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Soy un 'faster': la impaciente sociedad que vive a doble velocidad

Necesitan escuchar los audios de Whatsapp o ver películas más rápido de lo normal; el tiempo les consume, sedientos de estimulación y eficiencia máxima... Son el síntoma acelerado de un mundo moderno

«Soy tecnología», la historia del primer 'hombre cyborg'

Economizar el tiempo y la sed compulsiva por la estimulación favorece la moda 'faster'. Rodrigo Parrado
Alexia Columba Jerez

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La tendencia 'faster' está en alza, pero ¿qué es un 'faster'? son los que escuchan los mensajes de Whatsapp, o se dedican a oír los podcast o incluso ver las películas y las series al doble de la velocidad normal. No es una moda que solo practiquen los jóvenes, también caen en ella los de mediana edad. De hecho, ¿tal vez conozcamos a alguien que sea un 'faster' o incluso seamos uno de ellos?

Imagen - La tendencia 'faster' puede generar en el peor de los casos un síndrome de abstinencia, porque la velocidad normal sabe a poco.

La época del ansia

La tendencia 'faster' puede generar en el peor de los casos un síndrome de abstinencia, porque la velocidad normal sabe a poco.

La versión analógica de esto era cuando antes uno se saltaba una página de un libro o adelantaba con el mando en la escena de una película en el momento en que la historia se hacía aburrida, algo que en realidad sigue vigente. Ahora con las herramientas digitales, tras un resoplido de impaciencia por la llegada de un Whatsapp de ese contacto acostumbrado a mandar audios de cuatro minutos en los que da la turra, o como dicen hoy la 'turrécdota' (turra+anécdota), finalmente decidimos escucharlo a doble velocidad. Es una trampa para ir al grano, pero funciona.

Álvaro Sánchez Ferro, neurólogo y vocal del Comité de Nuevas Tecnologías e Innovación de la Sociedad Española de Neurología, reconoce ser un 'faster', ya que en realidad todos lo somos un poco. La explicación es siempre la misma: «No tengo tiempo para escuchar o ver una serie a velocidad normal, y así puedo ver muchas más».

Pero la práctica esporádica puede volverse costumbre, tentados por economizar el tiempo y por la sed compulsiva de estimulación. Generando en el peor de los casos un síndrome de abstinencia, porque la velocidad normal ya sabe a poco. La otra cara de la moneda es que no alterar la velocidad favorece que el oyente se desconecte de lo que está viendo o escuchando. Mientras que sintetizar supone poner mayor atención, condensa el entretenimiento y puede favorecer el desarrollo de capacidades cerebrales.

Están los 'convertidos' y los que consideran esta práctica una aberración y se preguntan: «¿Nos hemos vuelto locos o es el camino inevitable de la era digital? Ferro sostiene que las marcas han sabido aprovechar de manera brillante esta idea para poder así consumir y comprar más contenidos. Ya que son muy buenas anticipando tendencias y necesidades que tenemos.

Hay numerosas plataformas, desde YouTube, Netflix, Ivoox y dispositivos de Apple que tienen a nuestra disposición la opción de acelerar. Aplicaciones que comprimen las pausas o borran los silencios para amenizar la escucha rápida, y lo llaman 'resumen inteligente. Más aún, hay aplicaciones que pueden leernos los apuntes a máxima velocidad para agilizar el repaso de una materia a los estudiantes. Es la época del ansia o la era de la distracción.

En sesión continua

El fenómeno 'faster' puede ser un indicio de a dónde nos dirigimos. Consumidos por el tiempo y la gratificación, el nuevo mantra es 'me aburro' y la intolerancia a aburrirse crea la ansiedad de escucharlo y verlo todo.

Devorando de forma acelerada por un afán completista de terminar una serie que ha empezado, incluso aunque no sea muy buena, o por miedo a estar perdiéndose algo importante (es lo que se conoce como FOMO, las siglas de Fear of Missing out). Por ejemplo, las 'películas rápidas' que son resúmenes de películas, son un fenómeno viral en Japón y un negocio con millones de visualizaciones.

El psicólogo Ángel Rull también se reconoce un 'faster' y explica que como buen millennial, su cerebro se ha acostumbrado a la inmediatez y a escuchar los audios a velocidad 1,5x. Es un mecanismo social y evolutivo de nuestro nuevo modo de vida. Es la búsqueda de la eficiencia máxima.

Procesar información a toda velocidad es un desafío para nuestro cerebro, y nuestra memoriaen un búsqueda constante de tener tiempo para todo y para nada

El problema surge cuando uno es 'faster' a tiempo completo, y el que no tenga acceso a esa opción, como señala Rull tendrá emociones negativas o su cabeza, simplemente, desconectará. Ya que vivimos sobreestimulados y bombardeados de contenidos, si eso se frena, el cerebro lo vive desde el malestar, quiere más: más cosas que observar y vivir.

