Los veranos de los auténticos Indiana Jones
En busca de la Historia perdida
Cuatro prestigiosos arqueólogos españoles relatan sus primeras excavaciones, en esos veranos de estudiantes, y cómo ha cambiado su profesión desde entonces
![Carmen Pérez Die en 1991, junto a un coloso de Ramsés II encontrado en el Templo del dios Heryshef, en Heracleópolis Magna (Ehnasya el-Medina), Beni Suef](https://s1.abcstatics.com/media/cultura/2021/07/15/carmen-perez-die-1991-U302589248640Pv--1248x698@abc.jpg)
Pese a haber tenido que vérselas con serpientes y escorpiones en Egipto, cuidando de dónde pisaba con sus botas, Carmen Pérez Die (Madrid, 1953) no cree parecerse al personaje que Harrison Ford inmortalizó en el cine hace 40 años. « Nunca me he ... sentido una Indiana Jones », dice, pero « sí una persona que hacía cosas que normalmente no las hace todo el mundo », con un trabajo «que tiene mucho de emoción, de experiencias nuevas y sorprendentes».
Tampoco se identifica con él Martín Almagro Gorbea (Barcelona, 1946), que con su viejo 4x4 sigue subiendo desniveles que a otros achantan y trepa después por las peñas sacras con la agilidad de una cabra montesa. Los años no han robado ni un ápice de energía ni de curiosidad por saber más a estos reputados arqueólogos, como tampoco a José María Luzón (Jaén, 1941), al que aún le gustaría excavar una ciudad ibera en Andalucía, o a Myriam Seco (Sevilla, 1967), la más joven de estos cuatro auténticos Indiana Jones españoles que relatan cómo se lanzaron un día en busca de la Historia perdida.
«Cuando lo pienso hoy en día me da miedo», dice Seco al recordar s u primera excavación subacuática en 1998, en el Mar Rojo . Acababa de obtener el ‘open water’ que era el nivel de principiante, y se fue a un lugar llamado Sadana Island para investigar un pecio que quedó hundido entre 37 y 42 metros de profundidad. El trabajo lo dirigía el Institute of Nautical Archaeology de Texas y la arqueóloga española formaba parte de un grupo en el que había buceadores experimentados y novatos, como era su caso. «Estuvimos tres meses acampados en la playa en tiendas, realizando dos inmersiones diarias a esa profundidad, durante seis días a la semana», relata la egiptóloga que, en ningún momento fue consciente del peligro que implicaba bucear a esas profundidades sin experiencia.
Seco recuerda que les trataban «como en un campamento militar», que la comida estaba muy medida y el agua dulce, restringida. «Sólo nos dejaban enjuagarnos un poco después de la ducha, que era con agua salada. Teníamos incluso que lavar la ropa en el mar». Sin embargo, aquella primera inmersión profesional en el Mar Rojo cambió su vida. « A partir de esa fecha decidí quedarme permanentemente a vivir y trabajar en Egipto », comenta.
A Almagro le resulta difícil decir cuál fue su primera excavación arqueológica, porque pasó los veranos de su infancia en el yacimiento de Ampurias que investigaba su padre, Martín Almagro Basch. Recuerda la curiosidad que le suscitaban los trabajos de los arqueólogos y los grupos de estudiantes llegados de toda España y de Europa. Llegó a aprenderse de memoria la explicación que daba su padre a los recién llegados cada año y «en ese ambiente estimulante me fui aficionando a la arqueología al mismo tiempo que me formaba» relata.
Le atraía ver lo que iba saliendo de la tierra. «Una excavación -dice- es como un libro que vas leyendo. Cada página es distinta. Por lo que has leído te figuras lo que vas a encontrar, pero siempre hay novedades». Desde aquellos primeros balbuceos en la arqueología, Almagro Gorbea ha participado en innumerables excavaciones. Iba prácticamente todos los años y, a veces, a varios sitios. Como aportaciones importantes, destaca las excavaciones del monumento de Pozo Moro , en la necrópolis tartésica de Medellín , las campañas en Segóbriga o el gran proyecto de Bibracte , en Francia. Pese a las duras condiciones, de todas guarda gratos recuerdos. Algunos de ellos tan divertidos como el día que fue con un compañero a abrir una cuenta corriente para pagar a los obreros que trabajaban en Pozo Moro. «Qué pinta llevaríamos, con el polvo y la ceniza de las tumbas que estábamos excavando y que nos tomaron por atracadores », se ríe. Días después se lo confesaron en la sucursal: «El día que entró le dije al de al lado: ‘Cuidado, que son estos los que nos había avisado la Guardia Civil que igual pasaban’».
![De izquierda a derecha: José María Luzón, Antonio Blanco Freijeiro, Immanuel Ben Door en el Cerro Salomón de Riotinto, excavando un poblado minero fenicio (S.VII-VI a.C.) en 1965.](https://s3.abcstatics.com/media/cultura/2021/07/15/Luzon-1965-kiv--510x349@abc.jpg)
De entre todas las estancias de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, José María Luzón escoge para hablar de sus inicios la sala de vaciados de Herculano, entre las copias que encargó Carlos III de las esculturas que se rescataron de esta ciudad romana sepultada por las cenizas del Vesubio, como Pompeya. Pocos como él conocen tan bien esa sala. El académico numerario de la Rabasf ha excavado en los últimos años con alumnos de la Universidad Complutense en Pompeya, precisamente en la casa de Diana Arcaizante que se estaba investigando cuando Carlos III vino a España en 1759.
Cuando comenzaron, en 2007, se encontraron con que toda la documentación que dejaron sus predecesores del siglo XVIII usaba como punto de referencia el lugar donde se descubrió la estatua de Diana, pero desconocían dónde estaba ese punto cero. Hasta que en 2009 «nos encontramos el dedo meñique de la mano derecha de la escultura y supimos el sitio. Con eso pudimos recomponer la excavación del siglo XVIII. Así que quizá, mi hallazgo más espectacular fue el dedo meñique de una estatua », afirma con humor este prestigioso arqueólogo que dio sus primeros pasos muy lejos de allí.
Sus primeras excavaciones se remontan a los años 60, a su época de estudiante en Sevilla con el profesor Antonio Blanco Freijeiro que tanto le marcó. Con él fue a Ategua (Córdoba), la población asediada por Julio César en el año 45 a.C. «Era muy bonito estar excavando la ciudad y leyendo al mismo tiempo el ‘Bellum Hispaniense’ sabiendo lo que había pasado allí… Estábamos excavando Historia». Era duro trabajar en la campiña cordobesa en julio, dice, pero «a veces, es el precio que se paga».
Por aquellos años, excavó «en un lugar que ya no existe» , en el Cerro Salomón. Antes de que se perdiera para siempre documentó un yacimiento fenicio en las minas de Riotinto . «Se sabía que iba a desaparecer y tuve la oportunidad de excavar un poblado minero de época fenicia, del siglo VI-VII a.C.», remarca.
![Una visita al dólmen de la Creu d'en Coverlla, por encima de Rosas, en un curso de Ampurias hacia finales de los años 1950](https://s1.abcstatics.com/media/cultura/2021/07/15/Almagro-CursoAmpuriasMAG-kiv--510x349@abc.jpg)
A la egiptóloga Carmen Pérez Die, una llamada telefónica le cambió la vida. Cuando llegó al MAN como conservadora del departamento de Antigüedades egipcias y del Oriente Próximo, hacía años que las excavaciones en Egipto estaban interrumpidas por la inestabilidad política, pero un día telefonearon desde El Cairo: «Tenéis aquí la concesión de Heracleópolis Magna. O venís y la retomáis o si no se la damos a otra misión». Pérez Die no titubeó. Cogió un avión y se fue a Egipto para retomar el proyecto. «Era un sitio en el que solo estábamos nosotros. Esto fue en 1984 y acabo de volver de la última campaña. Excepto dos años: en 2011 por la revolución y el año pasado por la pandemia, he ido todos los años a trabajar allí».
Se había iniciado en excavaciones veraniegas de estudiante en Menorca y en Cástulo (Andalucía), pero pronto tuvo clara su vocación de egiptóloga. Tras media vida en Heracleópolis Magna, la exdirectora del MAN revela que su sueño «sería encontrar una tumba de un rey heracleopolitano . Es difícil, pero bueno, por soñar…».
Martín Almagro también guarda un deseo escondido. Hace años publicó las investigaciones en el templo de Juno en Gabii, un importante santuario del Lacio, en la región de Roma, y cree haber descubierto dónde estaba enterrado el último rey de Gabii . «Me gustaría haberlo excavado, pero España es un país donde los cambios políticos se convierten en transformaciones administrativas y tuve que volverme a mi universidad de Madrid, a dar mis clases y a seguir otros caminos. Eso me habría gustado hacerlo, porque todavía está pendiente », confiesa el anticuario perpetuo de la Real Academia de la Historia.
Los sueños de Seco se antojan más fáciles de cumplir. En próximos veranos elegiría trabajos subacuáticos. «Me gustaría volver a excavar en Líbano o iniciar algún proyecto nuevo en la costa andaluza » dice sin revelar detalles.
Desde sus comienzos en los que todo se dibujaba y se guardaban miles de diapositivas, estos profesionales han visto cómo las nuevas tecnologías aplicadas a la arqueología revolucionaban este campo con fotogrametrías, sistemas de información geográfica (SIG) simulaciones en 3D, drones, estudios de ADN y análisis físicos y químicos que han permitido conocer detalles antes inalcanzables. « La arqueología ha entrado por otros caminos de búsqueda de información muy interesantes que nos han documentado la antigüedad de manera a veces insospechada» se admira Luzón. Y Almagro corrobora: «Es fascinante. Vivimos una etapa que si a mí me lo cuentan cuando estaba en Ampurias hubiera dicho que era ciencia ficción».
A quienes en este verano participen por primera vez en una excavación, les aconsejan que pregunten mucho, que intenten aprender todo lo que puedan y que aprovechen al máximo su estancia. Para Myriam Seco, que cada año recibe a estudiantes en las excavaciones que dirige en el templo de Tutmosis III, estos convenios con diversas universidades son enriquecedores en los dos sentidos. « Los estudiantes tienen una oportunidad única de aprender y cumplir sus sueños y el proyecto se beneficia del entusiasmo de estos jóvenes, pues siempre propician una energía positiva».
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