Yolanda y el Papa arreglan el mundo
La vicepresidenta y el Pontífice se reúnen por segunda vez en el Vaticano para hablar de «todos y cada uno de los problemas cruciales que vivimos hoy en el planeta»
Yolanda Díaz, tras su segunda reunión con el Papa: «Es el mejor embajador del trabajo decente»
«Hemos hablado de asuntos que tienen que ver con la desigualdad, la igualdad, las políticas públicas, el mundo del trabajo, la economía social y solidaria, las Naciones Unidas, la necesidad de reformular los institutos jurídicos internacionales, los vetos. Hemos hablado de los derechos humanos ... en el mundo, de la vulneración de los mismos, de todas las guerras en el mundo, no sólo de Palestina, Ucrania, Yemen... todas las guerras que se puedan imaginar y no hemos hablado de la amnistía». Así resumía este viernes Yolanda Díaz -en su habitual tono de maestra de Infantil molona que silabea las palabras en la reunión con 'las mamis y los papis'- su audiencia con el Papa Francisco en el Vaticano, la segunda en tres años.
Faltó la amnistía, pero sí que hubo tiempo para «la pobreza, la pobreza infantil, las relaciones económicas desiguales, la acumulación de la riqueza por algunas de las empresas multinacionales». Y hasta para «la crisis ambiental en Galicia, de los pélets». «Hemos hablado en definitiva, creo, de todos y cada uno de los problemas cruciales que estamos viviendo hoy en el planeta», sentenció Yolanda emocionada, por si quedaba alguna duda de que el encuentro nada tenía que envidiar aquella «conjunción planetaria» de Leire Pajín.
Todo parabienes hacia un Papa al que nombró como «el mejor embajador del trabajo decente en el mundo», e incluso apóstol de la reducción de jornada laboral. «Esto le ocupa y lo defiende el Papa Francisco y hemos tenido una larga conversación sobre la necesidad del tiempo de vida, del tiempo de descanso y del tiempo de trabajo», explicó Díaz que presentó un Pontífice muy al tanto de la realidad política española.
Tanta rentabilidad para una hora, y tantas soluciones para arreglar los «problemas cruciales del planeta» que cuesta digerir la cruda realidad y que las buenas palabras entre ambos líderes acaben tenido la misma concreción en la vida real que los deseos de «paz en el mundo» de una aspirante a Miss Universo. Y no por falta de ganas de Díaz, que en la nota de prensa que facilitó su ministerio se pone al nivel del Papa, incluso por delante, en la defensa de «un mundo que priorice la lucha contra el cambio climático, el trabajo decente y la construcción de paz».
Habría que conocer el parecer de la otra parte, pero juega Yolanda con ventaja porque el Vaticano nunca hace declaraciones ni valoración de las audiencias, por lo que su versión queda, por única, como cierta. Aunque a juzgar por las imágenes, el Papa estaba tan encantado como ella.
El lenguaje no verbal del Papa es transparente, no requiere interpretación. Si a Trump o Macri los recibía malcarado, con Biden o Cristina Fernández de Kirchner nunca ha faltado una sonrisa. El viernes, Yolanda, entraba, de nuevo, en la segunda categoría. «Otra vez», la recibe el Pontífice sonriente. «Mil gracias, que maravilla», le contesta Yolanda, mientras le estrecha la mano.
Y por si hay dudas el Papa le pregunta: «¿Sigue tan peleadora como siempre?» «Sigo igual», le contesta una Yolanda ya rendida y derretida ante los encantos de Francisco. Incluso amenaza con un fingido sollozo cuando recibe -como regalo del Pontífice- un ejemplar de su mensaje para la Jornada Mundial de la Paz de este año: «Gracias, voy a llorar, yo... ¡madre mía!» . «No se ponga a llorar», zanja lacónico el Papa. Y ya en la despedida, de nuevo otro indisimulado respaldo, cuando con una breve e improvisada bendición, al estilo de las que promueve en la 'Fiducia supplicans': «Que Dios la bendiga. Siga adelante, no afloje».
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Y no, no hubo llanto, pero sí una conversión cuasi beatífica para una Yolanda que, aunque vestida de negro, parecía emanar un refulgor más propio de la Transfiguración, cada vez que rememoraba ese momento en que, entre ella y el Papa, casi arreglan el mundo.