Imagen - «El cerebro humano está capacitado para procesar información a doble velocidad o incluso más, al triple»

«El cerebro humano está capacitado para procesar información a doble velocidad o incluso más, al triple»

Álvaro Sánchez Ferro

Nuerólogo

María Roca, neuropsicóloga y directora de Ineco Organizaciones, añade que además se genera la tendencia a realizar juicios rápidos y apresurados, basados en información incompleta, analizando de manera superficial los datos que se tienen alrededor. Se pierde en reflexión y sentido porque como clara Toca el cerebro tiene recursos limitados y necesita de un tiempo determinado para procesar adecuadamente la información.

Entrenamiento de velocista

Los estudios del profesor Raymond Pastore de la Universidad de Carolina del Norte demostraron que la comprensión de una conferencia no decae a una velocidad de 1,33x. Sin embargo, a doble velocidad, se retiene menos. «Pero objetivamente el cerebro humano está capacitado para procesar información a doble velocidad o incluso más, al triple», apunta el neurólogo Ferro.

Esto supone un entrenamiento de velocista para el cerebro, teniendo en cuenta por ejemplo las diferencias entre el sentido de la vista o del oído. Ya que se ha señalado que el cerebro tarda un cuarto de segundo en procesar una imagen, pero solo 0,05 segundos en reconocer un sonido.

Ferro establece que ser 'faster', en el plano positivo, ayuda a ser más productivo. La cara negativa es que nos exponemos a un ritmo de vida muy frenético que aumenta los niveles de estrés. Unido a riesgos cardiovasculares.

Y Roca aclara que este 'fast power' al disminuir el tiempo en que se presenta un estímulo con información, también tiene un impacto en la profundidad con que ese estímulo es procesado y aprendido. Es decir solo sería útil para la memoria a corto plazo, pero la capacidad de retener información a largo plazo se resentiría.

Ahí es donde entra el debate de si la memoria se ve afectada por el uso de dispositivos tecnológicos, «las nuevas tecnologías pueden pensarse incluso, de alguna manera, como 'prótesis cerebrales' donde guardamos información fuera de nuestro cerebro a la cual podemos acceder rápidamente», apunta Roca.

No en vano, el psiquiatra Gary Small concluyó que percibimos que la exposición a la red fortalece algunos circuitos neuronales: «Hacemos más con el cerebro, gastando menos energía, de modo que internet puede ser una fuente de ejercicios para la mente», siempre que medie la moderación. Y Ferro apunta que «sí están ocurriendo estas tendencias es porque el ser humano quiere evolucionar en ese sentido. No podemos poner puertas al campo».

'Homo ciberneticus'

Según el portal de estadística, Statista, se calcula que el número de dispositivos conectados pasará aproximadamente de 8.740 millones a más de 25.400 millones en 2030, tres veces más elementos interconectados Y en este cambio de marchas la pregunta lógica es ¿qué efecto tiene todo esto en nosotros? Una columna del 'The New York Times' se titulaba: 'La tecnología atropella nuestros cerebros', la comparación es que mientras nuestro cerebro va en un coche de caballos, la tecnología monta en bólido.

Un reciente estudio de la Universidad de Carolina del Norte publicado por la prestigiosa revista científica 'Jama Pediatrics' concluía que «el uso de las redes sociales está relacionado con modificaciones cerebrales en los adolescentes».

Este estudio tiene el mérito de ser uno de los primeros que ha hecho un seguimiento durante tres años a escolares desde los doce a los quince años. Fueron sometidos a escaneos cerebrales anuales que mostraron que un mayor uso de la red los volvía hipersensibles a la recompensa instantánea y la retroalimentación.

Y revelaba que «los adolescentes que suelen revisar sus redes sociales muestran cambios bastante dramáticos en la forma en que sus cerebros responden, lo que podría tener consecuencias a largo plazo hasta bien entrada la edad adulta, y de cierta forma sentar las bases para el desarrollo cerebral con el tiempo». Aunque Ferro matiza que el defecto del estudio es que usa técnicas a las que les falta robustez, por lo que hay que tomar sus resultados con cautela.

Facundo Manes, neurólogo y autor de libros como 'El cerebro del futuro', habla de que en este creciente interés por la tecnología se habla cada vez más de la interfaz hombre-máquina y de los implantes que darán lugar al 'homo ciberneticus'. De hecho, ya tenemos la historia de Neil Harbisson, el primer hombre ciborg- que es un ser formado por materia viva y dispositivos electrónicos-oficialmente reconocido por la legislación de un país.

En medio de este panorama, a la pregunta de cómo serán los cerebros del futuro, Ferro contesta: «El cambio siempre da un poco de vértigo, toda esa materia gris será ayudada por la tecnología, y el cerebro del futuro será más inteligente. Solo espero no equivocarme». También podría pasar lo contrario, están los agoreros y los optimistas o como diría Umberto Eco 'los apocalípticos o los integrados'.

Manes finaliza su libro diciendo «al futuro no le gusta esperar», y lo que está claro es que a nosotros tampoco.

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