique de la mano derecha de la escultura y supimos el sitio. Con eso pudimos recomponer la excavación del siglo XVIII. Así que, quizá, mi hallazgo más espectacular fue el dedo meñique de una estatua », afirma con humor este prestigioso arqueólogo, que dio sus primeros pasos muy lejos de allí.
Sus primeras excavaciones se remontan a los años 60 del siglo pasado, a sus años de estudiante en Sevilla con el profesor Antonio Blanco Freijeiro, que tanto le marcó. «Recuerdo mucho a mi maestro porque yo quizá no hubiera sido arqueólogo, pero cuando en la Universidad de Sevilla tuve la oportunidad de conocer a este magnífico profesor que se había formado en Oxford, en Heidelberg y estaba muy relacionado con los grandes maestros europeos en otros países, para mí fue como el aire que respirar». Con él fue a su primera excavación en Ategua (Córdoba), la población asediada por Julio César en el año 45 a.C. «Era muy bonito estar excavando la ciudad y leyendo al mismo tiempo los capítulos del ‘Bellum Hispaniense’ sabiendo lo que había pasado allí… Era excavar, pero no solo para recuperar objetos o información en general, sino Historia. Estábamos excavando Historia ». Era duro excavar en la campiña cordobesa en julio, pero «a veces, es el precio que se paga», comenta.
![De izquierda a derecha: José María Luzón, Antonio Blanco Freijeiro, Immanuel Ben Door en el Cerro Salomón de Riotinto, excavando un poblado minero fenicio (S.VII-VI a.C.) en 1965.](https://s2.abcstatics.com/media/cultura/2021/07/15/Luzon-1965-kTAF--510x349@abc.jpg)
Por aquellos años, tras acabar la carrera y pasar un año en Estados Unidos, participó también en las excavaciones en Riotinto , «en un lugar que ya no existe». El Cerro Salomón contaba con estructuras y cerámicas que se veían a pie de suelo. Era un yacimiento fenicio de las excavaciones más antiguas de las minas de cobre de Riotinto. «Las explotaciones posteriores hicieron allí una enorme obra de corte y se lo llevaron por delante», relata Luzón mientras explica la importancia que tienen esos estudios arqueológicos que documentan lugares antes de que se pierdan para siempre. « Se sabía que aquello iba a desaparecer y tuve la oportunidad de excavar un poblado minero de época fenicia , del siglo VII-VI a.C.», remarca.
La primera página de la arqueología moderna
Después llegarían otras excavaciones -«quizá no muchas»- porque «la arqueología no es solo excavar, y menos la arqueología moderna que se hace con nuevas tecnologías, es estudiar el pasado », dice mientras contempla los vaciados de su alrededor. «Ahora mismo -añade- estamos en una sala en la que se puede explicar la primera página de la arqueología moderna».
Según cuenta a renglón seguido, en las excavaciones de Herculano no solo se extrajeron del subsuelo objetos, esculturas o inscripciones, sino que se desenterraron grandes estructuras de edificios y se documentó en diarios qué se había encontrado y dónde, antes de llevar las piezas al taller de un restaurador, de dibujarlas para hacer grabados y de publicar los estudios. «Ese es el recorrido de los objetos arqueológicos hoy o el que han tenido durante mucho tiempo en el que se ha hecho arqueología como búsqueda de objetos».
El trabajo del arqueólogo ha ido cambiando con el uso de nuevas herramientas. «Ahora yo puedo saber lo que hay antes de meter el pico y la pala. Se puede hacer una prospección geofísica y saber qué estructuras hay, dónde están y cuánto miden… grosso modo», dice. Y la posibilidad de ver desde arriba con un dron amplía además la visión de los profesionales. Luzón recuerda a un arqueólogo que conoció en Cádiz «que realizó unas prospecciones por los alrededores de Jerez y me decía que las hacía a caballo porque desde arriba se veía mejor. Pues ahora con el dron… imagínate».
Sobre el cambio que ha experimentado esta disciplina, narra otra conversación con un químico del museo de Maguncia, que hace no mucho le aseguraba que « la arqueología ya no la hacéis vosotros , ahora la hacemos nosotros». Con las nuevas tecnologías, Luzón ha visto recuperar en la mesa de un laboratorio incluso tejidos del siglo V a.C., que con la piqueta se habrían perdido. «Sí, hay unas técnicas maravillosas ahora para recuperar información », afirma admirado.
A él le gustaría emplearlas para excavar una ciudad prerromana en Andalucía . «Igual que ahora vemos parte de las calles de Itálica donde yo también excavé, por cierto, deberíamos tener la oportunidad de ver del mismo modo una ciudad del siglo V-IV a.C.», sostiene.
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