El Papa denuncia en su cuarta encíclica que suceden nuevas guerras «con la complicidad, tolerancia o indiferencia de otros países»
Francisco da mucho peso al mensaje de esta encíclica que se enmarca en un delicado momento para la humanidad y en una sensible fase del pontificado
Desafía a los católicos a convertirse en «creyentes enamorados»
El Papa Francisco adelanta una autobiografía que se iba a publicar tras su muerte
![El Papa Francisco saluda a la multitud al final de la audiencia general semanal](https://s1.abcstatics.com/abc/www/multimedia/sociedad/2024/10/24/pope-Ru0lPSG9zKxp9BAv99vxcXK-1200x840@diario_abc.jpg)
Técnicamente, una encíclica es el documento de más peso al que cada Papa recurre para aclarar su propio pensamiento y proponer nuevos horizontes a la sociedad. Por eso es relevante la propuesta que lanza este jueves en su cuarta encíclica, del título en latín ... «Dilexit nos» («Nos amó»), en la que expone un itinerario «para que el mundo recupere el corazón» e invita a la Iglesia católica a una profunda renovación. Francisco da mucho peso al mensaje de esta encíclica que se enmarca en un delicado momento para la humanidad y en una sensible fase del pontificado.
El texto, optimista y místico, combina reflexiones sobre las consecuencias de la inteligencia artificial, la trepidación a la que conduce el uso de redes sociales y del teléfono móvil, y la fuerza de una fe «enamorada». Según su diagnóstico, la causa de este «infarto» cultural es el consumismo, el ruido y el ritmo que imponen la tecnología. Como consecuencia, la sociedad vive con indiferencia los dramas de nuestro tiempo.
«El lugar de la sinceridad, donde no se puede engañar ni disimular»
«Viendo cómo se suceden nuevas guerras, con la complicidad, tolerancia o indiferencia de otros países, o con meras luchas de poder en torno a intereses parciales, podemos pensar que la sociedad mundial está perdiendo el corazón», diagnostica el Papa en el texto dado a conocer a mediodía. La cuestión central es cómo «caminar juntos hacia un mundo justo, solidario y fraterno».
Por «corazón», Francisco no entiende la esfera sentimental que eclipsa a la inteligencia, sino «el lugar de la sinceridad, donde no se puede engañar ni disimular», que indica «las verdaderas intenciones, lo que uno realmente piensa, cree y quiere, los «secretos» que a nadie dice». O citando a San Ignacio de Loyola, ese «querer fundamental —con toda la fuerza del corazón— que da potencia y recursos a la tarea de reorganizar la vida».
«El corazón hace posible cualquier vínculo auténtico, porque una relación que no se construya con el corazón es incapaz de superar la fragmentación del individualismo». De esta forma, según el Papa, lo opuesto al corazón no es el racionalismo sino «una sociedad cada vez más dominada por el narcisismo y la autorreferencia».
Su propuesta es «que todas las acciones se pongan bajo el «dominio político» del corazón, que la agresividad y los deseos obsesivos se aquieten en el bien mayor que el corazón les ofrece y en la fortaleza que tiene contra los males; que la inteligencia y la voluntad se pongan también a su servicio sintiendo y gustando las verdades más que queriendo dominarlas como suelen hacer algunas ciencias; que la voluntad desee el bien mayor que el corazón conoce, y que también la imaginación y los sentimientos se dejen moderar por el latido del corazón».
Ante los desafíos de la inteligencia artificial, dice que «para salvar lo humano hacen falta la poesía y el amor». Con tono intimista subraya que «ningún algoritmo podrá albergar ese momento de la infancia que se recuerda con ternura y que, aunque pasen los años, sigue ocurriendo en cada rincón del planeta, como el uso del tenedor para sellar los bordes de las empanadillas caseras que hacemos con nuestras madres o abuelas». Pone otros ejemplos como «hacer brotar sonrisas con una broma, calcar un dibujo al contraluz de una ventana, jugar el primer partido de fútbol con una pelota de trapo, cuidar gusanillos en una caja de zapatos, secar una flor entre las páginas de un libro, cuidar un pajarillo que se ha caído del nido, pedir un deseo al deshojar una margarita».
«Parece que la dignidad depende de cosas que se consiguen con dinero»
«Hoy todo se compra y se paga, y parece que la propia sensación de dignidad depende de cosas que se consiguen con el poder del dinero. Sólo nos urge acumular, consumir y distraernos, presos de un sistema degradante que no nos permite mirar más allá de nuestras necesidades inmediatas y mezquinas», denuncia el Papa.
Desde una perspectiva de fe, asegura que «el amor de Cristo está fuera de ese engranaje perverso y sólo él puede liberarnos de esa fiebre donde ya no hay lugar para un amor gratuito. Él es capaz de darle corazón a esta tierra y reinventar el amor allí donde pensamos que la capacidad de amar ha muerto definitivamente».
Convertirse en «creyentes enamorados»
La mayor parte de la encíclica es un texto de gran fuerza mística sobre la relación «personal» entre cada cristiano y Jesucristo. La idea es evitar un modo de vivir la fe «espiritualista» o «deshumano» y convertirse en «creyentes enamorados». «Nos sentimos amados por un corazón humano, lleno de afectos y sentimientos como los nuestros», describe el Papa.
En su opinión, en muchas ocasiones la Iglesia se ha concentrado en «actividades externas, reformas estructurales vacías de Evangelio, organizaciones obsesivas, proyectos mundanos, reflexiones secularizadas, diversas propuestas que se presentan como formalidades que a veces se pretende imponer a todos», y se ha olvidado de «la ternura de la fe, la alegría de la entrega al servicio, el fervor de la misión persona a persona, la cautivadora belleza de Cristo, la estremecida gratitud por la amistad que él ofrece y por el sentido último que da a la propia vida».
Según el Papa, no se puede «reemplazar el amor de Cristo con estructuras caducas, obsesiones de otros tiempos, adoración de la propia mentalidad, fanatismos de todo tipo que terminan ocupando el lugar de ese amor gratuito de Dios que libera, vivifica, alegra el corazón y alimenta las comunidades».
«Renovar la devoción al Sagrado Corazón»
Francisco pide a la Iglesia «renovar la devoción al Sagrado Corazón» como respuesta y propuesta ante el «fuerte avance de la secularización que pretende un mundo libre de Dios» y las «diversas formas de religiosidad sin referencia a una relación personal con un Dios de amor, que son nuevas manifestaciones de una 'espiritualidad sin carne'». Propone por ejemplo recuperar la devoción a la comunión eucarística donde reconocer «el amor gratuito y cercano del Corazón de Cristo que nos llama a la unión con él (…) en medio de la vorágine del mundo actual y de nuestra obsesión por el tiempo libre, el consumo y la distracción, los teléfonos y las redes sociales». Como consecuencias prácticas, sugiere cultivar «el hábito de pedir perdón a los hermanos, que hace presente una enorme nobleza en medio de nuestra fragilidad» y «sana las relaciones».
Además, aclara a los creyentes que la propuesta social de sus otras dos encíclicas «Laudato si'» y «Fratelli tutti» es estéril si no es consecuencia de la certeza del amor personal de Dios hacia cada persona, pues es ese amor concreto el que «vuelve capaces de tejer lazos fraternos, de reconocer la dignidad de cada ser humano y de cuidar juntos nuestra casa común».
Cuando en junio anunció que estaba preparando este documento, lo presentó como una meditación sobre «el amor el Señor que puede iluminar el camino de la renovación eclesial; pero también que decir algo significativo a un mundo que parece haber perdido el corazón».
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