Hazte premium Hazte premium

La Iglesia de Madrid pide perdón: «No queremos, no podemos, no debemos pasar página»

La catedral de la Almudena acoge el segundo acto de reconciliación, tras la diócesis de Bilbao, a las víctimas de abusos

«Casi me ha hecho más daño la institución que el agresor. Han tardado 10 años en recibirme y creerme»

El Defensor del Pueblo insiste a Gobierno y Parlamento para que creen un fondo estatal de reparación a las víctimas de abusos en la Iglesia

Un momento del acto de lectura de testimonios en el exterior de la catedral José Ramón Ladra
José Ramón Navarro-Pareja

Esta funcionalidad es sólo para registrados

«Ellos me dieron la educación y la cultura, pero me robaron el alma. Desde que ocurrió, hace más de 40 años, no tengo miedo a la muerte, sino a la vida». Con las palabras de un hombre, abusado cuando era niño en un colegio religioso, ha comenzado el acto de perdón y reconocimiento a las víctimas de abusos organizado por la diócesis de Madrid este lunes. La primera parte ha sido en el atrio de la catedral, todavía sin adentrarse en espacio bendecido del templo, como si quisiera descargarse toda la sacralidad en las víctimas, y en los ocho testimonios, que uno a uno han incidido en elementos clave que han marcado la crisis de los abusos en la Iglesia católica en los últimos años.

Ningún fragmento parecía dejado a la improvisación. Si ese primer testimonio señalaba la constante de una vida destrozada y completamente marcada por el abuso, tan repetida en las víctimas, el segundo, de un sacerdote abusado en el seminario, incidía en el silencio que ha cubierto los abusos. «Si no dan importancia ni credibilidad a nuestro relato, ¿cómo vamos a dar el paso difícil de salir del anonimato, estando llenos de temores, miedos y vergüenzas? Si no hay denuncias, no es porque no haya habido abusos, es porque el tratamiento que vamos a recibir resulta más doloroso que el propio abuso», afirmaba el texto.

Con el ánimo de preservar su identidad, los testimonios, escritos por víctimas de la diócesis de Madrid, no eran leídos necesariamente por ellas. Así, el tercero hablaba de la negación y el desconcierto de la persona abusada frente a algo que nunca pensaba que podía llegar a ocurrir. «Mi cabeza me decía que aquello no estaba pasando. Aunque me forzaba, lo negaba, porque él no podía estar abusando de mí», había escrito una mujer adulta que había sido abusada por su director espiritual.

Y en la misma idea ha abundado el siguiente: «Eres víctima y, a la vez, te consideras cómplice, y te das asco a ti misma», que provenía de una mujer de la que abusó su maestra de noviciado. Una circunstancia que también recoge una singularidad en la cuestión de los abusos, la escasa presencia de mujeres entre los victimarios. De hecho, en el primer informe presentado por la Conferencia Episcopal en junio de 2023, sólo 5 de los 728 abusadores eran mujeres.

Un club del Opus Dei

En principio, los textos no hacían una referencia concreta a ninguna institución eclesial. Sólo uno, en el guión previo facilitado a la prensa, especificaba que los abusos se cometieron en un club de Opus Dei. Sin embargo, a la hora de la lectura, la víctima ha omitido el nombre, aunque la referencia ya había quedado hecha. «Con 14 años fui empujado para ir a una convivencia con un club religioso. Tuve que telefonear a mis padres delante de un sacerdote, que vigilaba lo que tenía que decirles para así conseguir su permiso. Ya entonces, fui brutalmente presionado de forma planificada entre las personas que hablaron conmigo para que entrara en la organización, bajo amenaza de condenación eterna si no lo hacía. Accedí llorando y aterrado… Me obligaron a ocultar mi entrada a mis padres…», ha sido la versión final que se ha leído, en un testimonio que incide en el abuso de conciencia y de poder y no tanto el sexual.

El siguiente texto ha sido atribuido a una religiosa de la que abusó su confesor y director espiritual. «Era mi confesor. Cuando le dije que el beso que me dio me hizo sentir confusa, me dijo que no había pasado nada y que lo que ocurría es que mi mente estaba sucia y que, en realidad, era mi deseo el que me confundía. Estuve teniendo sexo con él diez años», afirmaba.

Los que se han leído a continuación han ido en la línea no tanto de abuso en sí mismo, sino de las actitudes, muchas veces culpables, de las personas de Iglesia que los conocieron y miraron hacia otro lado o los encubrieron. «No abusó solo una persona de mí, abusa una comunidad entera que lo permite. La culpa de que haya 'malos' en la Iglesia es que haya buenos que no denuncian a los malos. Lo que hace daño a la Iglesia no es la denuncia, sino lo que pasa en ella. Los malos ganan cuando los buenos no hacen nada», explicaba un hombre abusado cuando era menor en un colegio de una congregación religiosa.

