Locus amoenus
La navaja sevillana de Eça de Queirós
La Sevilla de Eça de Queirós era una ciudad de hermosas mujeres, ganaderos seductores, hondas devociones y enormes navajas
Siento una profunda admiración por la obra, la prosa y el humor del portugués José María Eça de Queiroz (1845-1900), un escritor finísimo y de una sensualidad nada común entre sus contemporáneos del siglo XIX . De hecho, si Eça de ... Queiroz hubiera sido traducido en tiempo real, estoy seguro de que habría sido tan o más celebrado de Flaubert , Zola o Dickens . Sin embargo, al gran autor de Povoa de Varzim no sólo lo tradujeron tarde a otros idiomas, sino que en el camino la ortografía portuguesa introdujo algunos cambios y nuestro autor pasó a ser Eça de Queirós, como se escribe en la actualidad.
Como muchos escritores portugueses, Eça de Queirós habló de España en diversas ocasiones y en algunas muy puntuales mencionó a Sevilla. Así, en Prosas bárbaras (1903) leemos que Lisboa se le antojaba una ciudad sanchopancesca –«abundante, gorda, cubierta de luz»- y que los dramaturgos del Siglo de Oro estaban entre los preferidos de su generación. Y en otro de sus títulos póstumos - Ecos de París (1905)- encontramos una crónica titulada «España. El heroísmo español. El asunto de las Carolinas. Los acontecimientos de Marruecos», donde trazó un retrato tan bello del patriotismo y la valentía de los españoles, que hoy parece exagerado: «Donde el español se muestra único, es en el desprendimiento con que sacrifica todos los intereses cuando se trata de la honra de España, o de lo que él cree en ese instante que es la honra de España».
Volviendo a Ecos de París, observamos a Eça de Queirós fascinado por cómo los españoles amaban a su Patria Grande -España- y sobre todo a sus patrias chicas, sus provincias y sus pueblos: «Conocí a un hombre, muy inteligente, que era de Mérida -uno de los más lúgubres agujeros del mundo-, que declaraba, muy serio y muy convencido, que París, en cuanto a monumentos e interés y brillo, ¡no valía Mérida!». Eça de Queirós creía que aquel furor chauvinista no era ninguna exageración, sino «la cándida ilusión de un patriotismo trascendente». Y así podemos empezar a compartir sus alusiones sevillanas, pues arrastrados por la trascendencia, en España «cada novelista que aparece es una continuación de Cervantes, y cada pintor sevillano una resurrección de Murillo». ¿Estaría alguna vez Eça de Queirós en Sevilla?
En Prosas bárbaras escribió acerca de las nanas populares con que los abuelos sevillanos arrullaban a sus nietos y en Ecos de París anotó: «No hay en el alma española sentimiento más poderoso que éste de la patria. Los cafés de Madrid, o de Sevilla, están atestados todas las noches de descontentos que maldicen al gobierno, y gritan, trasegando grandes vasos de agua y anís, que en España todo va mal y que España está perdida», por no hablar de los restos megalíticos sevillanos que brotan por la Correspondencia de Fradique Mendes (1900). Sin embargo, las menciones más divertidas sobre Sevilla las encontramos en dos obras de ficción.
En el relato «José Matías» aparece una española casada con un burócrata portugués, que viajó a Sevilla por Semana Santa «y allí se había dormido en brazos de un riquísimo criador de ganado». Aclaro que el burlado salió ganando, porque se convirtió en amante de la divina Elisa, «la sublime belleza romántica de Lisboa, a finales de la Regeneracão». No obstante, fue en La Reliquia (1887) donde aparecieron las mejores alusiones, porque el calavera Teodorico -ricamente mantenido por una tía santurrona- viajó a Tierra Santa so pretexto de adquirir una reliquia y pasó por Sevilla («tierra de María Santísima, perfumada de flor de azahar, donde las mujeres, sólo con ponerse dos claveles en el pelo y un chal encarnado sobre los hombros, doman el corazón más rebelde, ¡bendita sea su gracia!»), aunque apenas llegó a Siria «saqué mi navajón sevillano» y cortó un cacho del primer cactus que vio, para hacerle creer a su tía que era del mismo cactus de donde salió la corona de espinas.
Como se puede apreciar, la Sevilla de Eça de Queirós era una ciudad de hermosas mujeres, ganaderos seductores, hondas devociones y enormes navajas.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete