Sobre el suelo de la galería Nader, la principal de Haití, unos operarios van amontonando tres centenares de cuadros, los únicos que han podido salvarse de entre los 15.000 que atesoraba el destruido Museo de Arte Nader, el más importante de la nación y quizá la mayor y mejor colección de pintura «naïve» del mundo. Ante la mirada acuosa de su propietario, Georges Nader hijo, tras el polvo que cae de los lienzos aparecen coloridas e ingenuas escenas cotidianas y de corte nacionalista, firmadas por Obin, Valcin, Benoit, Bigaud, Sejourné, Duffaut, Riché y otros autores, la mayoría autodidactas y espontáneos, pero bien cotizados en el mercado internacional.

«La pérdida es inmensa, irreparable. Ha desaparecido el mayor tesoro cultural de Haití, la memoria artística del pueblo», dice Nader a ABC. De origen libanés, fue su padre quien comenzó una afición y una colección que acabaría cediendo al Estado. «Hemos perdido todo: las pinturas, un edificio de apartamentos, nuestra casa. Sólo hemos salvado la galería, pero ahora no hay futuro: ni para nosotros, ni para el arte haitiano, ni para el país. ¿Quién, cómo y con qué se va a reconstruir todo lo que se ha venido abajo? ¿Dónde emplazar una nueva ciudad para tres millones de habitantes?...».

Al enterarse del derrumbe del museo, Nader padre, quien milagrosamente pudo salvar la vida, se limitó a decirle a su hijo: «Ve, y rescata lo que puedas». Lo que pudo es «una mínima parte de la obra de nuestros grandes artistas».

Las principales galerías de Puerto Príncipe, ubicadas en el barrio «elegante» (entiéndase el eufemismo) de Pétion-Ville, siguen en pie. Peor suerte corrió la galería Rainbow, propiedad de la familia política del presidente Préval, y sus dueños, que fallecieron al caer el edificio.