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DÍA MUNDIAL DEL RIÑÓN

Las «chicas del cable» del Virgen del Rocío de Sevilla, a punto de completar ocho trasplantes y de irse al Caribe

Verónica, Rocío, Pilar, Trini, Estefanía, Elena, Chelo y Sofía son ocho sevillanas unidas por una grave enfermedad renal que les ha obligado a llevar durante años un catéter de goma en su vientre a través del cual se tenían que conectar casi cada noche a una máquina de diálisis. Cuando se conocieron, hicieron la promesa de que cuando recibieran un trasplante y se quitaran el «cable» de la barriga (y dejaran de pasar sed y volvieran a dormir bien) harían un viaje al Caribe. Seis de las ocho ya lo han conseguido gracias a la generosidad de seis donantes: «Nos han devuelto la vida», dicen

Las enfermeras de las «chicas del cable»: «Nunca hemos visto a pacientes menos egoístas. Siempre decían que el riñón lo necesitaba más otra»

«Mi novio me donó uno de sus riñones cuando yo tenía 22 años»

Chelo, Sofía, Verónica, Rocío, Pilar, Trini, Estefanía y Elena, en la isla de la Cartuja Víctor Rodríguez
Jesús Álvarez

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Chelo, Sofía, Verónica, Rocío, Pilar, Trini, Estefanía y Elena son ocho sevillanas (Trini es de Ayamonte pero está afincada en Sevilla) que comparten un foro de whatsapp llamado «las chicas del cable». Se autodenominan así porque son pacientes del hospital Virgen del Rocío que ... han tenido en común un «cable» de goma adherido a su vientre a a través de la cual se hacían la diálisis peritoneal mientras esperaban un trasplante de riñón. En realidad, es un catéter de goma pero podría pasar por un cable. Las ocho han tenido una insuficiencia renal (dos aún la tienen) que ha limitado sus vidas, su libertad de desplazamientos, lo que comen, lo que beben y lo que duermen. Desde que se declaró su enfermedad, siendo casi todas muy jóvenes, se tuvieron que olvidar de lo que es tomarse una cerveza o una copa de vino en un bar. Por su enfermedad algunas sólo podían beber dos vasos de agua en todo el día, incluso en verano, para no colapsar a sus maltrechos riñones. «Hemos pasado mucha sed y eso no se lo deseamos a nadie», recuerdan. Gracias a la generosidad de seis donantes (de ellos y de sus familiares), seis de ellas ya no pasan sed, pueden comer casi de todo y dormir tranquilamente sin tener que estar conectadas una máquina. De las ocho, sólo Chelo y Sofía siguen aguardando la llegada de un riñón que les permita beber agua sin un límite o alguna copa de vino o de cerveza, si se tercia.

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