Imagen principal - El primer acto se ha celebrado en la explanada anterior la catedral de La Almudena de Madrid. La segunda parte, ya dentro del templo.
Imagen secundaria 1 - El primer acto se ha celebrado en la explanada anterior la catedral de La Almudena de Madrid. La segunda parte, ya dentro del templo.
Imagen secundaria 2 - El primer acto se ha celebrado en la explanada anterior la catedral de La Almudena de Madrid. La segunda parte, ya dentro del templo.
Imágenes de la petición de perdón El primer acto se ha celebrado en la explanada anterior la catedral de La Almudena de Madrid. La segunda parte, ya dentro del templo. José Ramón Ladra

«No tengan miedo de las víctimas» clamaba el testimonio leído después. «La mayoría no vamos buscando mediatizar nuestro caso o ver de qué manera le podemos sacar un pellizco económico a la Iglesia. Solo necesitamos una acogida empática en un espacio seguro que genere confianza; solo pedimos escucha atenta, credibilidad, acompañamiento, ofrecimiento, disponibilidad, cariño. Todas estas cosas ni siquiera son cosas materiales», explicaba un hombre del abusaron, ya adulto, en una peregrinación. «Hemos sido traicionados por la Iglesia, la Esposa de Cristo, pero queremos y necesitamos un renovado abrazo maternal. ¿Estamos dispuestos a darlo? Algunos de nosotros sí lo queremos recibir», concluía.

Más genérico ha sido el penúltimo de los escritos, de una mujer, también adulta, «víctima de la Iglesia», sin que se haya especificado de qué tipo. «Los abusos dominaron mi vida y se adueñaron de mí, bajo la falsa apariencia del cuidado y la solicitud. Quien abusó de mí, consiguió corromper mi mundo de relaciones, me traicionó al brindarme ayudas que siempre se cobró y me manipuló al cargar sobre mis espaldas deberes morales y religiosos que él no dudaba en incumplir… Convencida de que no había salida, llegué a creer que solo la muerte me libraría de la condena impuesta», ha explicado.

Y ya el último se adentraba de nuevo en la actitud distante que la mayor parte de la Iglesia ha tenido durante muchos años. «Casi me ha hecho más daño la institución que el agresor. Han tardado 10 años en recibirme y creerme… La actitud diletante, distante, legalista y fría de algunos eclesiásticos y encubridores me han dañado mucho el alma y mi relación con Dios», explicaba el octavo y postrero testimonio.

Unos fieles trasladan el olivo hasta el exterior de la catedral, donde ha sido trasplantado como recuerdo del evento José Ramón Ladra

Ya dentro del templo, el protagonismo ha recaído en el arzobispo de Madrid, el cardenal José Cobo, que imita con este acto el realizado hace año y medio en Bilbao y se anticipa al que prepara, en la misma línea, la Conferencia Episcopal. «No queremos, no podemos, no debemos pasar página», fueron sus primeras palabras sobre el drama de los abusos.

En un texto entre homiléctico y discursivo, el cardenal Cobo se ha dirigido a las víctimas, dispersas entre el público para señalar que «en este acto reconocemos que ha habido abusadores dentro de la Iglesia». «Nos ha costado reconocerlo», añadía, porque los abusos «son lo opuesto a lo que pretendíamos anunciar y hacer». Y en un ejercicio de autocrítica señalaba que el hecho de que haya abusos «en otros sitios no nos sirve de ningún consuelo».

En su petición de perdón, Cobo ha reconocido a las víctimas que «nunca será suficiente lo que hagamos para reparar lo que ha sucedido». También ha agradecido su testimonio que «nos denuncia un conjunto de pésimas prácticas que tiene que ser clausurado para siempre». «En particular, tendremos que clausurar malas prácticas. Para ello es preciso insistir en la purificación del acompañamiento espiritual, la ayuda de los medios ordinarios de la Iglesia como son la oración y los sacramentos, evitando todo lo esotérico y extraordinario, y subrayando el respeto absoluto por la libertad de cada conciencia y la indemnidad física y espiritual debida a cada persona«, ha señalado.

Como recuerdo del acto se ha trasplantado un olivo en el exterior de la catedral. «Esta tarde queremos expresar con un símbolo el compromiso que, muy conscientemente, toma sobre sí la iglesia madrileña: plantaremos un olivo en un lugar bien visible desde dentro y desde fuera del recinto de la catedral», ha explicado el cardenal Cobo. «El olivo, con sus cicatrices, muestra el verdor perenne y nos enseña que es posible el milagro del consuelo del aceite y de la vida que se abre paso cuando las raíces abrazan firmes la tierra«, ha añadido.

Esta funcionalidad es sólo para suscriptores

Suscribete
Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación